La OCDE avisa de una recesión aún más aguda para la economía brasileña
El organismo internacional prevé que el PIB de Brasil caerá el 3,1% este año y el 1,2% en 2016
Brasil vive “un momento crítico”. Así arranca, en un tono bastante pesimista, el informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) acerca de la actual situación económica del gigante latinoamericano. El organismo rebajó notablemente este miércoles, por tercera vez este año, las previsiones sobre el crecimiento del país: su PIB caerá el 3,1% en 2015 y el 1,2% en 2016, según aseguró. En junio, la entidad había previsto un retroceso del 0,8% en 2015 y un crecimiento del 1,1% el próximo año. La entidad volvió a opinar sobre el país en septiembre, cuando previó una caída del 2,8% y 0,7%, respectivamente.
El “momento crítico” al que se refiere la organización se debe a una mezcla de factores: “los retos de la situación fiscal” (el Gobierno anunció este miércoles un déficit de 28.000 millones de euros en 2015, el 2% del PIB, mientras a principios del año preveía un superávit de casi 16.000 millones); “alta inflación” (9,49% este año, según el Banco Central); y la caída de los precios de las materias primas, alimentada por la desaceleración de la economía china.
La OCDE, cuyo secretario general, Ángel Gurría, se reunió este miércoles con el ministro de la economía Joaquim Levy en Brasilia, hizo hincapié en que Brasil debe seguir por el camino del ajuste fiscal y llevar a cabo más recortes –la mayoría impopulares– y aumento de impuestos para equilibrar las cuentas públicas.
Reforma del sistema de pensiones
El organismo defendió que los gastos públicos sean “más efectivos” y dirigidos antes a las clases más pobres que a las nuevas clases medias. Reclamó, además, una sanidad pública más efectiva (incrementando, por ejemplo, la formación de médicos y enfermeros) y una reforma del sistema de pensiones, aumentando la edad de jubilación. Y pidió la consolidación de los impuestos indirectos de valor añadido y menos tributos a las importaciones. “La estabilidad macroeconómica ha sido un factor crucial para el éxito brasileño”, subrayó Gurría. “La contención fiscal y monetaria debe continuar. Son necesarias ambiciosas reformas estructurales para incrementar la productividad, asegurando al mismo tiempo que todos los brasileños puedan disfrutar los logros de la prosperidad”.
La crisis empezó a golpear el país el año pasado –cuando el PIB brasileño creció solo el 0,1%– y finalmente ha pasado la factura a los ciudadanos este año. En concreto, se han cerrado más de 600.000 puestos de trabajo y la tasa de desempleo ha subido al 8,5%, poniendo en jaque la progreso social de los últimos 20 años, sobre todo durante el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), del Partido de los Trabajadores (PT).
Su sucesora, la presidenta Dilma Rousseff, también del PT, ahora tiene el reto de mantener estos logros sociales –a través tanto del crecimiento de la economía como del gasto en programas sociales– al mismo tiempo que pone en marcha una serie de ajustes en la economía. En mayo, el Gobierno anunció recortes que sumaban 16.000 millones de euros en todos los sectores, incluso Sanidad y Educación; meses después, para lograr mayor respaldo popular, anunció el corte de ocho ministerios.
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