Cinco deseos (+1) para 2016
Confieso que en el mundillo gastronómico convivimos con productos y conductas que no son de mi agrado. Aunque algunos parece que se encuentran en lento retroceso, a otros les aguarda todavía un largo recorrido. Empieza un nuevo año y mi único consuelo es pensar que si mis deseos no se cumplen en 2016 se realizarán en 2017 o poco después.
Café TorrefactoNo sé si en algún momento erradicaremos un producto que en Europa resulta desconocido. Ignoro si es bueno o malo para la salud, lo único que tengo claro es que desde un punto de vista gastronómico es una absoluta aberración. Me refiero a los granos de café tostados con azúcar que por efecto de un lento requemado se tornan negros como el carbón. Una adulteración que acentúa sus tonos amargos, no genera más crema, convierte en negras las infusiones y obliga a añadir leche y azúcar a cualquier espresso para poderlo tomar. Un café “typical spanish” que nos cuesta desarraigar. Todavía en ciertos paquetes expuestos en las grandes superficies pueden leerse frases equívocas “Café mezcla 50%”. Por supuesto, no son dos tipos de café de orígenes ilustres, Colombia o Etiopía, como podría imaginarse, sino una mezcla de café torrefacto y sin torrefactar al 50%, procedentes de una única variedad de segunda calidad, tipo “robustas” de Uganda o Vietnam. Afortunadamente, los gustos cambian y gracias a los esfuerzos de entidades como el Forum del Cafe y a la machacona pasión de numerosos baristas, aumenta el número de bares y restaurantes donde se ofrecen cafés de calidad. ¿Erradiquemos el torrefacto en 2016, y descubriremos los aromas y sensaciones de los grandes orígenes de tueste natural?
Panes pequeños Mi cruzada en favor del buen pan viene de antaño. Aunque la oferta en parte de la hostelería ha mejorado, aun nos queda por recorrer un largo camino. Me agradan los restaurantes que cortan a la vista grandes hogazas en el último momento, piezas de corteza crujiente y migas aromáticas. Por el contrario, me contrarían las bandejas de panes pequeños, precocidos y congelados, insípidos y resecos que se convierten en corcho al llegar a la mesa. Recuerdo el comentario que hace bastantes años me hizo en una entrevista el desaparecido panadero parisiense Lionel Poilâne :”Igual que un arquitecto nunca puede hacer un gran proyecto si diseña una caseta para perros, un panadero tampoco consigue nada destacable con panes de pequeña dimensión. Los panes necesitan un tamaño mínimo para desarrollarse y fermentar”. #Noalospanespequeños es la etiqueta que utilizo en twitter.
Aceite sintético de trufas Hay que decirlo alto y claro: todos los aceites de trufa son de laboratorio. Si proceden de dos moléculas idénticas a las que poseen las trufas blancas (bismetiltiometanoy la tartufimetilio) que contienen dos vegetales (repollo, alcachofa), serían aceites tolerables porque el organismo genera las enzimas necesarias para digerirlos. Si derivan de una molécula del petróleo, la formalina, que por su menor precio arrasan en el mercado, hay poco que decir. En diciembre de 2012 viajé a Italia a visitar Appennino, una empresa seria. Poco después expuse mis impresiones en este blog:
Los aceites de trufa blanca y los intereses de las multinacionales
Meses antes, en febrero de 2012, varios miembros de la prensa creamos una asociación sin estatutos para declarar nuestra encendida enemistad hacia este producto. De momento los aceites sintéticos de trufa triunfan en malos locales y estropean tortillas de patata, carpaccios de marisco, arroces y platos de pasta. Una grasa impropia de la buena cocina ¿Conseguiremos arrinconarla en 2016?
Vinagres balsámicos Llevan tiempo asociados a la cocina vulgar. Un castigo recurrente que ayuda a terminar platos a golpes de biberón. Por supuesto, las glasas de vinagre balsámico no tienen nada que ver con el auténtico vinagre de Módena tradicional. Se elaboran con vinagres corrientes, caramelo, glucosa, maltosa y dextrosa y se utilizan para decorar filetes, adornar pescados, dibujar líneas, puntos, flores y festones en postres y helados. Un pésimo aderezo sin recorrido que desearía que tuviera los días contados.
Cocina en televisión ¿Conseguiremos no asistir en 2016 a la presentación de ningún programa de cocina más? Confieso que he perdido mi capacidad de juicio, una vez que se han convertido en el cuento de no parar. Este es mi último gran deseo para 2016. Sígueme en Twitter en @JCCapel
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