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Ropa transparente y justa: deseos a los cuatro años del derrumbe de los talleres del Rana Plaza

En el aniversario de la tragedia en Bangladesh, donde murieron más de mil personas, ONG instan a informar sobre el origen de nuestra ropa y atenuar la desigualdad salarial en el sector textil

Activistas reclaman  justicia cuatro años después del desplome del Rana Plaza, en el lugar de la tragedia en Bangladesh.
Activistas reclaman justicia cuatro años después del desplome del Rana Plaza, en el lugar de la tragedia en Bangladesh. STR (AFP)
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Ya eran muchos los que denunciaban las condiciones de los trabajadores en fábricas textiles asiáticas, pero el golpe de realidad llegó para todos hace cuatro años. El 24 de abril de 2013 se desplomó el edificio Rana Plaza de Dacca, la capital de Bangladés. Esta rotura de cimientos se saldó con 1.134 muertes, unos 2.000 heridos y la certeza de que la ropa que viste a Occidente esconde explotación e inseguridad laboral. En el aniversario de la tragedia, organismos como Human Rights Watch (HRW) o Oxfam Intermón exigen transparencia a las marcas y estrechar los márgenes salariales que conducen a la desigualdad.

Una tarea complicada. La deslocalización y la subcontratación de servicios añaden peldaños a la línea de control empresarial. Y si se endurece la inspección en uno, se traslada a otro. Conclusiones que ya se habían alcanzado en dos desastres previos: el incendio de la factoría Ali Enterprises en Pakistán y el de Tazreen Fashion en Bangladés, ambos en 2012. En total, más de 350 personas perdieron la vida. En su momento, la opacidad ni siquiera permitió saber para quiénes trabajaban las víctimas, y a los defensores de los derechos de los empleados les tocó investigar recogiendo muestras con etiquetas o preguntando a los testigos.

¿Ha cambiado esto en el último lustro? Según el documento de HRW Siguiendo el hilo: la necesidad de transparencia en la cadena de suministro de la industria de la indumentaria y el calzado, que insta a las empresas del sector a entregar información sobre las actividades corporativas, a finales de 2016 al menos 29 empresas habían facilitado datos sobre la elaboración de sus productos. Una coalición de sindicatos y organizaciones de defensa de derechos humanos avaló el compromiso de transparencia y valoró el avance.

“La apertura en la cadena de suministro de una empresa es mejor para los trabajadores, favorece los derechos humanos y demuestra que a las empresas les interesa prevenir los abusos en sus cadenas de suministro”, enfatizó Aruna Kashyap, asesora legal de la división de derechos de la mujer de Human Rights Watch, tal y como recogió el observatorio. “Un nivel básico de transparencia en la cadena de suministro de la industria de la indumentaria debería ser la norma en el siglo XXI”, incidió.

HRW se puso en contacto con 72 empresas (13 de ellas, líderes) y afirma que 17 estarán cumpliendo con los estándares mínimos para finales de 2017. Del resto, cinco incumplen los mínimos por poco, 18 están progresando, siete dando pasos “modestos” y 25 se han desmarcado, negándose a asumir el compromiso. “Adoptar el nivel mínimo de transparencia estipulado en el Compromiso es importante para la de rendición de cuentas”, expresó Judy Gearhart, directora ejecutiva de International Labor Rights Forum. “Las empresas pueden hacer mucho más, pero al menos deberían empezar con esta medida básica”.

Comprar ropa de comercio justo se convierte en un auténtico acto de reivindicación y rebeldía contra las malas prácticas del sector Juanjo Martínez, responsable de las Tiendas Ciudadanas de Comercio Justo

Entre las que se han responsabilizado a publicar información sobre los proveedores, llevar a cabo prácticas comerciales éticas o ejecutar lo establecido en los Principios Rectores de la ONU sobre las Empresas y los Derechos Humanos están, por niveles, Adidas, C&A, Nike o Levis (las que lo cumplen totalmente), Columbia o Benetton (en “la dirección correcta”); Mizumo y Abercrombie&Fitch (“pasos modestos”) y Primark, Carrefour, Desigual o Hugo Boss (ningún compromiso). Escogiendo algunas compañías significativas.

A esta campaña se le ha sumado otra. Oxfam Intermón ha redactado un informe sobre la situación alcanzada en este tiempo y sobre la necesidad de un comercio justo. La organización internacional destaca que el gobierno bangladesí firmó un Acuerdo para la Seguridad en Edificios y Contra Incendios en 2013 y que aumentó el salario mínimo en un 77%. “Insuficiente, pero encaminados hacia algo dignos”, evalúan. El marcaje de las autoridades a los agentes sociales o la presión que ejercen las transnacionales complica, no obstante, las mejoras.

Como contrapeso han presentado No les rebajes, una iniciativa que ejemplifica proyectos donde el trabajador es la prioridad. “¿Por qué importa que el comercio sea justo?”, se cuestionan. Porque, señalan, los beneficios corporativos no siempre se reparten de forma equitativa. “La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) reconoce que las ganancias no llegan a quienes se encuentran en los últimos eslabones de las cadenas de producción. Son los colectivos más vulnerables –marginados y/o sin cualificación– quienes quedan fuera de las oportunidades de desarrollo económico, social y humano asociadas al comercio internacional”, afirman.

“El comercio justo es un sistema que intenta fortalecer la posición de quienes están en los últimos puestos, reequilibrando desigualdades y procurando que más personas tengan mejor acceso a las oportunidades que el comercio genera. Es un sistema basado en el diálogo, la transparencia y el respeto que busca una mayor equidad en el comercio internacional, prestando especial atención a criterios sociales y medioambientales”, agregan. “Y contribuye al desarrollo sostenible, ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de las personas trabajadoras más vulnerables”.

Dentro de esta alternativa empresarial, indican, ya se engloba a más de 1.200 organizaciones y 1,65 millones de personas en 75 países. “De todas ellas, 250 grupos y organizaciones se dedican al sector textil y la artesanía, y la mayoría de sus integrantes son mujeres”, detallan. “A nivel mundial, las ventas crecieron un 16% en 2015 respecto a 2014, llegando a los 7.300 millones de euros. También la llamada prima de comercio justo –una suma de dinero adicional que reciben las organizaciones productoras para invertir en la comunidad– sigue la misma tendencia, en aumento desde 2012 y alcanzando la cifra de 138 millones de euros en 2015, un 30% más que en 2014”.

Las cifras para España que muestra la Coordinadora Estatal de Comercio Justo (CECJ) en el periodo comprendido entre 2000 y 2015 también son esperanzadoras: las ventas han pasado de apenas 10 millones de euros a casi 35 millones, creciendo a un ritmo más o menos constante, incluso durante la actual crisis económica. “Comprar ropa de comercio justo se convierte en un auténtico acto de reivindicación y rebeldía contra las malas prácticas del sector. Quienes elegimos consumir este tipo de productos tenemos la oportunidad real de influir para que las grandes cadenas de la moda aseguren condiciones dignas en sus cadenas de valor: con los trabajadores y trabajadoras, con los clientes y con el planeta”, ha apuntado Juanjo Martínez, responsable de las Tiendas Ciudadanas de Comercio Justo, a miles de kilómetros de la tragedia que sacudió una de las vigas de nuestra conciencia. Reconstruirla pasa por la transparencia, la igualdad salarial y la justicia, caiga o no en efeméride.

El ejemplo indio

Creative Handicrafts y otras asociaciones de fabricación textil en el país asiático han empezado a emplear prácticas laborales justas y equitativas.

A Shakuntala Sanjay le habría encantado ir a la escuela. Nunca tuvo esa oportunidad. Por eso, fantaseó con que sus hijos, cuando los tuviera, no se perdieran ese privilegio. A los 23 años nació su única hija. Ahora tiene 21 y ha terminado sus estudios. Envidia que sepa leer desde pequeña y su soltura en un montón de habilidades que a ella le fueron negados. Con 44 años, no obstante, se puede vanagloriar de llevar más de dos décadas en un grupo de confección. Sin saber coser, la mano tendida le llegó desde Creative Handicrafts, organización de comercio justo que apuesta por dar empleo a la población para favorecer la independencia económica individual.

Grupo de mujeres, Creative Handicrafts.
Grupo de mujeres, Creative Handicrafts.

Mujeres vulnerables, migrantes de zonas rurales o sin acceso al mundo laboral, son las mayores beneficiadas. Con el sistema de castas vigente de forma implícita, la dificultad de algunos estamentos sociales de escalar hasta un puesto ordinario y con ingresos suficientes es una quimera para los escalones más bajos de la pirámide. Si nos fijamos en el sector textil, tal y como ha analizado Oxfam Intermón para la campaña No les rebajes, encontramos que existen “faltan graves de seguridad y salud en los centros de trabajo”. La asociación sindical es limitada (sólo está representada por un 4% de los asalariados) y el trabajo forzoso constituye uno de los problemas más graves. “En la fase de tejido aún se recluta a mujeres jóvenes campesinas a cambio de la promesa de un buen sueldo”, avisan desde la organización. “La realidad es que estas trabajadoras soportan horas de trabajo excesivas, sufren casos de acoso y abuso sexual, e incluso violaciones”. A pesar de la regulación internacional y las normas estatales, la falta de aplicación y control lleva a miles de personas a sufrir estas vejaciones.

No es el caso de Guddiya Subhash. A sus 26 años ya tiene tres hijos. Contrajo matrimonio de forma ilegal con 15 y ahora trabaja en el mismo grupo que Nadar de Creative Handicrafts. “El trabajo no te saca necesariamente de la pobreza. Hace que tu familia deje de pasar hambre o te permite un sitio donde vivir. Pero lo que te saca realmente de la pobreza es tener una educación para tus hijos. Porque eso les permite moverse al siguiente nivel económico”, asiente junto a su compañera, según las declaraciones recogidas por Oxfam Intermón.

Con 1.311 millones de habitantes y un crecimiento del 7,9% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2015, según cálculos del Banco Mundial, los ingresos de la población india oscilan entre “lo medio y lo bajo”. Llegando a situarse en menos de un dólar al día, marcador del umbral de la pobreza, para millones de personas: “India ocupa el puesto 131 de 188 en el Índice de Desarrollo Humano de 2016 (IDH). Su IDH es de un 0,624 (2015), habiendo mejorado un 45,7% entre 1990 y 2015. Sin embargo, cuando este dato se ajusta a la desigualdad del país, su índice se reduce hasta un 0,454, pierde un 27,2% de desarrollo y retrocede hasta la posición 135 de 151 países sobre los que se calcula este índice”, señala el estudio.

La existencia de ocupación informal es otro de los puntos clave. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) subraya que es uno de los países con tasas más altas de empleo irregular. Esto conlleva la exclusión del sistema de protección y seguridad social y también de su contribución pública. “Los últimos datos de empleo del país apuntan a una tasa del 51,9% en 2016, del cual un 81% es empleo vulnerable, es decir, trabajo autónomo y trabajo familiar no remunerado”, resaltan en el informe. “El trabajo infantil entre 5 y 14 años alcanza el 12%, con el impacto que puede tener en la escolarización y educación”.

“Muchas mujeres no tienen confianza en sí mismas. Una de las principales dificultades es afrontar el ego de los hombres. Muchos no las dejan trabajar fuera de casa, beben mucho, se gastan el dinero… Afrontan situaciones muy difíciles”, declaraba Anjali Takpire en el terreno. Su ejemplo es paradigmático en esta mejora de condiciones gracias a un trabajo más equitativo: empezó con 18 años y con 50 ya ha pasado por un puesto directivo. Mejor aún: sabe leer los ojos de las nuevas. Y eso infunde respeto, confianza y una calidez impensable para el 25% que representan las mujeres en el pastel laboral indio.

Porcentaje que asciende hasta el 60% en el sector del textil y de confección, segundo por volumen del país, después de la agricultura. Su alcance engloba a 45 millones de personas de forma directa y 60 de forma indirecta, suponiendo un 4% del PIB. De estas, apenas un 20% dice no haber escuchado ni padecido amenazas o abusos. Por eso, aunque una cantidad aceptable esté a gusto (65%), la mayoría (un 88%) preferiría que sus hijos no trabajaran en él. Para darle la vuelta a esta sensación está Creative Handicrafts, pero también Rajlakshmi Cotton Mills Ltd, Craft Resource Center o Co-optex, EMA. Todas unidas en la red del comercio justo que ahora promueve Oxfam Intermón con la campaña ‘No les rebajes’ y que busca, desde la India o cualquier otra parte del mundo, la “libertad y poder” de los seres humanos.

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