El fin de las cuotas no salva a la leche
Por encima de la libertad de cada ganadero de producir, los poderes dominantes en el mercado siguen pesando más
Iba a ser la solución que daría rienda suelta al crecimiento de la industria española de la leche, un sector de 13.000 millones de euros y que representa un 2% de la producción industrial del país. Pero el final de las cuotas lácteas por parte de la Unión Europea, del que se acaban de cumplir tres años, no ha solventado ni mucho menos los problemas endémicos al sector: la sangría de explotaciones, la concentración en un puñado de zonas lecheras y los bajos precios al productor.
Las cuotas se introdujeron hace más de tres décadas para ajustar la oferta a la demanda en el espacio económico europeo, acabar con las montañas de excedentes lácteos y el elevado coste que suponían estos para las arcas comunitarias. A España, incorporada a la Unión Europea en 1986, se le asignó una cuota de producción de 4,65 millones de toneladas anuales para la venta a las industrias y de otras 750.000 toneladas para la venta directa, lo que daba un total de 5,4 millones de toneladas frente a una demanda total de leche y productos lácteos de 9 millones.
España se convertía así en objetivo de los productos excedentarios de los socios más tradicionales de la entonces CEE, como Francia, Holanda y Dinamarca. Aunque en los años siguientes esa cuota de producción se fue incrementando hasta los 6,5 millones de toneladas, el sector en su conjunto, desde los productores hasta la industria transformadora, siempre ha manifestado que esas restricciones frenaban su crecimiento.
Más queso
Con la supresión del sistema de cuotas, el aumento de producción ha tenido efectos positivos en el sector de la industria procesadora, desde donde se ha desarrollado un aumento de las exportaciones de productos derivados, con la apertura de nuevos mercados o la ampliación de la oferta en otros. Entre 2011 y 2016, según datos de la Dirección General de Aduanas, la exportación de queso español pasó de 49.779 a 81.120 toneladas, un incremento del 62%. En menor medida, también se han incrementado las ventas en el exterior de yogur y nata, aunque las cifras de este último producto son más fluctuantes.
Sin embargo, ese es prácticamente el único cambio positivo. Los resultados han puesto de manifiesto que por encima de la libertad de cada ganadero para poder producir más están las condiciones globales de los mercados y los poderes dominantes en los mismos.
Desde la perspectiva de las explotaciones ganaderas, se ha pasado de las 17.090 granjas que existían en enero de 2015 a 14.424 tres años más tarde, un recorte de un 15%: el equivalente a 2,5 granjas cada día. En Galicia, la principal zona productora, en el mismo periodo se pasó de 9.606 a 7.967 explotaciones, con un recorte de 1.639 granjas (un 17% menos).
Aunque hay cierta propensión a asociar el cierre de explotaciones con la eliminación de las cuotas, la realidad es que los cierres han sido una constante en las últimas décadas. De cada seis granjas lecheras que había en España en 1997, cinco han cerrado desde entonces.
Gran parte de la responsabilidad de esa sangría la tiene la propia estructura tradicional del sector lácteo español, con cabañas ganaderas dominadas por el minifundismo (históricamente predominante en el norte del país), escasamente viables y con una población envejecida sin relevo generacional. El problema es que en la actualidad los cierres de explotaciones obedecen más a la falta de rentabilidad que al envejecimiento de sus titulares.
Ligada a la evolución de las explotaciones, en los tres últimos años el censo de animales adultos en edad productiva se ha mantenido prácticamente estabilizado en una media de 853.000 cabezas. Se ha producido algo más con igual número de vacas. En este periodo, la producción de leche en España se ha incrementado solo en una media del 5%, pasando de 6.651.000 toneladas en 2014 a 7.020.000 toneladas en 2017.
Por si fuera poco, las explotaciones y la leche siguen estando donde antes, y en el resto del país no se han cambiado las explotaciones de pollos, huevos o porcino por las de vacas lecheras. En Galicia siguen estando más de la mitad de las explotaciones lácteas (un 56,3% en 2015 y un 55% en 2018). Una situación similar se repite en Asturias (con el 12,6%) y Cantabria (el 8,5%, la misma proporción que Castilla y León). Cataluña se mantiene con el 3,5%, Madrid con el 0,3%, Andalucía con el 3,5% y Castilla-La Mancha con el 1,3%. Murcia, Baleares, Canarias y la Comunidad Valenciana siguen con su peso insignificante.
Si se atiende a la evolución de la producción, la situación es idéntica. Galicia se mantiene prácticamente en el mismo porcentaje (del 38%) y ha existido una mínima reducción en las producciones en Asturias (del 8,2% al 7,7%), en Cantabria (del 6,6% al 6,1%) y en Castilla y León, que pasa del 12,8% al 12,6%. Hay incrementos mínimos en Cataluña, Andalucía y Castilla-La Mancha, aunque siempre insignificantes como para hablar de deslocalización.
Tampoco han cambiado los precios. Tras las elevadas cotizaciones de 2014, que llegaron a situarse por encima de los 0,36 euros por litro, la crisis siguiente los puso por debajo de los 0,30 euros. Desde 2015 subieron ligeramente por la mejora general de los mercados, para situarse hoy en una media de 0,33 euros, aunque siguen lejos de los más de 0,36 euros de media de la Unión Europea.
Con o sin cuotas, los precios a la baja del sector en España siguen marcados por las importaciones, aunque más reducidas, de leche excedentaria barata del resto de los países comunitarios. Los precios a la baja no son consecuencia de un aumento de la oferta interior del 5%, sino por las importaciones.
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