Manuel Palma: la larga marcha de un corredor de fondo
Presidente del grupo homónimo, es un icono empresarial en Valencia
Manuel Palma (Cañete de Torres, Córdoba, 1959) tiene hoy un patrimonio que supera los 69 millones de euros y dirige un grupo formado por cuatro saneadas empresas del sector del motor, inmobiliario, enseñanza y socio-sanitario, que emplea a más de 300 personas y cuya cifra de negocios asciende a más de 34 millones de euros. Y no tiene deudas, como le gusta enfatizar a su dueño. Preside la Escuela de Empresarios EDEM, donde, además, imparte varios cursos; es consejero del Banco de Sabadell-Urquijo y de la mutua Umivale; y miembro de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), que reúne a los 100 empresarios más destacados de la comunidad.
Ha sido un corredor de fondo durante 24 años. En 1989 participó en la maratón de Nueva York y tres años más tarde fue uno de los pocos afortunados que transportó la llama olímpica. Dejo de correr hace seis años por un problema de rodilla y se pasó a la bicicleta. Si antes estaba orgulloso de sus tiempos, por debajo de las tres horas, ahora las supera cada sábado pedaleando. “Practicar deporte me ha ido muy bien en el trabajo. Me mantiene sano porque me paso muchas horas en el despacho, sentado”, señala mostrando sonriente unas fotos suyas con el campeón Miguel Indurain.
Palma, que acaba de ser abuelo por primera vez, llegó a Valencia con 22 años para hacer el servicio militar. “Yo era mecánico y había estudiado algo de contabilidad. Mi intención no era ser empresario. Lo mío fue necesidad. Necesitaba dinero para vivir. Arreglé mi coche y lo vendí. Me di cuenta de que la operación había salido muy rentable y comencé a comprar coches usados para venderlos a mejor precio”, recuerda satisfecho de los logros conseguidos. Y para que nunca se le olvide aquel tiempo, el billete de tren que lo trasladó a la capital del Turia lo tiene enmarcado en uno de sus despachos. “Yo era pobre”, insiste. “Cuando empecé, en 1982, en un taller de Burjassot [población a tres kilómetros de Valencia] éramos cinco; dos empleados, un mecánico, una secretaria y yo. Tres años después vendía 1.000 coches al año. Con 33 años me dieron el premio de mejor empresario joven del año en España, y poco después, Palma era el concesionario más grande de la Comunidad Valenciana”, señala el empresario, divorciado, con dos hijos; Javier, de 32 años, gerente de Automóviles Palma, y Sara, de 24, responsable de Palma Kids Montessori.
El cliente “rey”
Es lo que cuenta a sus alumnos este empresario cuya filosofía está basada en el cliente, la persona más importante de la organización, “el rey”, figura por la que siente una profunda admiración. Y así lo resalta el Manual de Acogida del Grupo Palma, un procedimiento de las funciones que hay en la empresa del que Palma se siente especialmente orgulloso. “Cada vez que atiendas a un cliente piensa ¿cómo atenderías a Su Majestad el Rey si viniera a la empresa y necesitara de ti? Seguro que con mucha diligencia, esmero, educación y respeto. Ese mismo trato es el que esperamos de ti con todos nuestros clientes”, apunta el cuaderno. “El cliente no es un número, es nuestro jefe, nuestro amigo”, apunta el manual para empleados. “El hombre que no sabe sonreír no debe abrir la tienda”, señala en otro apartado. “Los procedimientos escritos están para mejorarlos. En eso y en rodearte de un buen equipo radica el éxito”, asegura.
Los jóvenes empresarios lo escuchan ensimismados. Quieren ser como él y lo que representa. El éxito desde cero. “Hacer las cosas de modo diferente a mis competidores me permitió ser líder en la venta de coches usados”, les dice Palma, que sorteó la crisis reorganizando sus empresas. “Hicimos la reestructuración muy rápida, nos ajustamos a la demanda. Otra ventaja fue que no teníamos deuda. Por eso cuando ha vuelto la normalidad hemos podido seguir siendo una empresa líder”, señala el empresario, que rechaza tener socios porque se pierde poder. Prefiere crecer menos y más lentamente que admitir accionistas. “Cuando estuvo de moda sacar empresas a Bolsa lo pensé, pero lo descarté. La Bolsa me da miedo. Yo quiero que la empresa esté sana, crezca y se desarrolle. Para eso se necesita dinero. Y si repartes dividendos la estás dejando débil. Y si no repartes, el valor de la acción cae”, señala.
“El fracaso no existe. Solo fracasa el que no lo intenta”, destaca Palma, que tiene entre sus mejores amigos al juez Baltasar Garzón, al que conoce desde hace más de 20 años y que casó a su hijo hace menos de uno. “Baltasar es andaluz como yo, de Torres, y cuando nos vemos hablamos de las cosas que nos unen, que son muchas, pero nunca de política”, comenta tras acudir a la reciente presentación del último libro del magistrado en Madrid, En el punto de mira.
Palma tiene muchas palabras de agradecimiento para el presidente de Mercadona, Juan Roig, que lo llamó para conocerlo cuando fue elegido empresario joven del año. “Para mí es, con diferencia, el mejor empresario que ha dado la Comunidad Valenciana en toda su historia. Más de la mitad de lo que sé lo he aprendido de Juan Roig, que además es un hombre muy generoso y altruista. EDEM es una fundación sin ánimo de lucro en la que hay 26 patronos, cuatro bancos y grandes empresas. Roig es uno más. El edificio de la escuela, que costó más de 18 millones de euros fue una donación suya. Hubiéramos tardado 10 años más en ponernos en marcha sin esa aportación” , subraya Palma.
Política en el PP
A Manuel Palma no le gusta la política pero estuvo al frente de la concejalía de Economía del Ayuntamiento de Paterna, municipio con más de 65.000 habitantes, a cinco kilómetros de Valencia. Una de las zonas industriales más importantes del arco mediterráneo, donde trabajan 2.800 empresas que emplean a más personas de las que viven, —75.000—. Palma dice que fue su obra social. Quería demostrar que podía reducir la deuda de la localidad donde vive. No cobró sueldo ni paso un solo ticket de gastos. En cuatro años , —de 2011 al 2015, durante el último mandato del PP— redujo la deuda en más de 100 millones de euros. “No me gusta dar dinero para que lo gestionen mal o lo malgasten. Creo más en la caña de pescar que en dar el pez. Creo más en ayudar a gestionar que en pagar impuestos y creo que lo demostré, aunque no repetiré la experiencia”, explica.
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