Los países ricos marcan el paso de la economía
El crecimiento en 2016 será más sólido en los países desarrollados que en los emergentes
Warren Buffett dice que nunca hace caso a las previsiones económicas porque “no lee publicaciones de humor”. Al margen de las reflexiones del Oráculo de Omaha, siempre cargadas de ironía, lo cierto es que se aproxima un nuevo curso y los departamentos de análisis de bancos de inversión, gestoras de fondos y organizaciones multilaterales ya han publicado informes con sus quinielas para 2016. Un resumen rápido de estos trabajos arroja una noticia buena y otra mala. La buena es que se prevé otro año de crecimiento económico mundial. De hecho, la última previsión del Fondo Monetario Internacional (FMI) habla de una mejora de la actividad (PIB) del 3,6% frente al 3,1% estimado para 2015. La mala es que este crecimiento será muy desigual entre regiones—amén de estar por debajo de su potencial— y se verá amenazado por una serie de riesgos que, de materializarse, podrían empeorar bastante el escenario base.
“Seis años después de que la economía mundial emergiera de la recesión más amplia y profunda desde la posguerra, la vuelta a una expansión robusta y sincronizada sigue siendo incierta”, según explica Maurice Obstfeld, consejero económico del FMI, en el último World Economic Outlook publicado por este organismo. “Además, los riesgos a la baja para la economía mundial parecen ahora más pronunciados que hace tan solo unos meses”, añade.
Como ya ocurriera hace un año, el concepto que más se repite en los informes de previsiones es el de divergencia. Los países desarrollados tendrán un crecimiento más sólido que los emergentes, pero dentro de ambos grupos también hay diferencias. EE UU lo hará mejor que Europa y Japón; mientras que Asia gozará de mejores condiciones que Latinoamérica. Además, como las economías están en distintas fases del ciclo, las diferencias en políticas monetarias se acentuarán. Mientras EEUU ya ha empezado a subir tipos, una receta que los expertos creen que Reino Unido emulará en los próximos meses, Europa y Japón mantendrán sus políticas expansivas por lo menos hasta 2017.
“Esta marcada divergencia cíclica plantea un grave riesgo económico y deflacionista en todo el mundo para el que no existe un remedio obvio, ya que el margen que ofrecen las medidas de política monetaria está casi agotado y los precios de las materias primas ya se encuentran en niveles bajos”, advierte Janwillem Acket, economista jefe de Bank Julius Baer.
Un año más EE UU será la locomotora del mundo. Sin embargo, la economía americana empieza a entrar en un momento mucho más maduro tras un largo periodo de expansión. “La actual fase alcista, que suma ya su séptimo año consecutivo, está durando más que siete de los diez ciclos alcistas registrados después de la II Guerra Mundial. De estos ciclos, el más duradero hasta la fecha fue de casi diez años”, recuerda Simon Ward, economista jefe de Henderson Global Investors.
En 2016 el gran reto de EE UU —y en gran medida para el resto del mundo— será la gestión que haga la Reserva Federal de la normalización de los tipos de interés. La política monetaria del mayor banco central del mundo tiene un claro impacto en las condiciones de financiación empresarial y en la evolución del dólar. Un ritmo de subidas más rápido del deseable podría suponer un freno para el crecimiento americano al reducir el crédito y encarecer las exportaciones. “La Fed es el factor clave para las economías desarrolladas”, aseguran desde Bankinter. “Si sigue teniendo éxito en convencer sobre su enfoque suave con respecto a las subidas de tipos y acierta con el ritmo y la profundidad que aplicará, todo será más fácil. De momento lo ha conseguido, pero no puede permitirse el lujo de equivocarse”, agregan desde este banco. La encuesta que maneja la propia Fed augura que los tipos lleguen como mucho al 1,25% el próximo año frente a la banda actual que se mueve entre el 0,25% y el 0,5%.
Por lo que se refiere a Europa, la recuperación se encuentra en una fase más retrasada e incierta que en EE UU, aunque el consenso del mercado espera que el Viejo Continente mantenga una tendencia de aceleración gradual que le lleve a registrar el mayor crecimiento desde 2011. “Esperamos que la economía europea se acelere moderadamente gracias al estímulo de las políticas fiscales y a unos condiciones monetarias muy favorables”, destaca David Semmens, analista de HSBC Global Asset Management. “Tanto las compañías como los hogares europeos se benefician del petróleo barato y ahora solo resta que se produzca una mejora del mercado laboral que dé un impulso adicional al consumo”.
Los vientos de cola que han impulsado la actividad en la zona euro en 2015 —caída de los precios energéticos, depreciación del euro y tipos de interés bajos— se mantendrán el próximo curso, aunque su contribución al crecimiento será menor. Este entorno favorable no impide que los expertos adviertan de que la región sigue sufriendo importantes desequilibrios. “La inversión empresarial da síntomas de debilidad”, alerta Alejandro Vidal, director de estrategia de mercados de Banca March. “Este bajo ritmo de inversión reduce el crecimiento potencial de la economía, lo que unido a un nivel de desempleo en la región todavía elevado, podría frenar más de lo previsto el impulso del consumo”, añade Vidal.
España y las urnas
España volverá a ser, dentro del área euro, uno de los países que más crezca en 2016. Sin embargo, el ritmo de mejora se moderará, según casi todos los pronósticos. La última estimación del FMI habla de una subida del 2,5% para el PIB español frente al 3,1% previsto para 2015. “La economía española frenará su crecimiento y el nuevo Gobierno salido de las urnas deberá afrontar importantes retos de consolidación fiscal y reformas institucionales”, explicaba hace unas semanas en una nota a clientes Roberto Ruiz-Scholtes, de UBS. Los grandes riesgos de la economía española, en opinión del consenso del mercado, siguen siendo el equilibrio de las cuentas públicas, el elevado endeudamiento (público y privado) y una tasa de paro que seguirá por encima del 20%.
Un factor que puede tener su impacto en la evolución económica de España a corto plazo es el resultado electoral. En el Parlamento surgido tras las urnas ningún partido político tiene mayoría y se avecina un largo y complejo periodo de negociaciones. Gran parte de los analistas recuerdan que el mercado no es amigo de las incertidumbres, circunstancia especialmente relevante en el caso español debido a su dependencia de la financiación extranjera. “Sin una coalición clara en el Parlamento, la incertidumbre es alta y podemos esperar largas negociaciones entre los diferentes partidos. Esto es negativo para el mercado español pues los inversores podrían permanecer al margen hasta que se clarifique la situación, y no se avanzará en las reformas hasta que se forme Gobierno”, opina Fabio Riccelli, gestor del fondo Iberia Fund de Fidelity.
Álvaro Sanmartín, economista del grupo de capital riesgo MCH, destaca como un factor positivo del resultado electoral en España el hecho de que los partidos “tradicionales” sigan siendo los dos primeros, lo que pude dar tranquilidad al mercado al evitarse otros escenarios “más perturbadores”. En su opinión, se abre una etapa política “interesante”, que puede generar algo de inestabilidad pero que si se gestiona con “inteligencia” puede hasta resultar positiva. “No descartamos para nada que el PP, ya veremos si liderado por Mariano Rajoy o no, consiga la abstención de Ciudadanos y el PSOE a cambio de promover una reforma constitucional que ayude a resolver algunos de los problemas y retos a los que se enfrenta el país. Quizá un Gobierno en minoría de esas características no consiga agotar la legislatura, pero sí es posible que pueda promover algunas reformas de consenso que claramente se necesitan”, concluye Sanmartín.
Fuera de los países desarrollados, China se presenta como la gran incógnita para el devenir de la economía mundial. El Gobierno de Pekín, además de lidiar con importantes desequilibrios internos (burbujas en la Bolsa y en el mercado inmobiliario), trata de reorientar su economía desde un modelo que primaba la exportación y la inversión hacia otro patrón basado más en el consumo, incluidos los servicios. A largo plazo este planteamiento garantiza un crecimiento más sostenible, pero a corto puede generar un parón en la actividad del país con el consiguiente efecto dominó en el resto de economías.
“Durante 2015 la preocupación sobre China ha sido una importante causa de volatilidad en el mercado. Creemos que ha habido una sobrerreacción y que la economía china está lejos de un aterrizaje brusco”, señala Michael Hasenstab, responsable de inversiones en Franklin Templenton. La mayor parte de las previsiones apuntan a una tasa de mejora para China de entre el 6,5% y el 6% el próximo año. “A corto plazo, el país se está reequilibrando. Algunas de las fuentes tradicionales de crecimiento como las manufacturas, el mercado inmobiliario y el gasto público, se han frenado o contraído; sin embargo, nuevos motores empiezan a funcionar, como el sector servicios o una nueva generación de compañías privadas”, destaca Hasenstab.
El año que está a punto de concluir será el quinto ejercicio consecutivo en el que se reduzca el crecimiento de las economías emergentes y las perspectivas para 2016 no auguran una mejora sustancial. Las previsiones para los mercados en desarrollo varían mucho según el país y la región, pero en términos generales se verán afectadas por unos precios de las materias primas bajos, la desaceleración de China, la depreciación de las mondas locales, la menor inversión extranjera, la sobrecapacidad y alto endeudamiento de algunos países y el efecto del cambio de política monetaria por parte de la Reserva Federal tanto en las monedas locales como en los flujos de dinero mundiales.
“El próximo año deberíamos ver un cierto rebote en los mercados de las economías emergentes en la medida en que las severas recesiones de países como Rusia o Brasil serán menos intensas. Sin embargo, 2016 volverá a estar plagado de retos para los emergentes por la caída del precio de las materias primas y la debilidad en el comercio mundial. Se prevé que la economía china continúe su desaceleración, lo que ofrecerá poco respiro a aquellos países productores de commodities”, argumenta Deutsche Bank en su informe de perspectivas.
La desaceleración de las economías emergentes no impide, sin embargo, que su ritmo de crecimiento medio siga siendo dos veces superior al de los países desarrollados, circunstancia que, a fuerza de repetirse durante los últimos años, ha aumentado el peso de estas regiones en el PIB mundial.
En 2015 el precio del petróleo se ha hundido por el desajuste entre oferta y demanda. Los expertos creen que este escenario con la cotización del crudo en niveles históricamente bajos continuará a lo largo del próximo ejercicio. Las seis últimas casas de análisis que han hecho predicciones sobre el brent, el barril de referencia en Europa, sitúan el rango de precios para 2016 entre los 41 dólares de Westpac y los 60 dólares de Barclays. Se trata de niveles muy alejados de los 126 dólares que llegó a valer el barril en 2011.
“India disfruta de una posición privilegiada con respecto al resto de emergentes”, subrayan desde el departamento de análisis de Bankinter. “Uno de los aspectos positivos es el beneficio de la caída del precio del crudo, ya que es uno de los principales importadores y esto tiene un impacto directo en dos de sus grandes desequilibrios: el déficit por cuenta corriente y la inflación”, destacan estos expertos. La menor inflación permite el Gobierno indio aplicar una política monetaria acomodaticia y ha podido reducir los tipos de interés en 100 puntos básicos durante el último año.
La geopolítica cada vez tiene un mayor impacto en el devenir económico. En consecuencia, los informes de previsiones ya tienen apartados específicos para recoger estos riesgos. BNY Mellon Asset Management advierte, por ejemplo, que la escena política tendrá “una fuerte influencia” sobre los mercados en 2016. Rowena Macfarlane, analista de deuda soberana de Standish, gestora integrada en la entidad estadounidense, recuerda que el núcleo de Europa se ha recuperado a un ritmo más rápido que los países de la periferia, y se ha polarizado la política europea como consecuencia de la incertidumbre económica. “Planea sobre la Unión Europea la posible salida del Reino Unido, con Francia y Alemania mostrando sus preferencias porque se celebre el referéndum en 2016, y no en 2017, año de sus respectivas elecciones presidenciales y federales”, subraya Macfarlane.
En el caso español, además de la incertidumbre por el resultado de las elecciones, hay un foco de inestabilidad sin resolverse: Cataluña. “En 2015 pudimos ver cómo los partidos independentistas catalanes encabezaban otro movimiento separatista. Nuestra previsión es que la cuestión separatista catalana continúe generando titulares en España”, advierten desde Standish. También es probable que el debate sobre la salida de Grecia vuelva a surgir en los próximos meses. “Ello se debe a que las condiciones del rescate que acabó por aceptar finalmente el Gobierno de Atenas exigen más austeridad y recortes de gastos, medidas que resultan impopulares cuando haya que aplicarlas”.
Natixis ha realizado una encuesta entre 600 inversores institucionales y la principal fuente de volatilidad para los mercados en 2016 serán los factores políticos. “Hay muchos frentes abiertos que pueden empujar a los mercados a una nueva montaña rusa: el terrorismo, la crisis de refugiados o el comienzo de un nuevo ciclo electoral en EE UU son algunos de ellos”, concluyen.
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