Gamesa se va con el viento
La fusión con Siemens Wind Power implica perder una compañía puntera
Se mire por donde se mire, la fusión entre Siemens Wind Power y la vasca Gamesa es un buen negocio para los accionistas, que recibirán un dividendo extraordinario de 1.050 millones. El grupo resultante se convertirá en un gigante mundial: el primer o segundo actor —dependiendo del estudio que se consulte— en fabricación de turbinas, con una cuota del 14,6% frente a la actual 12,3% de la danesa Vestas. La estadounidense General Electric, la china Gold Wind, la alemana Enercon o la india Suzlon, sus competidores directos, tendrán que tomar buena nota del movimiento: la compañía resultante, de la que los accionistas de Siemens tendrán un 59%, espera generar ahorros de costes de 230 millones de euros anuales a partir de 2020.
La aprobación de la fusión está prevista para el próximo 25 de octubre. La empresa, que mantendrá cotización en España, tendrá aquí su sede y trasladará a Alemania la gestión de su negocio offshore (eólica marina). La española contribuirá, según un estudio de Citi del mes de julio, con un 18% de la cartera de pedidos del nuevo operador, valorada en 20.000 millones de euros.
Pero la capacidad de ambas para sostener las expectativas que han generado dependerá de si cumplen sus planes a partir de 2017, año en que se consumará la integración. Los riesgos son internos y externos. Citi alerta que la empresa fusionada estará sujeta a vaivenes cíclicos, como el precio de la energía, lo que “puede presentar desafíos para el crecimiento”. Estos riesgos genéricos tienen que ver con el hecho de que las empresas son “altamente sensibles a la regulación, y cualquier cambio, ya sea global o regional, puede proporcionar variaciones en las perspectivas del mercado”.
Fernando Ferrando, vicepresidente de la Fundación Renovables y ex director general de Gamesa Energía, analizaba en un artículo publicado este verano que la cuestión fundamental a la hora de entender el futuro de la empresa resultante es si entre ambas pueden compartir tecnologías y modelos, situación que, por estructuras de diseño, tamaños y migración de estos, “es bastante dudosa”, decía. “Lo lógico es que al final triunfe una de las líneas productivas y mucho me temo que, en cuanto a desarrollo tecnológico, ingeniería e I+D, la opción alemana acabe absorbiendo los importantes esfuerzos que Gamesa ha llevado a cabo”. El exdirectivo tachaba de “milagro” que Gamesa haya podido sobrevivir “en un país que no ha vendido ni un solo megavatio en los últimos años (2014-2016), manteniendo una infraestructura industrial no competitiva sin tener mercado interno”, y se lamentaba de que, al final, la estructura de la empresa se terminará desplazando hacia Alemania, donde están los centros de decisión de Siemens.
Sin abordar el caso concreto, desde la Asociación Empresarial Eólica (AEE) también lamentan amargamente la pérdida de apoyo desde el Gobierno. Recuerdan que, tal y como se está desarrollando la explotación de la energía limpia, los fabricantes de aerogeneradores se enfrentan a la necesidad de ganar dimensión y diversificar geográficamente su negocio, así como programar inversiones en I+D. “Y en este contexto el tamaño ayuda. Para España, lo importante es que las fábricas se mantengan aquí y para eso el Gobierno debe apoyar a la industria, ya que somos uno de los pocos países del mundo con empresas en toda la cadena de fabricación eólica”. En los dos últimos años, los fabricantes con presencia en España han exportado el 100% de su producción porque no han tenido más remedio, “una situación que no se puede mantener sine die. La industria se quedará en el país siempre que haya actividad doméstica, de ahí que sea urgente que el mercado se reactive ya, tras varios años de parálisis”, exigen en la AEE.
Con la mayoría del capital de Gamesa en manos de Siemens Wind Power, la cuestión es quién aporta qué al proyecto. Los análisis de Bloomberg recuerdan que la empresa vasca ha logrado crecimientos en ventas de dos dígitos desde mediados de 2014 gracias a mercados como Brasil, México o India, justo los lugares donde la división eólica de Siemens es más débil. James Evans, analista de energía renovable de Bloomberg Intelligence, pone como ejemplo Brasil, que pese a su pésimo momento económico está diversificando sus fuentes de energía, lo que ha provocado que Gamesa amplíe su producción en su planta de Salvador de Bahía. Y destaca el “favorable mix de ventas de Gamesa, que se reparte entre grandes grupos y productores más pequeños”, frente a otros competidores como Vestas.
Efecto del ‘brexit’
En cuanto al grupo Siemens, “la diversificación le va a ayudar a reducir la incertidumbre procedente del menor crecimiento global como del Brexit”, escribe en otro informe de Bloomberg el analista de la industria Johnson Imode. Las unidades de energía limpia del fabricante están ganando posiciones en mercados emergentes a medida que estos adoptan la estrategia de apostar por las renovables. Además, el bajo endeudamiento de la multinacional alemana en el ámbito global es un colchón que le permite aventuras como iniciar negocios en Irán o invertir más para crear mejores equipamientos energéticos. “Siemens quiere romper crecimiento casi constante del 2% desde 2011, impulsado por pedidos”, cree Imode, y habla de que la pujante división del viento puede ayudar a conseguirlo.
El plan de Siemens para 2020 pasa por conseguir ahorros de 1.000 millones en todas las divisiones de negocio (no solo la eólica). Y en cuanto a la fusión de Siemens Wind Power, calculan una subida de 330 puntos básicos (un 3,3%) del margen de beneficios a partir de 2017, cuando la operación se complete. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Bloomberg rebaja en su último análisis ese optimismo a un incremento del beneficio de solo 20 puntos. “La unidad eólica de Siemens ha sufrido muchos reveses por temas de calidad, con multas de más de 350 millones desde 2013”, recuerdan los analistas. Hay otros efectos colaterales que tienen que ver con la competencia: la empresa vasca se fusionó en su momento con la francesa Areva para posicionarse en el negocio de la eólica marina. Ambas crearon la sociedad Adwen para construir turbinas, una empresa que el pasado 15 de septiembre pasó a ser al 100% de la vasca por 60 millones de euros para evitar problemas con las autoridades francesas.
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