“Ya no puedo viajar a EE UU”
Los lectores de EL PAÍS opinan sobre las medidas de Trump en sus primeras semanas como presidente
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Kursoh Khan-Afshar Mohammadi (Madrid)
La nueva medida antiinmigratoria del presidente Trump, encaja en una serie de medidas que el partido republicano lleva realizando de forma paulatina y constante que he podido comprobar directamente.
En mi primera visita a EE UU en 2007 por razones de un curso, me bastó con un ESTA, documento electrónico que permite la entrada a este país para los ciudadanos, entre otros, de la UE. En mi segunda visita también por la misma razón en 2011, necesité un costoso trámite de 3 meses para obtener un visado de trabajo temporal, aunque el objetivo de mi viaje era un curso profesional. Para mis visitas familiares, al menos dos veces al año, seguía usando el ESTA. Hasta que al principio del 2015 recibí un correo del consulado de EE UU en Madrid de la invalidación de mí ESTA y obligación de solicitar un visado de no inmigrante debido al cambio de la ley y por haber nacido en Irán, uno de los países afectados por dicha ley. A partir de entonces al entrar en EE UU me llevan a un cuarto aparte para hacerme unas preguntas triviales tras retenerme media hora. Con la última medida del presidente ya no puedo viajar a EE UU.
No me cabe duda que tras los tres meses de esta medida temporal, vendrán otras todavía más restrictivas, lo que me recuerda las medidas graduales que sufrió la población judía por los Nazis: primero llevar una estrella amarilla, luego confinados en guetos y por último el desastre innombrable. Aquí me veo etiquetado como terrorista siendo ciudadano, aunque europeo, nacido en uno de los países de la lista negra estadounidense.
¿A qué estrategia exterior pertenece esta serie de medidas? ¿A dónde llevarán? ¿Qué cambios geopolíticos planea EE UU en el Oriente Medio y África? La minoritaria reacción de los grupos proderechos en EE UU no parece contener a los republicanos. Algo me dice que seremos testigos de acontecimiento que nos afectarán a todos.
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Xus Do Mar (Girona)
No parece que el principio de amistad entre los pueblos anime la voluntad política de Trump en estos primeros días. México, Canadá, China y la Unión Europea ya han sufrido sus salidas de tono, pero sobre todo sus decisiones. En el caso europeo, Trump ha propuesto como embajador ante la Unión a un antieuropeísta forofo del Brexit y agorero del Euro. La Unión ha rechazado el nombramiento. La provocación es evidente y lógicamente Bruselas ha rechazado el nombramiento.
Trump recibe a May, elogia a Putin y critica a Merkel. Su línea de acción no está clara, pero sí lo están sus filias y sus fobias. Ha comenzado su andadura provocando, en un intento de afianzar su apoyo popular y también como forma de echar un órdago, porque como ha dicho el mexicano Carlos Slim, Trump no es ‘Terminator’ sino ‘negotiator’.
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Javier Luceño (Madrid)
La nueva ley de inmigración de Donald Trump que consiste en no dejar pasar a inmigrantes de países musulmanes a Estados Unidos ha causado un gran revuelo. Nadie quiere que en su país entre gente que cause conflictos. Pero pensemos en la otra cara de la moneda: si todos los países hicieran como este, no podrían ir a ninguno y, por tanto, estarían condenados a quedarse en un país en guerra en el que mucha gente morirá, en vez de emigrar a uno en el que al menos, se pueda dormir tranquilo. Por favor, ¡demos una oportunidad sin prejuicios!
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Maria Olga Santisteban (Vizcaya)
La puerta del sueño americano. Durante casi 6 décadas (1892-1954) esta pequeña isla a la sombra de la estatua de la libertad, en el puerto de Nueva York, recibió casi 12 millones de inmigrantes que buscaban una vida mejor, atraídos por lo que llamaban ‘la tierra de la libertad’. Se calcula que casi la mitad de la población actual estadounidense desciende de aquellos que querían más calidad de vida y un futuro mejor para ellos y sus familias. Toda una aventura que debían de recorrer para alcanzar dicho sueño; la mayoría lo conseguía… después de grandes sacrificios, hay un muro de ‘honor’ en dicha isla que recuerda a muchos por los que allí pasaron. No parece que corran en la actualidad demasiados buenos tiempos para aquellos que busquen el sueño americano. Al menos para aquellos que no simpaticen con la nueva administración republicana a cuya cabeza está el nuevo presidente Donald John Trump con unas ideas que se acercan peligrosamente a la xenofobia. “América para los americanos” ha proclamado, olvidándose precisamente de los verdaderos nativos americanos. Toda una serie de despropósitos en sus primeros pasos como gobernante de esa ya lejana tierra, de esa isla de Ellis.
Luis Soldevilla (Madrid)
Las medidas que Trump ha tomado con el cierre de fronteras a siete países musulmanes tienen mucho que ver con el “América primero” que tanto le caracteriza. Este tipo de política ha tenido a lo largo de la historia muy malas consecuencias. En la Gran Depresión, Estados Unidos fue el primero en iniciar el proteccionismo elevando los aranceles, a lo que el resto de países respondieron con medidas similares. El resultado fue la desintegración de la economía internacional, poniendo paso al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Con esto, una cosa está clara: la política de Trump tiene muy malos antecedentes históricos.
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Javier Sáez-Benito (Zaragoza)
Los políticos pueden mentir, manipular y algunos incluso corromperse. También pueden intentar influir en el poder judicial, politizándolo o denostándolo. Si a esto le quitas la política, aparece un populista, que siempre va mucho más allá. No solo insinúa la parcialidad de un juez, directamente le amenaza por Twitter, no solo dificulta la investigación de posibles delitos, directamente exige que no se investiguen.
En realidad le da igual que se investiguen o no, o que anulen o no un decreto suyo, solo busca la confrontación para aumentar más si cabe nuestro sectarismo, que es lo que le ha llevado hasta donde está.
El populista dice poder enderezar el mundo levantando muros, liberar a un pueblo creando o blindando fronteras o eliminar las desigualdades sociales de este siglo con fórmulas proteccionistas del pasado. Y todo sin política, con debates endogámicos cuyo único protagonista principal acaba siempre siendo él mismo, porque no busca votantes a los que engañar y manipular, busca seguidores y detractores que siempre le pongan en el centro de este falso debate político.
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Maria Frades (Madrid)
¿Y si Donald Trump fuera lo que necesitaba la sociedad para trasladar de nuevo el debate al ámbito cotidiano, para replantearnos los principios y valores actuales? Una forma de despertar a tanta gente ya cómodamente asentada en su entorno, asumiendo que sus valores occidentales eran compartidos por todos, y hacer que sea necesario volver a reafirmarlos, en las redes, en las calles, en los bares. Un impulso para la unión del resto de fuerzas en una sola y en la misma dirección: la defensa de los derechos humanos.
El desafinado sonido de un instrumento que hace que pierdas la concentración de la melodía armoniosa, tranquilizadora y con efecto somnífero que solían ponernos, e involuntariamente tu oído se dirija hacia los otros instrumentos de la orquesta que tratan de salvar el concierto. Un punto de inflexión con un efecto totalmente opuesto al deseado por él mismo. Una revolución.
En cualquier caso, las consecuencias de sus políticas dependerán de él, su poder es innegable; pero también de la reacción de la sociedad internacional y de la opinión pública, también de la forma en que se asimilen pasivamente, o todo lo contrario. O tal vez sea esta solo una reflexión que busca alimentar la esperanza que aún nos queda en la humanidad, en la que creía ya evidentes esos valores.
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