No es país para jóvenes
Cualquier política que quiera garantizar el futuro debe de tener muy en cuenta los datos del Banco de España
A finales del pasado mes de enero, el Banco de España publicó una encuesta sobre la situación financiera de las familias españolas que contiene una serie de datos de gran interés sobre lo ocurrido durante la pasada crisis, ya que cubre el periodo 2008-2014. En la encuesta puede observarse el peso desproporcionado que han soportado los jóvenes a lo largo de ese periodo.
La pérdida media de poder adquisitivo del conjunto de los encuestados fue de un 15,8 por ciento, cifra, desde luego, importante. Hay que especificar que se trata de la llamada renta bruta, es decir de los ingresos medios de las familias después de transferencias y antes de impuestos, medido en euros de 2014. La diferencia entre los ingresos obtenidos por las familias y la renta bruta varía según los países, pero es muy importante en Europa como consecuencia del papel redistribuidor de las administraciones públicas. De manera general, la distribución de la renta en España es más desigual que en la media de los cuatro otros grandes países de la Unión Europea (Alemania, Francia, Reino Unido e Italia), pero no así la distribución de la riqueza, que en nuestro país es más igualitaria que en los otros cuatro.
La disminución del poder adquisitivo no se repartió de manera homogénea entre los distintos grupos de renta. La pérdida del 20 por ciento de quienes cuentan con menores ingresos fue de algo más del 6 por ciento. Los que más perdieron fueron los encuestados cuyas rentas se encontraban entre los deciles comprendidos entre el 40 y el 60 por ciento (18,3 por ciento). El 10 por ciento con mayores ingresos perdió un 17,3 por ciento. El que los deciles de menor renta fueran los que menos perdieron se debe esencialmente al efecto redistributivo de las administraciones públicas, especialmente las transferencias, de las que hay que destacar las pensiones y las de desempleo.
Si en vez de considerar los segmentos de renta según la cuantía de los ingresos nos fijamos en los tramos de edad, podemos constatar que los menores de 35 años tuvieron una pérdida media de poder adquisitivo del 25,7 por ciento, más de una cuarta parte de sus ingresos. No fueron sin embargo quienes más perdieron pues el segmento comprendido entre los 45 y los 54 años perdió el 27,2 por ciento. Los comprendidos entre 65 y 74 años ganaron un 10,4 por ciento de poder adquisitivo y los mayores de esta última edad un 4 por ciento. Además de los jóvenes, quienes más sufrieron las consecuencias de la crisis fueron los autónomos, ya que perdieron un 34,2 por ciento, es decir más de un tercio de su poder adquisitivo.
Estos datos merecen algún comentario. Hay que tener en cuenta que la encuesta no recoge el efecto redistribuidor de los impuestos que, en España, es bastante reducido. Por otra parte, los grupos de edad varían con el paso del tiempo ya que una parte de cada grupo pasa a integrar el segmento superior de edad. En el caso de los jóvenes, la pérdida de poder adquisitivo se debe, en parte, a la salida del grupo de los de mayor edad con situaciones en principio más favorables que los jóvenes recién ingresados en el mercado laboral con contratos temporales de más baja remuneración. Por lo que se refiere a los de mayor edad, el aumento de sus ingresos se debe a la entrada de nuevos jubilados, cuyas pensiones son mayores que las de aquellos a quienes reemplazan. Llama la atención, por último, la pérdida de renta de los hogares compuestos por cuatro personas, un 26,9 por ciento. Es un dato importante ya que se refiere, esencialmente, a los matrimonios con dos hijos que se han visto bastante más penalizados que la media, lo que augura más problemas de los que ya tenemos con la tasa de natalidad. La ausencia de una política coherente en este terreno tiene ya, y tendrá en el futuro, consecuencias importantes sobre la evolución demográfica.
Los datos de la encuesta reflejan que la distribución de la renta entre 2008 y 2014 prácticamente no varió. Sin embargo, los datos de la OCDE, referidos a la renta disponible de las familias (es decir, la renta bruta menos los impuestos) y construidos sobre otra base, muestran un empeoramiento de la distribución atemperado por el esfuerzo redistributivo del Estado (transferencias e impuestos) que, tras ser inferior al del promedio de los grandes países europeos en 2008, era en 2014 del mismo orden.
Por lo que se refiere a evolución de la riqueza, los datos son parecidos a los de la renta. La pérdida media fue del 19,7 por ciento, con una caída del segmento de menor patrimonio del 43 por ciento, inferior a la experimentada por los menores de 35 años, que vieron como sus patrimonios se reducían un 46,4 por ciento. Curiosamente, el segmento de edad comprendido entre los 65 y los 74 años vio aumentar su riqueza (casi un 12 por ciento). Por su parte, la de los jubilados apenas registró variación (una caída del 1,7 por ciento), y de nuevo cuando se toma en consideración el tamaño de los hogares fueron los de cuatro miembros los que registraron una mayor caída de su patrimonio con algo más del 31 por ciento.
En cuanto a la riqueza neta por segmentos, el 25 por ciento de menor patrimonio pasó de una riqueza positiva de 14.800 euros a una negativa de 1.300. El siguiente tramo, el comprendido entre el 25 y el 50 por ciento, perdió un 42,3 por ciento de su riqueza, mientras que el 10 por ciento mejor situado tuvo una pérdida media del 4,2 por ciento.
La evolución de la riqueza de las familias tuvo mucho que ver con la burbuja especulativa de la construcción. La caída media de los precios de la vivienda se reflejó en el patrimonio de los hogares. En los más acomodados, el peso de los activos financieros, que en promedio cayeron menos que los reales, frenó la caída del valor de los patrimonios. La recuperación posterior de los precios de la vivienda acortará las desigualdades.
Es importante señalar que la riqueza está peor distribuida que la renta. Se trata de un fenómeno universal en el que la situación en España es de menor desigualdad que en la mayoría de los países, a lo que hay que añadir que la riqueza media de los hogares españoles se encuentra entre las más elevadas de Europa. Ello se debe al alto porcentaje de hogares que son propietarios de sus viviendas (más del 80 por ciento), muy superior al que se registra en otros países.
Los datos de la encuesta del Banco de España muestran con claridad que la crisis ha golpeado duramente a los jóvenes. El reconocimiento de este hecho debería ser uno de los pilares fundamentales de cualquier política que pretenda organizar un futuro razonable para nuestros hijos.
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