Agricultores en crisis montan un “bananazo” en Plaza de Mayo
Cientos de personas reciben 30.000 kilos de bananas en una protesta para que limiten las importaciones
Las espaldas de los productores y el bolsillo de los consumidores, esas son las dos grandes columnas en las que se sostiene el modelo agropecuario en Argentina. Este miércoles, un grupo de agricultores de cuatro provincias regaló 30.000 kilos de bananas a cientos de personas que desde muy temprano se acercaron a la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, y resistieron más de una hora de fila en pleno invierno para ahorrarse apenas unos 80 pesos (4,50 dólares). Del otro lado estuvieron los “bananeros argentinos”, como se hacen llamar, con un panorama similar: un cajón de madera vacío vale el doble que lo que reciben por un kilo de su cosecha.
En Plaza de Mayo ya se regalaron verduras, yerba mate, peras y manzanas. Esta vez, le tocó el turno a las bananas. Un grupo de productores acompañados por dirigentes de la Federación Agraria se instaló al amanecer el lugar para llamar la atención del Gobierno. Llegaron desde las provincias de Jujuy, Salta, Misiones y Formosa, donde tiran hasta 330 toneladas diarias de bananas por no poder venderlas. A los pocos minutos de instalarse, una fila de gente que abarcaba 200 metros serpenteaba la mítica plaza, por lo que fue necesario reorganizar la entrega de la fruta, preparada en bolsas de tres kilos.
“Estas bananas me tienen que durar muchos días, tengo que ser sobria”, se auto impone Argentina Angélica Gómez, una jubilada de 77 años que llegó desde el barrio de Caballito (a unos 20 minutos del centro). “Ganamos muy poco y tengo que hacer changas de peluquería para sobrevivir, aunque a los jubilados los atiendo gratis porque hay que ser misericordioso”, dice a EL PAÍS la mujer, “Este gobierno no lo es porque nos mata de hambre”.
La crisis del sector lleva dos décadas, pero se agudizó en los últimos años. En los 70, Argentina contaba con 12.000 hectáreas productivas dedicadas a este cultivo, hoy sólo tiene 5.000. A los problemas históricos se suma el que genera el ingreso masivo de bananas extranjeras en época de cosecha local. Según la estimación de los productores, sólo el 10% del consumo es cubierto por bananas argentinas.
“Esto nos embreta y nos encamina a la desaparición de un cultivo del que dependen más de 5.000 familias que saben hacer esto y no tienen posibilidad de diversificar su producción”, alerta Pánfilo Ayala, director de Federación Agraria. En el Mercado Central están vendiendo la banana ecuatoriana a 250 pesos (14 dólares) el cajón de 22 kilos. Ese producto sale en promedio 25 pesos (1,40 dólares) al consumidor y a nosotros nos están pagando un peso o 1,50 pesos el kilo. No somos formadores de precios y por eso necesitamos hacer visible nuestra realidad en el epicentro mismo del país”, afirmó.
“El cajón argentino sale 100 pesos (5,60 dólares) aproximadamente, pero a pesar de ser más barato, el verdulero tiene una sobreoferta y elige la extranjera. No sólo faltan restricciones sino también ausencia de campañas de fomento al producto nacional. Necesitamos políticas públicas diferenciadas porque nosotros no somos la soja ni el trigo. Estamos a 1.500 kilómetros de los centros de consumo”, detalló Ayala. Los costos desagregados exhiben mejor que nada el problema. Un cajón vacío, con el cerco de cartón, hule y tapa sale alrededor de 40 pesos (2,25 dólares) por unidad; el peón se lleva otros ocho pesos por caja y el costo del flete asciende a unos 25 pesos. El bananero, por su parte, sólo se queda con unos 20 pesos por cajón.
“Producimos el 25% del consumo interno”, dice Ayala, “En Argentina se importan 450.000 toneladas, y es la fruta que más se consume. Los grandes países de Centro y Sudamérica tienen inconvenientes para vender en Europa y cuando eso sucede, enseguida se mira a Argentina por su alto mercado interno. Paraguay, por citar un caso, tenía hace unos años 2.000 hectáreas productivas y hoy tiene 20.000”. Y denuncia: “Sospechamos que estamos ante una maniobra de dumping por parte de los productores extranjeros que bajan el precio en épocas de cosecha local y cobran el doble cuando aquí no se levanta”.
“Un país no puede importar lo que en su propio territorio tira. Pedimos regulación de importaciones como todo país serio”, exclamó Gladys Asselborn, propietaria de una pequeña firma de Formosa. “Estamos insertando apenas el 10% de lo que consumen los argentinos y sólo en tres departamentos de mi provincia existen unas 2.000 personas que dependen de esta actividad. No queremos desaparecer”.
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