Trump amenaza con un arancel de hasta el 25% sobre la importación de automóviles
México, Canadá, la Unión Europea y los países asiáticos serían los más afectados con una medida que añade presión en todos los frentes comerciales abiertos por la Casa Blanca
Donald Trump resucita una vieja amenaza. El presidente ha ordenado este miércoles que se ponga en marcha una investigación sobre las importaciones de coches –incluidos todocaminos y camionetas pickup- con la intención de aplicar un arancel de hasta el 25% si determina que ponen en riesgo la economía estadounidense. El republicano recurre así a una táctica negociadora similar a la que está siguiendo para limitar la entrada de acero y aluminio. Pero en este caso, los principales perjudicados serían México y Canadá -países con los que tiene abierta desde hace meses la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC)- y la Unión Europea -un bloque con el que también está negociando en aras de reducir su déficit comercial, una de las obsesiones del magnate-. En ambos casos, la medida supone una espada de Damocles para tratar de acelerar las conversaciones bajo la amenaza de afectar a un sector clave.
There will be big news coming soon for our great American Autoworkers. After many decades of losing your jobs to other countries, you have waited long enough!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) May 23, 2018
Trump ya anticipó esta mañana desde su cuenta en Twitter que “muy pronto” habría noticias sobre la industria de la automoción. Poco después, en declaraciones a la prensa, trazó un vínculo directo con los problemas con los que se está topando la negociación para renovar el TLC, que rige los intercambios entre Estados Unidos, México y Canadá desde 1994, y cuyo detonante ha sido la firme amenaza de la Casa Blanca de cancelarlo. “Verán de lo que hablo”, indicó lacónico, “ha sido muy difícil tratar con ellos pero les diré que al final ganaremos”. A última hora de la tarde confirmó sus intenciones en un comunicado del Departamento de Comercio de la primera potencia mundial.
México exportó el año pasado 2,3 millones de vehículos hacia EE UU, de lejos su mayor mercado: el vecino del norte, del que depende la cuarta parte del PIB mexicano, compra el 75% de los vehículos que salen de sus fábricas de ensamblaje. El sector automotor es uno de los grandes escollos en la ya de por sí complejísima negociación para actualizar el TLC: Washington quiere reducir las importaciones de vehículos terminados procedentes de México, que en las tres últimas décadas se ha convertido en la principal plataforma manufacturera para muchas empresas de origen estadounidense, y obligar a las ensambladoras a aumentar el porcentaje de autopartes procedentes de su propio territorio. El mensaje que subyace bajo esta amenaza es claro: o en la Ciudad de México y Ottawa aceptan sus exigencias, o el descarrilamiento de las conversaciones tendría consecuencias desastrosas para sus manufacturas. A primera hora de la mañana, hora de la capital mexicana, el peso -el mejor termómetro de la relación económica bilateral- apenas se resentía y perdía solo unas pocas décimas frente al dólar.
De cristalizar finalmente la medida en un arancel, más allá del país latinoamericano también afectaría a la Unión Europea y, muy especialmente, a Alemania. El 15% de las ventas de BMW y Mercedes se realizan en EE UU. También el 12% de las de Audi y el 5% de las de Volkswagen. Sería, a todas luces, un revés en la línea de flotación de estas empresas y también de sus competidoras estadounidenses, que fabrican mayoritariamente fuera del país norteamericano.
Las automotrices de asiáticas, como Nissan, Toyota, Hyundai o Kia también sufrirían con estas nuevas trabas de entrada al mercado estadounidense. De ahí que los gobiernos de Japón y Corea del Sur se hayan apresurado a decir que supervisarán la situación. Y que China, que cada vez mira más a EE UU como un mercado potencial para su creciente industria automotriz, haya agregado que defenderá sus intereses. “China se opone al abuso de las cláusulas de seguridad nacional, que puede dañar seriamente los sistemas comerciales multilaterales y alterar el orden del comercio internacional normal”, ha apuntado un portavoz del Ministerio de Comercio en declaraciones a Reuters. “Seguiremos de cerca la situación bajo la investigación de Estados Unidos y evaluaremos plenamente el posible impacto y defenderemos resueltamente nuestros propios intereses legítimos”.
En la nota de prensa hecha pública este jueves, el Departamento de Comercio de EE UU explicó que la investigación se hará basándose en la sección 232 de la Trade Expansion Act, para determinar si estas importaciones representan una amenaza para la seguridad nacional. El secretario (ministro) Wilbur Ross trabajará así en coordinación con el jefe del Pentágono, James Mattis, para llevar adelante una investigación que durará meses. Es un esquema similar al seguido en la puesta en marcha de las restricciones sobre las compras de acero y aluminio en el exterior, una medida que todavía no ha entrado en vigor para los principales socios comerciales estadounidenses, pero que también pende como una amenaza sobre las conversaciones comerciales en marcha.
EE UU produjo cerca 12 millones de automóviles y camiones en 2017 e importó 8,3 millones por un valor de 192.000 millones de dólares. De ese total, 2,4 millones de unidades prodecieron de México, 1,8 millones de Canadá y 1,7 millones de Japón. Corea del Sur rozó el millón en ventas al país norteamericano y Alemania, el medio millón, muchas de ellas a través de México. Las automovilísticas estadounidenses, por su parte, exportaron dos millones de vehículos, por valor de 57.000 millones.
“Tenemos evidencias que sugieren que, durante décadas, estas importaciones mermaron nuestra industria automovilística”, afirma Ross, que asegura que el examen de las prácticas comerciales se hará de una manera justa y transparente. El objetivo último es determinar hasta qué punto están “debilitando” la economía y suponen, por consiguiente, un riesgo para la seguridad de EE UU. "Una medida de este tipo sería claramente violatoria del TLC desde el punto de vista jurídico", apunta a EL PAÍS un abogado especialista en comercio internacional que prefiere mantenerse en el anonimato. "La duda es si Washington podría justificarlo por razones de seguridad nacional, como pretende, pero es una disposición explosiva que no se había tocado en muchos años".
El Gobierno estadounidense sustenta su sospecha en datos: las importaciones de vehículos de pasajeros pasaron a representar un 32% de las ventas hace dos décadas al 48% hoy. En el mismo periodo, la producción doméstica se redujo un 22% a pesar de que las compras de vehículos están, al calor de la mejoría económica, en zona de máximos históricos. También señala que solo un 7% de los componentes utilizados en la industria son de origen nacional.
Ross explica que su temor es que esta perdida de capacidad de producción afecte a las inversiones en investigación y desarrollo en la industria, que durante décadas fue una de las fuentes más importantes de innovación tecnológica en EE UU. Además, menciona la pérdida de empleo cualificado en un momento en el que la industria se adentra en las nuevas tecnologías de movilidad y de electrificación en todo el mundo.
Trump sigue a rajatabla, una vez más, dos principios rectores de su política: los lemas que le llevaron al mayor cetro de poder del planeta —"América primero" y "Haz América grande otra vez"— y la idea de añadir más y más presión sobre cualquier mesa de negociación que se precie. La respuesta de sus todavía socios comerciales parece, esta vez sí, a la vuelta de la esquina. Un nubarrón proteccionista más en el ya de por sí gris horizonte del comercio global.
Rechazo de Europa y Japón
El vicepresidente de la Comisión Europea, Jyrki Katainen, ha advertido de que si Estados Unidos impone aranceles a la importación de automóviles y componentes, eso "iría contra la OMC”, ha anunciado el finlandés.
También el ministro japonés de Comercio, Hiroshige Seko, ha avisado de que esto supone un peligro y una “restricción comercial extremadamente amplia”. “Estas medidas restrictivas hundirían al mercado mundial en la confusión”, continuó.
A estas reacciones también se han unido las de fabricantes que pueden verse perjudicados por la decisión de Trump, y que ya este mismo jueves se están cobrando sus consecuencias en Bolsa, donde bastantes fabricantes no estadounidenses se dejan o han dejado en torno al 33% del valor de sus títulos.
“Nadie se beneficia a largo plazo del proteccionismo unilateral”, ha lamentado de forma programática un portavoz de Volkswagen, “solo un comercio libre y equitativo garantiza la prosperidad”. En la misma línea se ha pronunciado otro fabricante alemán, BMW, “el acceso sin barreras al mercado es un factor crucial, no solo para el modelo económico del grupo, sino también para el crecimiento y el empleo en la economía mundial”.
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