Dignidad para los tugurios de Maputo
La arquitectura en los barrios chabolistas actúa de atenuante contra la gentrificación, la precariedad o la violencia urbana
Expatriados, trabajadores e inversores del sector energético y consultores de organismos internacionales desfilan por un apartamento en alquiler de la calle Mateus Sansao Muthemba, en pleno centro de Maputo, la capital de Mozambique. Es una de las propiedades que Claudia Matsombe, una agente inmobiliaria de 35 años, realquila a través de AirBnB. “El piso vale unos 120 euros la noche. Pero para estancias largas puedo llegar a sacar 3.000 euros mensuales”, explica la mozambiqueña.
Situado en una de las venas de lo que se conoce como la Cidade de Cimento, o lo que fue el antiguo casco colonial de Maputo, cuenta con aire acondicionado, dos suites, ventanas con telas mosquiteras, una terraza, personal de limpieza y tele por cable. La calle está perfectamente asfaltada. Limpia. Conectada con todo tipo de facilidades y transporte regular. Cerca de restaurantes internacionales, heladerías, centros culturales, supermercados, sucursales bancarias, clubes nocturnos y preciosos atardeceres con vistas al Océano Índico desde el paseo marítimo de la Marginal. “Estos pisos, que antiguamente eran de los colonos portugueses, pasaron a manos de familias mozambiqueñas humildes tras la independencia. Hoy, esas familias viven en barrios locales como Alto Maé, donde pueden pagar entre 400 y 700 euros de alquiler, y sacan un rendimiento económico de estas propiedades a través de arrendamientos a extranjeros”, cuenta Matsombe, intermediaria entre estos propietarios y los inquilinos. Como en tantas otras calles de los céntricos barrios de Polana o Sommerschield, la vida parece un espejismo que alimente el mercado inmobiliario y la gentrificación de una urbe al alcance de un puñado de privilegiados.
Sin embargo, cerca del 80% de los residentes de Maputo —de un total de 1,2 millones de habitantes— vive en barrios informales situados en la periferia, o lo que se conoce tradicionalmente como la Cidade de Caniço, por los materiales con los que se construían las casas durante la época colonial. Aquí, la deficiencia en infraestructuras y servicios como la canalización adecuada del agua, la falta de recogida de basuras o de alcantarillado (que solo cubre el 30% de la ciudad), la precariedad de las viviendas y la baja empleabilidad de sus habitantes, dibujan una imagen bien diferente del tejido social que ocupa el centro de la ciudad. Estos suburbios son la cara más devota de la urbanización de la pobreza.
Esta capital tiene uno de los peores índices de pobreza urbana de África, según Cities Alliance, con una rentas per cápita de una media de entre 5 y 58 euros mensuales. Se construyen barracas con techos de chapa sujetados por ruedas de automóvil rotas a un ritmo del 1% anual, un crecimiento urbano bastante inferior al de otras ciudades africanas, pero que plantea serios problemas. Cuando la liberalización del suelo y las dinámicas de urbanización ponen en riesgo el derecho a una vivienda digna para la mayoría de la población, varias ONG trabajan in situ para dignificar la vida de las comunidades.
El derecho a la tierra en suelo urbano
“Un tercio de los conflictos entre vecinos en los barrios informales de Maputo son consecuencia de la falta de títulos de tenencia de tierras y la inexistencia de límites legales de parcelas”, explica Ana Cubillo, coordinadora de los proyectos de Arquitectura Sense Fronteres (ASF) en Maputo. Según la portavoz de la asociación, que trabaja en el barrio de Chamanculo C desde hace dos años, apoyar a la población local para conseguir formalizar sus viviendas y parcelas es un paso indispensable.
Tener un título legal es salvaguardia contra la especulación. A pesar de que los mozambiqueños pueden optar a un título de Derecho de Uso y Aprovechamiento de la Tierra (DUAT) que permite construir y vivir en un espacio por un periodo prorrogable de cincuenta años, la realidad es que el 70% de los residentes de Maputo no tienen formalizado su DUAT. Esto es, la mayoría de la población corre riesgo de perder sus casas.
Una de las condiciones para poder adquirir títulos de las casas es una buena accesibilidad. ASF ha trabajado para conseguirla junto al Ayuntamiento de Maputo, el apoyo financiero del Ayuntamiento de Barcelona y de la cooperación italiana y el asesoramiento gratuito a las comunidades por parte del Colegio de Abogados de Mozambique. “En cinco manzanas del barrio o quarteirões, delineamos, a través del diseño participativo, la ampliación de tres nuevas calles”, explica Cubillo. Así, 300 familias se han beneficiado de un proyecto piloto que pretende ser aplicable a otras calles de la ciudad.
Además, muchos vecinos han cedido parte de sus parcelas en beneficio de la creación calles que facilitarán un mejor espacio público en el barrio. “No se les ha compensado económicamente, porque en muchos casos ellos habían ocupado terrenos para construir sus casas previamente. En tres años había desaparecido una calle entera en el área en la que trabajamos", señala Cubillo. También se han reconstruido y mejorado los muros que delimitaban parcelas individuales, fosas sépticas, letrinas y pozos.
Algunos de los principales tugurios de la ciudad, ubicados en zonas de menor elevación, corren riesgo de inundación debido a la subida del nivel del mar y tienen más probabilidades de sufrir las consecuencias del cambio climático. “Ampliando las calles entre ochenta centímetros y dos metros y medios o tres, estamos facilitando que el agua pueda filtrarse mejor, pero también que el aire pueda circular con más facilidad”, apunta la portavoz. En un entorno con falta de electricidad en el que el carbón vegetal y la leña representan un 81% de la energía consumida, la amplitud de calles es una necesidad para la convivencia, para la mejora de la planificación urbana o para la reducción de los conflictos vecinales, pero también tiene un impacto directo en la mejora de la salud pública.
Una vez los títulos de propiedad están adquiridos, las necesidades de los residentes cambian. “Cuando hay una seguridad de que nadie nos puede echar del lugar en el que vivimos, porque poseemos legalmente el derecho de vivir allí, podemos empezar a invertir en mejorar nuestra casa y nuestra calidad de vida”, asegura Cubillo.
El derecho a una vivienda digna
DUAT en mano, los residentes de los barrios más humildes de Maputo podrán empezar a perseguir un correcto acceso al agua, la electricidad o las infraestructuras de saneamiento necesarias. “Los barrios marginales de los países en vías de desarrollo se caracterizan por viviendas de mala calidad, acceso inadecuado a la infraestructura social y técnica, y hacinamiento”, argumenta Johan Mottelson, director de Casas Melhoradas, un proyecto de construcción de casas de bajo coste que Arquitectos Sin Fronteras de Dinamarca está implementando desde 2011 en varios suburbios maputenses.
Este proyecto ha diseñado un modelo de vivienda que utiliza el escaso espacio disponible por cada familia en los barrios densamente poblados para obtener una casa de dos plantas. “Nuestro proyecto reinterpreta la práctica de la construcción vernácula en los barrios de bajos ingresos, utilizando un proceso de construcción optimizado. Experimentamos con sistemas de construcción sencillos, consistentes en elementos de madera ligeros, prefabricados en talleres locales y transportados a mano”, cuenta Mottelson. Estas ‘casas mejoradas’, que mezclan madera, chapas de zinc y bloques de hormigón para hacer vertical el proceso de urbanización, pueden comprarse o alquilarse a precios asequibles. “El alquiler de una de nuestras casas puede costar entre 27 y 54 euros al mes”, explica este arquitecto danés.
Pero, la subida repentina de los alquileres ha hecho que muchos vecinos, incluso en barrios empobrecidos como Polana Caniço, hayan tenido que irse desplazando a lo largo de su vida en función de los precios de la renta. Por eso, Casa Minha, un modelo de negocio social de desarrollo urbano que ha alojado a su primera inquilina en febrero de 2017, lleva una década buscando alternativas. “Los residentes en nuestras casas vivirán un cambio muy importante en sus vidas al adquirir una casa formal, con materiales duraderos y un diseño que cumplirá los estándares de habitabilidad europeos", sostiene Alfonso Cabrillo, uno de los socios de esta start up fundada por un ingeniero civil, un médico especializado en salud pública y un planificador urbano. "Aprovechamos ventilaciones cruzadas e iluminación natural para hacer las casas agradables y reducir el gasto energético. Además, el hecho de disponer de un baño cerrado con saneamiento y agua va a suponer un enorme cambio en la vida de los vecinos”, añade.
Comprar una de estas casas cuesta unos 55.000 dólares, pero el inversor asegura que vendiéndolas a ese precio podrán facilitar una vivienda a otra familia local de bajos ingresos que se alojará en una especie de casa melliza. “Nuestro plan es construir 130 casas en un plazo de cinco años, aunque si conseguimos financiación podemos construir muchas más”, dice Cabrillo, quien reconoce que uno de sus objetivos es no solo construir casas sino rediseñar las calles del barrio para que puedan llegar los servicios, ambulancias o bomberos. "Nuestro proyecto no aspira a cambiar todos los barrios informales de Maputo, pero sí mostrar un camino a seguir", agrega.
La arquitectura puede contribuir enormemente a que Maputo sea una ciudad social y medioambientalmente sostenible. Tal y como admite Ana Cubillo: “lo que hacemos unos y otros puede ser muy complementario, y será muy importante para mejorar los barrios más pobres de la ciudad”.
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