El envejecimiento de España reduce su potencial para crecer
El Banco de España rebaja la capacidad de crecimiento de la economía española hasta el 1,2%
El Banco de España reduce el crecimiento potencial del producto interior bruto (PIB) al 1,2% en el medio plazo frente a las tasas del 3% registradas en la década previa a la crisis, según el informe anual publicado la semana pasada. La razón: el envejecimiento de la población y el agotamiento de los beneficios que se obtenían por la incorporación de las mujeres al mercado laboral. De ahí que, en opinión del supervisor bancario, sea fundamental rebajar el desempleo estructural y mejorar la productividad. Sólo así, concluye, se podrá financiar el Estado del bienestar en los próximos años.
Las perspectivas a medio plazo de la economía española se antojan menos halagüeñas. El Banco de España calcula que el crecimiento del PIB se reducirá sustancialmente conforme se vayan agotando los vientos de cola que lo empujan. El servicio de estudios del organismo sitúa la capacidad de crecimiento potencial en un entorno del 1,2% anual para el periodo 2020-2025, frente al 3% que se registraba en la década previa a la crisis. A grandes rasgos, el crecimiento potencial se define como la tasa a la que tenderá el crecimiento sin que se produzcan tensiones inflacionistas o burbujas.
Y ese empeoramiento de las perspectivas se achaca, sobre todo, a la evolución de la demografía. Según las previsiones manejadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y mencionadas por el Banco de España, el envejecimiento demográfico provocaría una caída de la población del 0,2% anual en el periodo entre 2020 y 2025. "Los efectos del envejecimiento poblacional sobre el crecimiento potencial se verán acentuados por la desaparición de los efectos cohorte que han elevado la tasa de actividad femenina en las últimas décadas y que se prevé que se agoten en los próximos años", reza el informe anual del supervisor bancario.
Esto es, una población con cada vez más jubilados, menos nacimientos y sin poder beneficiarse como se hacía antes de las nuevas incorporaciones de mujeres al mercado de trabajo. Lo cual basta por sí solo para que el crecimiento sea mucho más bajo. De hecho, si se sustrae el efecto demográfico, en el futuro se estaría creciendo al mismo ritmo que en la década de la bonanza. En términos per cápita, el PIB avanzaría lo mismo que durante la expansión y, por lo tanto, se trata de un problema exclusivamente demográfico, concluyen los economistas del Banco de España.
El coste del Estado de bienestar
En un escenario de bajo crecimiento, las tensiones sobre el gasto público en España irán in crescendo. Al tiempo que hay que seguir disminuyendo el déficit, los desembolsos sanitarios aumentan en estos momentos a tasas del 4% y las pensiones avanzan a un ritmo del 3%. Estamos hablando de dos partidas que juntas rondan los 200.000 millones de euros.
Por no hablar de la carga en subsidios que supondrá tener un alto número de parados durante muchos años. Eso implica que, para poder costearlo, la economía tendría que crecer por encima del 1,2% que prevé el Banco de España. A poco que se bajase el paro estructural a niveles del 7%, buena parte del problema podría resolverse. Por eso la insistencia del Banco de España en la necesidad de reformas que refuercen la contratación indefinida, la educación, la formación, la competencia y la innovación.
Una economía crece por tres factores. O hay más trabajadores; o hay más capital o hay más productividad. Este último factor no ha repuntado desde hace tiempo a pesar de las mejoras tecnológicas. Básicamente, se hace mucho más con menos pero no se logra cobrar más por ello. En cuanto al capital, parece difícil recuperar los niveles de inversión de antaño en un contexto de alta restricción presupuestaria, alto endeudamiento y bajos crecimientos. Y todo ello hace que la principal vía para crecer consista en añadir todos los años nuevos trabajadores que produzcan y consuman más. Así han crecido sobre todo los países emergentes.
Invierno demográfico
Pero ahora los países más ricos comienzan a enfrentarse a la perspectiva del invierno demográfico, un término acuñado por Michel Schooyans, profesor de la Universidad de Lovaina. Con el problema añadido en el caso de España de que tal escenario podría producirse con unas tasas de paro todavía demasiado altas y una deuda externa demasiado elevada mientras los gastos del Estado del bienestar se disparan empujados por el envejecimiento de la población. En el escenario central del Banco de España, el paro estructural —de carácter permanente— quedaría en el 14,4%, la tasa promedio de la economía española. De ahí que el organismo insista en abordar las reformas necesarias para elevar el PIB potencial y reducir el número de parados estructurales, esos desempleados que llevan demasiado tiempo sin trabajo y que, por consiguiente, se antojan difíciles de recolocar.
En opinión de la entidad sita en Cibeles, este declive sólo se puede paliar "con una mayor productividad o con una reducción significativa del paro estructural". Algunos economistas sostienen que gracias a las ganancias en productividad y tecnología se podrían mantener unos estándares de vida altos. Siempre puede alegarse que nadie preveía la oleada de inmigración que mantuvo la economía española tirando con fuerza a principios de este siglo. Sin embargo, esta vez se desconocen los efectos que puede provocar la jubilación del baby boom combinada con el hecho de que las personas cada vez fallecen más tarde, un cóctel demográfico que según los expertos podría no compensarse ni con una llegada masiva de inmigrantes.
"En el fondo, el Banco de España se abona a las tesis del estancamiento secular o japonización de la economía. El fenómeno consiste en unos crecimientos muy bajos debido al envejecimiento de la población, el exceso de endeudamiento, la competencia de los países emergentes, los avances tecnológicos, la falta de inversión productiva o una productividad muy baja", explica Alberto Matellán, profesor de CUNEF y socio fundador de la consultora Matpinal.
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