Bombeo de agua para apuntalar el auge de la energía solar
Las centrales de bombeo hidráulico se perfilan como una de las claves para acompañar a las renovables. Cinco proyectos, que suman casi 2.500 MW de potencia, avanzan en su tramitación ante el Gobierno
La revolución renovable que está viviendo España necesita, con urgencia, un elemento estabilizador. Algo que evite lo ocurrido muchos domingos, cuando se ha desperdiciado un volumen no menor de energía en las horas centrales del día, en las que la suma de la generación de energías limpias supera con creces la demanda. El almacenamiento es, hoy, la pieza que falta en el puzle de las renovables. Y, aunque a largo plazo, las baterías físicas tienen todas las de ganar, hace falta una alternativa puente para llegar al momento en el que alcance su madurez tecnológica y sea plenamente viable en lo económico.
En esa transición, el agua tendrá un papel más que destacado: en un país con una orografía tan irregular como España, las centrales hidroeléctricas reversibles —también llamadas bombeos— tienen una ocasión de oro para sacar a relucir todo su potencial. Aunque caras de construir, su mecanismo es sencillo: son dos vasos conectados por un salto de agua, que sube en las horas en las que la energía es más barata y que se deja caer (generando electricidad) cuando más cara está la luz.
Ganan todas las partes: los dueños de los bombeos se anotan unos beneficios más que jugosos con el arbitraje de precios (gastan electricidad cuando menos vale y la inyectan a la red cuando más cara está); los generadores renovables pueden vender a mejor precio (más estable) y evitan los desperdicios de su electricidad; y las emisiones caen por la menor necesidad de generación fósil para cubrir la demanda en las horas pico.
“El almacenamiento de energía mediante centrales hidroeléctricas reversibles —especialmente las de bombeo puro— es clave para la explotación de un sistema eléctrico basado en producción renovable, siendo aún más relevante ante escenarios de mayor penetración de energías renovables”, reconoce el Gobierno en el borrador del Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC), todavía en fase de audiencia pública. “El desarrollo de este tipo de instalaciones permitirá ir reduciendo la necesidad de centrales basadas en combustibles fósiles, contribuyendo, por tanto, a avanzar en la autonomía e independencia energética del sistema eléctrico español”.
Miriam Bueno, subdirectora general de Prospectiva, Estrategia y Normativa en Energía del Ministerio para la Transición Ecológica, incide en que el sistema cada vez va a incluir más renovables —el nuevo PNIEC se fija el objetivo de que el 81% de la electricidad provenga de fuentes limpias en 2030— con lo que “el almacenamiento tiene un papel relevante para dar flexibilidad”. Y, entre las diferentes tecnologías, el bombeo hidroeléctrico es clave el tratarse de “almacenamiento de largo plazo, semanal o estacional”. “Es una tecnología madura ya, con una gran experiencia”, añade Bueno.
En estos momentos, España cuenta con 6.400 megavatios (MW) de potencia de bombeo. De ellos, 3.300 son puros ―que suben y bajan agua a dos embalses no conectados a ningún río y sin aporte natural— y otros 3.100, mixtos —con dos embalses convencionales conectados entre sí y aportación natural de una cuenca—. Sobre la mesa del ministerio, detalla Bueno, hay en estos momentos alrededor de 40 proyectos en fase inicial de tramitación, que sumarían otros 15.000 MW de potencia.
Hay, además, otros cinco que están en un punto de desarrollo bastante más avanzado. Son la central depuradora reversible de Velilla del Río Carrión, en Palencia, que está a la espera solo de la autorización de construcción. La central hidroeléctrica reversible y depuradora de Navaleo, en León, está pendiente también del permiso de construcción tras superar la tramitación medioambiental. Un poco menos avanzado (a la espera de la autorización previa, pero con el aval ambiental) está el proyecto Aguayo II, en Cantabria y que será el más grande del país (con casi 1.000 MW), si finalmente llega a buen puerto. Además, están pendientes de la declaración de impacto ambiental Los Guajares, en Granada; y José María Oriol II, en el municipio cacereño de Alcántara y que este diario visitó en julio pasado. Estos proyectos juntos suman 2.484 MW de potencia. El objetivo global de almacenamiento que se ha planteado el Gobierno en el nuevo PNIEC es llegar a los 22.000 MW para finales de esta década, pero de almacenamiento en general. Un epígrafe que incluye tanto el bombeo como la termosolar o las baterías, entre otros.
10.000 megavatios potenciales
“Todos los tipos de almacenamientos son necesarios”, afirma Marina Serrano, presidenta de la patronal eléctrica Aelec (Iberdrola, Endesa y EDP). “El bombeo tiene una gran capacidad para almacenamiento a largo plazo y muchas posibilidades de desarrollo, pero tiene que implementarse. Hay muchos proyectos y lo que hace falta es avanzar en el desarrollo normativo”. El potencial de bombeo en España es “muy grande, uno de los mayores de Europa, porque tenemos muchos ríos y montañas”, añade Javier Revuelta, de la consultora energética Afry. Le pone cifras: “Estamos hablando de, como mínimo, 10.000 MW de aquí a 20 años”.
Iberdrola —titular de la mayor central de bombeo de Europa en operación en España (La Muela, en la cuenca del Júcar) y que trabaja ahora en una de las cinco que están más avanzadas, la de Alcántara— refrenda el potencial de 10.000 MW. La inversión, calcula un portavoz de la eléctrica, rondaría los 8.000 millones de euros. Pero habilitaría inversiones en renovables por otros 10.000 millones, evitando el riesgo de canibalización de precios en las horas centrales del día, del que ahora solo se atisba el principio.
Este camino aparentemente de rosas, sin embargo, está plagado de espinas. Son grandes obras de ingeniería, complejas y caras, y requieren de planes a largo plazo. Los bombeos que empiecen ahora estarán listos para finales de la década. “Son, como mínimo, unos 5 o 6 años de construcción”, calcula Revuelta. “Y la gran incógnita es cuál será el coste de las baterías para entonces”. Las baterías, dice, son unos dos años de construcción. “Ese es el miedo para quien desarrolla hoy el bombeo”.
La competencia entre tipos de almacenamiento, augura el consultor de Afry, acabará siendo entre bombeos y baterías. “La gran diferencia es que mientras los primeros dan entre 10 y 20 horas, con la tecnología actual las segundas dan entre cuatro y ocho”, expone por teléfono. “Hay un consenso amplio en que en almacenamiento químico [baterías] todavía hay mucho desarrollo tecnológico posible para que baje el coste, mientras que el bombeo no”. De ahí, dice, que el riesgo futuro es que, en unos años, las baterías compitan con el bombeo y le resten ingresos. Y de ahí, también, que sea tan necesario un “régimen normativo que lo favorezca, garantizando un suelo de rentabilidad que permita a los desarrolladores devolver la deuda que asuman”.
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