Los ejes de José Luis Bonet para su tercer mandato

El pasado lunes, el pleno de la Cámara de Comercio de España reeligió por unanimidad a José Luis Bonet Ferrer como presidente para un tercer mandato. El empresario catalán se enfrenta al reto de consolidar una institución que ha sido escudo durante las crisis y ahora es catapulta para impulsar las empresas y mejorar los canales de financiación. A su juicio, las empresas son la “solución a los desafíos” y están llamadas a ser las grandes protagonistas y motores del cambio. Por eso ha fijado siete ejes de actuación transformadores: además de la consolidación del sistema cameral y la defensa institucional plantea dinamizar la digitalización, la sostenibilidad, la formación, el emprendimiento y la internacionalización, una de sus obsesiones reconocidas.

Bonet asumió el cargo a propuesta del primer Gobierno de Mariano Rajoy tras crear en 2014 la nueva Cámara sobre las ruinas del antiguo Consejo Superior de Cámaras que había suprimido el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero en 2010. Bonet, una persona con pedigrí empresarial reconocido (era presidente de la firma bodeguera Freixenet desde 1999) y talante constructivo, aceptó la oferta pese a la dificultad de poner a andar un ente sin contar con el recurso cameral permanente (la aportación que debían hacer las empresas a las cámaras) que permitía financiarlas.

La nueva Cámara recuperó la naturaleza con la adscripción universal de las empresas y recibió funciones muy concretas en cuanto a representatividad y gestión de fondos europeos, pero la situación económica era complicada sin las herramientas de financiación. Se tiene que sostener con las aportaciones de los 28 vocales empresariales que forman el pleno de la Cámara (el pleno lo completan 27 cámaras territoriales, 10 ministerios, nueve patronales, dos organizaciones de autónomos y dos cámaras extranjeras), el cobro de los servicios prestados y una partida de los Presupuestos Generales.

Con esos mimbres comenzó la andadura en tiempos difíciles. Además de los coletazos de la gran recesión de 2008, le tocó bailar con el independentismo catalán en plena efervescencia. Visto en perspectiva, parece un acierto que al frente de la Cámara se colocara a un empresario catalán con discurso y predicamento suficiente. Bonet fue de los primeros en pronunciarse sobre los riesgos que confería la deriva catalana para las empresas.

Una vez superado el primer mandato y encauzado el nuevo sistema cameral, tocaba consolidarlo en el segundo, para el que Bonet se presentó sin contestación en 2018. Y en ello estaba cuando estalló la pandemia. Sin embargo, la nueva crisis sirvió para demostrar la valía del servicio de la Cámara a las empresas, sobre todo las pymes, que necesitaban máximo acompañamiento y se beneficiaron de unas instituciones que cuentan a su favor con la cercanía y la capilaridad. Ello permitió reafirmar el valor de la organización ante las Administraciones Públicas, sobre todo en la gestión de las ayudas Next Generation. Las cámaras tienen una experiencia reconocida en la tramitación de los fondos europeos, lo que ha servido para involucrarse en programas europeos como Kit Digital o Mentoring Internacional.

Al final del segundo mandato se especulaba sobre su continuidad. Con 81 años muchos pensaron que se produciría el relevo. Pero el empresario catalán tiene ánimo y cuerda para echar el resto en el proceso de consolidación y arreglar la cuestión de la financiación, que entre crisis y crisis no ha podido avanzar. La realidad muestra que los fondos que maneja no son suficientes para afrontar nuevas iniciativas. El objetivo pasa por convencer al Gobierno de que asigne una mayor cantidad sin volver al recurso cameral. Es decir, vía Presupuestos.

Eso obliga a volcarse en convencer a las Administraciones. Bonet ha trabajado de forma fluida y transparente con ellas, sin distinción de colores. Le nombró el Gobierno del PP, renovó con el del PSOE poco después de la moción de censura de Pedro Sánchez contra Rajoy y ahora vuelve a renovar con el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos. Es decir, poco sospechoso de partidismo. Al contrario, se ha mostrado siempre independiente, alejado de la política, y si ha tenido que criticar las actuaciones del Ejecutivo no le ha temblado la voz (“basta de demagogias y ensoñaciones, vayamos a salvar a la gente y a las empresas, y las que no sean viables que se reinventen” dijo en 2020, en el congreso de directivos celebrado en Valencia).