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¿Recesión en EE UU, sí o no? Los indicadores sugieren un debilitamiento económico pero no una contracción

Los expertos esperan mejores datos de empleo en agosto, no sujetos a contingencias climáticas como en julio

Varias personas ante el 'MarketSite' de Nasdaq en Nueva York, este lunes.
Varias personas ante el 'MarketSite' de Nasdaq en Nueva York, este lunes.JOHN TAGGART (EFE)
María Antonia Sánchez-Vallejo

El enfriamiento de la economía estadounidense —a juzgar, por ejemplo, por los datos de empleo de julio— no debería sorprender a nadie: ese era el objetivo de la Reserva Federal cuando en marzo de 2022 empezó a subir los tipos de interés hasta alcanzar un año después su máximo en dos décadas. Si entonces se acusó al banco central estadounidense de reaccionar tarde al calentamiento de la economía, ahora se le achaca lentitud y falta de reflejos en empezar a bajar. Nadie duda que será en septiembre, pero muchos se preguntan por la cuantía (¿un cuarto de punto? ¿medio punto?) a raíz del lunes negro de las Bolsas mundiales: el Dow cayó un 2,6%, el Nasdaq Composite perdió un 3,4% y el S&P 500 se dejó un 3%. La palabra recesión ha vuelto a sobrevolar los mercados, pese a indicadores positivos como el control de la inflación (en junio fue del 3%, a un solo punto del objetivo del 2% de la Fed). Pero la mayoría de analistas creen que es prematuro, pues los indicios a día de hoy apuntan, de momento, a ralentización. En el segundo trimestre, la primera economía del mundo creció a un ritmo del 2,8%.

Varios responsables regionales de la Reserva Federal han salido a escena para tratar de calmar los nervios. Mientras la responsable de la Fed de San Francisco, Mary Daly, reafirmó que harán lo que sea necesario, su homólogo en Chicago, Austan Goolsbee, ha asegurado que si hubiera algún deterioro lo solucionarían. “El trabajo de la Fed es muy sencillo: maximizar el empleo, estabilizar los precios y mantener la estabilidad financiera. Eso es lo que vamos a hacer”, ha explicado.

Mirabaud detalla las señales de ralentización de la economía estadounidense: que el crecimiento en el tercer trimestre será por fuerza menor que en el mismo periodo del año pasado, cuando fue del 4,9%; el impacto negativo de los tipos de interés en el consumo y el débil crecimiento del empleo en julio, con la creación de “114.000 empleos, muy por debajo de los 179.000 de junio y de la previsión de 175.000″. También el PMI manufacturero, “que cayó a 46,6 en julio de 2024, desde el 48,5 del mes anterior, muy por debajo de las expectativas del mercado (48,8)”, lo que refleja la mayor contracción de la actividad del sector desde noviembre de 2023. “Se trata del vigésimo descenso de la actividad en los últimos 21 periodos, lo que pone de relieve el impacto de los elevados tipos de interés”, comenta.

Para UBS, que pronostica un crecimiento del 1,6% en 2024, es el aumento del desempleo por cuarto mes consecutivo en julio la principal señal de ralentización. “Activó la regla de Sahm, según la cual desde 1960 se ha iniciado una recesión cada vez que la media trimestral de la tasa de desempleo supera los 50 puntos básicos desde su mínimo de los 12 meses anteriores”. Pero eso no quiere decir que EE UU vaya camino de una recesión (”los riesgos siguen siendo bajos”), ya que el escenario principal de UBS es un “aterrizaje suave de la economía de EE UU, con un crecimiento que toque fondo ligeramente por debajo de la tendencia del 2%, y una mayor moderación de la inflación”.

Por el momento son pocas las firmas las que dan probabilidades de recesión. “Hasta el pasado viernes, la probabilidad de una recesión en la mayor economía del mundo era muy baja. Goldman Sachs, por ejemplo, preveía una probabilidad de sólo el 15%. Sin embargo, la publicación de cifras de empleo muy por debajo de las expectativas lo cambió todo (...) El banco estadounidense elevó sus estimaciones al 25% y JP Morgan apuesta ahora por una probabilidad del 50% de entrar en recesión”, apuntaba Mirabaud.

El desplome de los mercados mundiales parece haber sido impulsado por complejas operaciones internacionales, no por una pérdida de confianza en la economía estadounidense, escribía el lunes Neil Irwin, de Axios Macro. “No hay ninguna razón para que un aumento de 0,2 puntos porcentuales en la tasa de desempleo de Estados Unidos [del 4,1% en junio al 4,3% en julio] desencadene un colapso del 12% en el precio de las acciones japonesas, la venta que desató un día de caos en todo el mundo”. Pero al margen del informe de empleo, hay más, según el analista de Axios Macro: “Varios de los mayores valores tecnológicos bajaron porque a Wall Street le preocupa que esas empresas estén gastando demasiado dinero en IA, por ejemplo”.

Sobre el repunte del desempleo de julio, uno de los detonantes principales de la corrección, los analistas de Goldman Sachs se apresuraron a comentar que era menos peligroso que en el pasado, dado que en más del 70% procedía del incremento de los despidos temporales “que podrían invertirse y no son un buen indicador de recesión”. Y apuntaron además que reflejaba “fricciones temporales del mercado laboral, como las dificultades para encontrar empleo de los nuevos inmigrantes”.

El repunte de la Bolsa estadounidense en los últimos meses se ha basado en un puñado de valores tecnológicos de gran capitalización que están preparados para beneficiarse del auge de la inteligencia artificial. Los precios de esas acciones han sido efervescentes durante meses, pero ese efecto parece estar desapareciendo. El 18 de junio, las acciones de Nvidia subían un 181% en el año. Desde entonces, han sufrido una fuerte caída —casi un 10% en la apertura de Wall Street el lunes—, pero siguen un 107% al alza en tasa anualizada.

Para Enguerrand Artaz, de la gestora La Financière de l’Echiquier (LFDE), “la reacción de pánico de los últimos días puede ser exagerada”, por varios factores: “La corrección se produjo en un contexto de mercados muy alcistas y grandes acumulaciones de posiciones especulativas; el pésimo informe de empleo de la semana pasada [está] posiblemente sesgado por efectos puntuales, como el nivel excepcional de trabajadores despedidos en julio por motivos meteorológicos [huracán Beryl], 461.000 frente a los 41.000 de media de ese mes del año, y la información de Nvidia sobre su nuevo procesador, que se queda en el terreno de los rumores, aunque no han sido rebatidos por la empresa; no hay indicios de que el posible retraso sea suficiente para poner en peligro la trayectoria de crecimiento de Nvidia”.

“Un gran recorte de tipos de interés requiere más datos o una significativa dislocación del mercado crediticio y de momento los datos muestran un mercado laboral que se enfría de forma ordenada. Más aún, esperamos un repunte con los datos de empleo de agosto. El ciclo de flexibilización de la Reserva Federal es de normalización, no de rescate del mercado laboral”, apuntan Xiao Cui, economista para EE UU, y Frederick Ducrozet, director de análisis macroeconómico, de Pictet WM, cuyo análisis subraya la distorsión de los datos de empleo (hay además discrepancias en la medición) por el ajuste estacional del verano y el impacto del huracán Beryl. Ambos apuntan a una bajada de medio punto en septiembre solo si el paro aumenta o las condiciones financieras “se endurecen inesperadamente”. Un recorte de 0,5% supondría “un ciclo de relajación monetaria similar al de recesiones anteriores”.

“Esperamos que la Reserva Federal reduzca los tipos de interés en cada una de sus reuniones restantes de este año: septiembre, noviembre y diciembre. El informe del mercado laboral de agosto probablemente determinará la magnitud de la reducción de septiembre, ya sea de 25 o 50 puntos básicos”, señalan por su parte Michael Strobaek y Nannette Hechler-Fayd’herbe, de Lombard Odier, para quienes “cierto debilitamiento en el mercado laboral” no implica recesión (“la economía y el consumidor de EE UU están en una situación relativamente saludable y vemos riesgos limitados de recesión”, escriben este martes en una nota a clientes).

Los elevados riesgos geopolíticos —una guerra ampliada en Oriente Próximo por un enfrentamiento directo de Israel e Irán— y la incertidumbre por el resultado electoral de noviembre en EE UU también contribuyen a las turbulencias, con un escenario de volatilidad elevada en las próximas semanas. “La intensificación de las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo —la perspectiva de un posible conflicto militar a gran escala— aumenta la prima de riesgo en un entorno ya de por sí especialmente febril”, recuerda Enguerrand Artaz, de la gestora La Financière de l’Echiquier (LFDE),

“El temor al crecimiento no se limita a Estados Unidos. La debilidad de los datos mundiales se suma a las preocupaciones, con unos PMI débiles en Asia y unas esperanzas de estímulo en China que se desvanecen una y otra vez. Si a esto le añadimos algunas preocupaciones geopolíticas —las crecientes tensiones bélicas entre Irán e Israel— y una carrera cada vez más reñida por la Casa Blanca en Estados Unidos, nos encontramos ante una auténtica corrección del mercado de renta variable”, apunta Jack Janasiewicz, estratega de carteras de Natixis IM Solutions. Sobre EE UU, el analista subraya que es un poco prematuro “empezar a hablar de recesión. No cabe duda de que unos precios más bajos pueden tener un enorme efecto psicológico. Pero los inversores deben dar un paso atrás y analizar los fundamentos, que siguen siendo buenos”.

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