Mario Draghi inicia este jueves la retirada de los estímulos monetarios
El Eurobanco ampliará el plazo del programa de compras, pero reducirá volumen
Mario Draghi, jefe del BCE, anunciará este jueves el repliegue de los estímulos monetarios, la gran —o la única— baza de Europa contra la Gran Recesión. Pese a que la inflación está lejos del objetivo, el Eurobanco ampliará el plazo del programa de compras (unos nueve meses), pero reducirá volumen (de 60.000 a unos 30.000 millones mensuales). Inyecta algo más de dinero, pero a menos velocidad: la versión europea del quantitative easing (QE) expirará en 2018, aunque Draghi deja la puerta abierta a rearmar si las cosas se tuercen. Objetivo: aplacar a los mercados.
Frases, fintas, guiños: el mínimo gesto de un banquero central tiene una extraordinaria trascendencia, más aún con las economías de medio mundo endeudadas hasta las cejas. En el régimen de incertidumbre que ha impuesto la Gran Crisis, Mario Draghi ha sabido conducir a la eurozona hacia la recuperación con un ojo puesto en los mercados. Pero este jueves tiene un twist tremendamente difícil de bailar: tras aquel latigazo verbal del "haré lo que sea necesario", Draghi se enfrenta a la más difícil de todas las operaciones, la retirada de los estímulos monetarios cuando la inflación está aún lejos de su objetivo.
El BCE empezó a comprar deuda pública y todo tipo de activos financieros allá por 2015, con la versión europea del quantitative easing (QE) estadounidense. Calmó así —con la inestimable ayuda de algo más de dos billones de euros— el nerviosismo de los mercados, que llegaron a apostar a una posible ruptura del euro. Puso las bases de la reactivación, acabó con el riesgo de deflación, ayudó a que el paro bajara del 11% al 9%. Y consiguió lo más parecido a la estabilidad financiera que se ha visto desde el arranque de la crisis, hace ya 10 largos años.
No cantar victoria
Pero Draghi no puede cantar victoria. Y se precipita hacia la salida del QE sin haber terminado el trabajo: los índices de precios siguen en el 1,5% sin visos de repuntar, y la inflación subyacente (sin los elementos volátiles: energía y alimentos) mucho más abajo, en el 1%. El IPC de la eurozona no se acercará al 2% hasta 2021, según las previsiones del FMI: el BCE incumplirá su mandato, escrito en bronce por los mismos alemanes que ahora le reclaman que levante el pie del acelerador, durante más de un lustro.
Buenos datos, pero el BCE incumple
INFLACIÓN. El IPC cerró septiembre en el 1,5%. El FMI no prevé que se acerque al 2%, el mandato del BCE, hasta 2021.
RECUPERACIÓN. El PIB de la eurozona crecerá el 2,1% este año y el 1,9% en 2018, tras disiparse los riesgos vinculados al ascenso populista.
QE or not QE. El programa arrancó en 2015, pero el pasado diciembre las compras mensuales bajaron de 80.000 a 60.000 millones. El BCE se ha gastado ya 2,1 billones; la factura final podría irse por encima de los 2,5 billones, en función de la decisión de este jueves.
Y aun así Draghi se precipita hacia el final del QE por dos razones fundamentales. Una: apenas queda nada que comprar, por los corsés de un programa diseñado para que Berlín tragara esa píldora. Y dos: la recuperación es cada vez más sólida y los halcones —los duros del consejo de gobierno— consideran que el QE apenas sirve ya de nada y amenaza con perpetuar la tendencia de la economía a ir de burbuja en burbuja.
Las fuentes consultadas insisten en que Draghi rehuirá, esta vez, las sorpresas: ha telegrafiado el próximo movimiento para minimizar el impacto en los mercados. Los analistas confían en la habilidad de Draghi para las denominadas intervenciones verbales: se trata de anunciar una retirada gradual y suave, casi de puntillas, sin que se note demasiado. Se espera que las compras mensuales bajen de 60.000 millones al entorno de los 30.000 millones. Y a cambio, que el programa de compras prosiga hasta septiembre, aunque la horquilla puede ir de seis a 12 meses adicionales. Y en todo caso que nadie espere nada irreversible: Draghi dejará abierta la puerta a volver a elevar el volumen o a ampliar los plazos si empeoran las condiciones económicas y financieras.
La Gran Crisis tiene más de siete vidas y Draghi se juega su legado: el repliegue del QE se hará a lo largo de 2018, y en 2019 llegarán las subidas de los tipos de interés. Al cabo, el BCE necesita colchón para tener margen de maniobra de cara a la próxima crisis (si algún día termina esta). Draghi se marcha en octubre de 2019: en teoría, para entonces las medidas extraordinarias estarán ya en franca retirada. Hasta entonces, paciencia. Y ojo con el lenguaje: todo el mundo habla de "repliegue" (tapering), pero Draghi, florentino siempre, prefiere “recalibrar”. El mercado estará este jueves pendiente del más mínimo giro verbal, en lo que probablemente es la decisión más trascendente para la eurozona en el próximo año.
La Eurocámara presiona para usar los beneficios del BCE
El Parlamento Europeo maniobra para que los multimillonarios beneficios del BCE puedan usarse como recursos propios de la UE, incluso para el nuevo presupuesto de la eurozona que proponen Jean-Claude Juncker y el francés Emmanuel Macron. El jefe del Eurobanco, Mario Draghi, rechazó ya en 2015 que los resultados de la autoridad monetaria —un beneficio de casi 1.200 millones de euros el año pasado— pudieran transferirse al presupuesto europeo por los estatutos del banco central. Eso requeriría, según Draghi, una reforma de los tratados muy poco apetitosa políticamente. La opinión legal del Parlamento Europeo es diferente: un informe al que ha tenido acceso este diario concluye que bastarían pequeños retoques en el procedimiento legislativo ordinario.
Draghi argumenta que los estatutos del BCE dejan claro que esos beneficios van a parar a las arcas de los accionistas del Eurobanco: los Estados miembros. Ese artículo solo podría enmendarse retocando también los tratados de la UE, algo que compete al Consejo Europeo, según las tesis del italiano. La Eurocámara tiene otra interpretación. "En la etapa de reforma de la eurozona que se está abriendo, necesitamos homologar el BCE a cualquier otro organismo emisor. Los beneficios del BCE deben incorporarse como recurso propio para el presupuesto de la zona euro que se ha propuesto. A la vista del informe del servicio jurídico del Parlamento, eso se puede hacer sin reforma agravada de los tratados, lo que sitúa este debate en el ámbito de la voluntad política y no de las disquisiciones legales", afirma Jonás Fernández, uno de los grandes impulsores de ese debate.
El excomisario y ex primer ministro italiano Mario Monti ya valoró esa posibilidad en un informe para analizar cómo aumentar los ingresos de la UE sin recurrir a los Estados miembros. El presupuesto de la UE es tan menguante como complejo y opaco: se reduce a apenas el 1% del PIB europeo (frente al 35% de EE UU), y ha ido empequeñeciéndose. El Brexit puede suponer una rebaja notable de la potencia de fuego financiera de la UE, si los países ricos se resisten a rascarse el bolsillo para tapar el agujero de 10.000 millones anuales que supondrá la salida del Reino Unido.
El informe Monti apuesta por aumentar los recursos propios, con una combinación de recursos ligados a varios impuestos, desde el IVA y el Sociedades a otros de nuevo cuño como una tasa Tobin y un gravamen por emisiones de dióxido de carbono. Los beneficios del BCE permitirían complementar ese capítulo. Y podrían contribuir a preparar el terreno para el presupuesto anticíclico para la zona euro que piden países como Francia y España.
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