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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El siglo XXI empieza a ser otra cosa

La campaña electoral francesa confirma que algo chirría de manera alarmante en las retóricas heredadas del siglo anterior; ese pueblo inmaculado y auténtico quizá ya no sea tan inmaculado ni tan auténtico

José Andrés Rojo
Enfrentamiento entre bolcheviques y el ejército ruso en Petrogrado
Enfrentamiento entre bolcheviques y el ejército ruso en PetrogradoGETTYIMAGES

Como ha habido mucho barullo esta última temporada en el país vecino, resulta lógica la tentación de volver a aquel viejo libro del historiador François Furet Pensar la Revolución Francesa. “El siglo XIX creyó en la República. El siglo XX cree en la Revolución”, escribió allí. No dijo nada, claro, sobre lo que pasaría después, sobre qué diablos fuera lo que va a terminar marcando al siglo XXI. Algunas señales empezaron a llegar muy pronto, como el ataque a las Torres Gemelas de septiembre de 2001, y otros cambios drásticos parece que empiezan a barruntarse ahora: el Brexit, Trump y, en como signo de resistencia en la otra dirección, Macron.

No es posible todavía pronunciarse sobre lo que esto va a significar a largo plazo, así que solo queda la opción de barruntar lo que se empieza a dejar atrás. “La historia de la Revolución Francesa ha sido una historia de los orígenes y, por lo tanto, una historia de la identidad”, explicaba Furet en aquel trabajo. Es decir, que durante mucho tiempo después existió ese afán por identificarse con sus héroes y con aquellos acontecimientos que ocurrieron durante los intensos años que se iniciaron en 1789. “Los bolcheviques rusos tuvieron siempre presente esta filiación, antes, durante y después de la Revolución Rusa”, apunta.

Ahora, un siglo después de que los bolcheviques conquistaran el poder, y con todo lo que se ha ido sabiendo del proyecto totalitario que pusieron en marcha, quizá haya llegado el momento de empezar a poner en cuestión la eficacia del resorte emocional que conecta aquellos dos enormes momentos históricos. Y que permite reconocer quiénes son los auténticos e inmaculados, y quiénes los perversos y corruptos. O lo que es lo mismo: rendirse de ese pueblo cargado de ilusiones y de futuro que irrumpe y liquida, en un caso, a Luis XVI y al Antiguo Régimen y, en el otro, a Nicolás II y al imperio zarista.

La Revolución fue cosa del siglo XX, según Furet, y lo que se asoció emocionalmente a esa Revolución fue una violenta reclamación de menos privilegios y más justicia e igualdad. El pueblo auténtico e inmaculado ha votado en el siglo XXI, en cambio, por el Brexit y por Trump, y a punto ha estado de darle el poder al Frente Nacional. Habrá que ver por tanto si esa secuencia sigue sirviendo, y este pueblo sigue igual de inmaculado y auténtico e insiste en su antigua reivindicación: menos privilegios y más justicia e igualdad. ¿Va a satisfacer sus anhelos Trump, ahora que ha procedido a desmontar el Obamacare, que dejará sin asistencia sanitaria a millones de personas sin recursos?

La campaña electoral francesa ha venido a confirmar que algo chirría de manera alarmante en las retóricas heredadas de la centuria anterior. Y que ese pueblo inmaculado y auténtico quizá ya no sea tan inmaculado ni tan auténtico. Por eso conviene no caer en la trampa emocional. ¿Pueblo? ¿De qué pueblo está hablando?

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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