Una salida sostenible de la crisis
La situación en cuanto a desarrollo sostenible en España es penosa Puede ser que al final de 2015 cambie si la sociedad civil, empresas y administración ponemos cimientos sólidos
Puede ser una buena idea hacer una radiografía de lo bueno y lo malo de un país, observar tendencias en emisiones de CO2, contaminación del agua, ocupación del suelo, construcción en las costas, calidad del aire... Pero también, ver la desigualdad, el empleo, las ayudas sociales, la educación, la sanidad, la exclusión social o la pobreza. Si, demás, intentamos buscar indicadores de algo más complicado como la calidad de vida, la felicidad o variables más integradoras, puede ser incluso una idea mejor...
Si tratamos que este ejercicio lo hagan universidades o profesionales independientes y que sea redactado de forma que se entienda, el resultado podría ser óptimo. Por último, sería interesante no solo describir lo que pasa ahora sino intentar adivinar tendencias en el futuro, para enviar alertas tempranas sobre nuestro comportamiento y cambiar de rumbo.
Esta es la idea de varios institutos internacionales como el World Watch Institute, que publica anualmente el State of the World o el World Resources Institute. También era nuestra idea cuando creamos el Observatorio de Sostenibilidad en 2005 y, esta es asimismo la idea del informe SOS2014, presentado hace escasos días. Pretende ser una referencia anual del estado de la sostenibilidad en España.
El documento recoge 36 indicadores en la línea de los seguidos por la UE, OCDE y ONU. Se observa que los indicadores socio-económicos son casi dramáticos, que los ambientales no están mal, y los sintéticos —bienestar, felicidad, buena vida...— han sido arrasados por la crisis. Las conclusiones apuntan a que el modelo de desarrollo seguido, basado en la edificación, el consumo de combustibles fósiles para la producción de energía y el transporte por carretera, han supuesto un gran impacto para el cambio climático y a la vez un fuerte incremento de la desigualdad. Los datos inéditos de emisiones de CO2 de 2014 estimados por José Santamarta, indican que todavía estamos un 10,54% por encima de 1990, siendo los peores de la EU-28 según la Agencia Europea de Medio Ambiente. Sin duda la utilización de carbón importado en las térmicas y la falta de un modelo económico, energético e industrial alternativo están detrás de este aumento de las emisiones. Por otra parte, se observa el grave impacto social de la crisis donde se han acentuado las desigualdades sociales. El país no reduce con políticas estratégicas su desigualdad, lo que supone un riesgo inaceptable para el desarrollo, para la creación de empleo y una amenaza para la equidad social.
Otra conclusión apunta a que España no impulsa un cambio estructural en el modelo productivo con políticas activas, alineadas con las europeas, promotoras de sectores emergentes, de alta tecnología, verdes y con futuro. Esto es un reto inaplazable para la creación significativa de puestos de trabajo y la transición hacia una soberanía energética. No estamos apoyando la transición productiva y energética que nos llevaría a encontrar yacimientos de empleo. España sigue teniendo una alta tasa de dependencia energética del exterior (72,1% en 2013) y, a pesar de que posee ventajas competitivas en varias tecnologías renovables (solar, eólica, eficiencia en edificios) y ejerce (ejercía) un cierto liderazgo mundial, está desperdiciando esas capacidades que deben servir tanto para los mercados energéticos (interiores) como los tecnológicos (exportación).
"No se desarrolla una planificación territorial hacia el medio rural compatible con la conservación de la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y el paisaje"
Otra gran conclusión es que no se desarrolla una planificación territorial hacia el medio rural compatible con la conservación de la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y el paisaje. La acción política no está adaptada a estas necesidades específicas como el fomento de la ganadería extensiva, a pesar de la oportunidad que representan para reducir incendios y producir alimentos. España es el país con mayor biodiversidad ecológica de Europa debido, entre otras cosas, a los usos tradicionales que hemos dilapidado en tan solo tres generaciones. El establecimiento de la Red Natura 2000 ofreció una gran oportunidad para hacer compatible la gestión con la conservación, pero en la actualidad solamente el 11% de esos espacios cuentan con planes de gestión aprobados y no se han integrado las actividades tradicionales en esa gestión. Por otra parte, muy pocas especies disponen de planes de recuperación en todo su ámbito de distribución geográfica.
La urbanización del suelo, por su carácter de irreversibilidad, supone uno de los cambios más profundos y trascendentes. Con una tasa anual de 27.666 hectáreas, se han sustituido vegas, zonas agrícolas productivas, zonas húmedas de gran valor ecológico y superficies en primera línea de costa... El ritmo de construcción en la costa en los dos primeros kilómetros de litoral se multiplicó por cuatro en el periodo 2000-2005 respecto al intervalo de 1987 a 2000. La media de urbanización entre 1987 y 2005 fue de 8 Has/día. En menos de una generación, casi la mitad del litoral mediterráneo (un 43%) se ha convertido en artificial con sus correspondientes impacto sobre el paisaje, zonas húmedas, además de vertidos de aguas, residuos... Estos cambios pueden hacer colapsar el sector turístico, que es clave.
Finalmente, se han incluido indicadores sintéticos, que aunque no estén totalmente aceptados, están llamados a sustituir el PIB, entre ellos el de la OCDE de una vida mejor o el de la felicidad de Naciones Unidas. De su análisis se observa cómo la crisis ha arrasado “la buena vida” y la felicidad en los últimos años. España es el país, junto con Grecia, que más puestos ha descendido.
La crisis ha arrasado “la buena vida” y la felicidad en los últimos años
Algunas de las recomendaciones son automáticas y marcan una posible hoja de ruta para ser más sostenibles: son inaplazables los objetivos de disminuir la desigualdad social, adaptarse al cambio climático, mejorar la educación, mantener la sanidad pública, aumentar los presupuestos en I+D, optimizar el ciclo de los recursos y reducir la contaminación. También es imprescindible evaluar las políticas y que no sean contradictorias. No se puede quemar más carbón y pretender emitir menos. No se puede invertir menos en I +D y hablar de un nuevo modelo productivo. No se pueden bajar las inversiones en educación y pretender mejorar en las clasificaciones. Otras son menos evidentes. Por ejemplo, es una oportunidad que los ahorros derivados de la bajada en el precio del crudo registrada en 2014 se destinen a mejorar la eficiencia energética y a un relanzamiento de los esfuerzos en innovación tecnológica. O que se acelere la puesta en marcha del autoabastecimiento y la energía distribuida.
Es muy probable que, si bien la corrupción es un problema importante, sea mucho más grave la falta de visión a la que nos han llevado muchas de las políticas seguidas. Estamos en los últimos puestos en educación o en presupuestos I+ D de los países de la OCDE, las desigualdades son crecientes en la sociedad, así como los costes en construcciones de infraestructuras megalómanas, como las radiales en Madrid, las docenas de aeropuertos o puertos sin utilización, los cientos de miles de casas vacías, o los miles de kilómetros de AVE (¿En realidad es tan importante que seamos los primero del mundo en kilómetros de alta velocidad?). Por ello, es urgente, como señala Stiglitz, que las políticas públicas y decisiones empresariales se alineen con los objetivos de la sociedad. Y ahí, muy probablemente, habrá que tener en cuenta estos indicadores y cómo se miden.
Esta es la sombría foto de principios de 2015. A finales de año haremos otra y esperamos que sea mejor. Es posible que 2015 sea el año del desarrollo sostenible, pero no por las reuniones internacionales —Addis Abeba (financiación), Nueva York (Indicadores de desarrollo sostenible) y París (cambio climático)— sino porque la sociedad civil, las empresas y las administraciones pongan cimientos sólidos y trabajemos en una salida sostenible de la crisis.
Fernando Prieto es doctor en Ecología y director del Observatorio de la Sostenibilidad
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.