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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ferlosio y Pollán, vuelta y revuelta en la Gran Vía

La lección de dos maestros en la presentación de los ensayos completos del autor de ‘Las semanas del jardín’

José Andrés Rojo
Rafael Sánchez Ferlosio, el día de la presentación de sus ensayos completos en Madrid.
Rafael Sánchez Ferlosio, el día de la presentación de sus ensayos completos en Madrid.FERNANDO ALVARADO (EFE)

En uno de sus libros, God & Gun, de 2008, Rafael Sánchez Ferlosio apunta una observación que describe con bastante exactitud lo que hizo junto a Tomás Pollán el pasado jueves en Madrid durante la presentación de la primera entrega, Altos estudios eclesiásticos (Debate), de sus ensayos completos. Estaban convocados a sostener una conversación y alguien podía haber presumido que tratarían de los contenidos de este volumen, incluso ellos mismos anunciaron que iban a ocuparse sobre todo de dos cuestiones, de los “índices escatológicos” de un relato y del principium individuationis. Y lo hicieron, efectivamente, pero de aquella manera.

Lo que Ferlosio destacaba en aquel pasaje de God & Gun era lo que hacían unas diminutas figuras que El Bosco había pintado en una zona de la tabla derecha de El jardín de las delicias: deslizarse “felices por la superficie de una laguna helada". Y apuntaba: “El que patina va y viene como quiere, a la velocidad que quiere y todo el tiempo que quiere sin ir a parte alguna, pero, sobre todo, gozando corporalmente a cada instante durante el ejercicio”.

Pues eso: Ferlosio y Pollán se sentaron y empezaron a deslizarse de un lado a otro, se movían con desenvoltura, deteniéndose de tanto en tanto en este o aquel detalle, recordando antiguas citas, comentando un par de cuadros, recuperando la sabiduría de algunos maestros antiguos (Orígenes) y no tan antiguos (Deleuze). No iban, ni ganas que tenían, a parte alguna. Seguían hurgando en las palabras por puro gusto y para continuar, incansables, explorando sus sentidos.

Hubo un momento en que Ferlosio se acordó de Napoleón cuando este sentenció delante de los cadáveres de un campo de batalla que todo eso lo remediaba una noche en París. Estaban hablando del individuo como realidad única e irrepetible, y resultaba necesario llamar la atención sobre “la infamia de la sustitución”, sobre la familiaridad del poder con la idea de reemplazar a unos por otros.

El desolador paisaje de un campo de batalla con los cuerpos destrozados de manera irreparable, y el gesto displicente de Napoleón: nada de esto importa, la Historia avanza y puede acabar de un plumazo con todas esas historias particulares, simples notas a pie de página de su marcha irreversible. Eran detalles como estos sobre los que Ferlosio y Pollán reparaban el otro día como quien no quiere la cosa.

Porque de eso se trataba al fin y al cabo, de celebrar el prodigio de la prosa de Ferlosio, que existe porque ha recorrido este y aquel episodio, porque los ha llevado al límite, porque los ha rodeado y les ha sacado el jugo, porque los ha ido colocando dentro de una sucesión para que alcanzaran mejor sus sentidos. Se juntaron en la Gran Vía para tratar de los textos de gramática del autor de Las semanas del jardín, pero en realidad hicieron una puesta en escena del arte de disfrutar con la amistad y las palabras, de habitar ese tiempo “en el que cada instante está en sí mismo y no en función de un antes y un después”. En el mejor estilo de los maestros más heterodoxos.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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