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La paradoja y el estilo
Columna
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¿Se marchará Cristiano?

Los barcos de Ronaldo han ido creciendo en espectacularidad, eslora y escándalo cada año

El yate alquilado por Cristiano Ronaldo, el 8 de julio en Formentera.
El yate alquilado por Cristiano Ronaldo, el 8 de julio en Formentera. GTRESONLINE
Boris Izaguirre

Casi me ahogo con el abordaje al barco de Cristiano Ronaldo por unos agentes de Aduanas, dependiente de la Agencia Tributaria. Primero, me ha sentado como un jarro de agua fría enterarme de que el barco es alquilado. Ya sé que es mejor disfrutar del barco de tus amigos que tener uno propio, pero es que no me calza que Cristiano, que es el más rico de la isla de Madeira, no sea propietario ni de una chalana. Después, ¿puede haber un momento más aguafiestas que una lancha negra, de la Agencia Tributaria, apareciendo en una de las calas más chic de Formentera dispuesta a cerciorarse de que está todo en regla con tu yate alquilado? Además, con tu mamá y tus amigos asistiendo perplejos a la "visita". Desde luego que no. Recordé la vez que esa misma Agencia le hizo lo mismo a la baronesa Tita Thyssen, pero no fue en alta mar sino en el puerto, que resulta más discreto. En Juan y Andrea, el chiringuito donde Ronaldo tomaba mucha agua embotellada con Georgina, se hacían apuestas con que los tres agentes que subieron a bordo eran todos del Barça. Los clientes celebraban o se entristecían con que Ronaldo, tras considerar esto una humillación, estaría sopesando un brexit duro del Real Madrid.

Hay que recordar que los barcos de Cristiano han ido creciendo en espectacularidad, eslora y escándalo cada año. Y que cada verano en la proa de esos navíos parecía un set publicitario de ropa interior masculina, chicazos mimetizándose con el rey del fútbol, exhibiendo abdominales, depilación extrema y calorías buenas a un punto que este verano debieron llamarles la atención e introdujeron a un blandisexy, como llaman ahora a los gorditos en las piscinas municipales. Estas vacaciones la familia portuguesa, que obviamente no se alimenta igual que Ronaldo y Georgina, ha tenido que ver lo que jamás se imaginó: inspectores de la Agencia Tributaria en shorts y gruesos calcetines negros trepando al yate como corsarios. Una influencer, persona influyente, de Formentera me ha dicho que en la mini isla desean que con este abordaje Cristiano se aleje hacia otra costa del Mediterráneo. ¿Mykonos?

En la otra orilla, en América, preocupa más mantener a flote la presidencia de Trump. Y el affaire del hijo del presidente con la abogada rusa Natalia Veselnitskaya, a la que señalan como infiltrada, es como otra vía de agua en el Titanic tras chocar con un iceberg ruso. El asunto podría demostrar que la campaña de Trump empleó información privilegiada de los rusos contra Hillary Clinton y ha puesto de moda la palabra "infiltrada" en EE UU. Puede que la verdadera infiltrada sea Melania Trump, una agente centroeuropea en la Casa Blanca. Melania, que sabe nadar y guardar la ropa, combina los verbos ser y estar. "Porque es y está infiltrada", me comentó socarrona mi amiga de Formentera.

Carlos de Inglaterra y la duquesa de Cornualles saludan a los Reyes, el pasado 12 de julio en Londres.
Carlos de Inglaterra y la duquesa de Cornualles saludan a los Reyes, el pasado 12 de julio en Londres.efe

Otro lío de parejas ha sido el no beso entre los Reyes de España y los duques de Cornualles. Forma parte ya de esta deseadísima visita de Estado, que fue pospuesta dos veces y que arrancó el miércoles con un titular del Times anunciando que el exrey Juan Carlos podría competir en amantes con el mismísimo Julio Iglesias. La revista Vanity Fair bromeó con que esta información, proporcionada por uno de los periódicos más monárquicos del mundo, serviría de tema de conversación durante la cena de Estado con la reina Isabel. Pero la verdad es que las diferentes tradiciones, conducir unos por la izquierda y otros por la derecha, chocaron cuando Carlos y Felipe no acertaron en cómo besar a Camila y a Letizia. Una colisión múltiple. Un momento awkward, como dijo la prensa inglesa, tan inconveniente como el saludo de los policías tributarios en el barco de Ronaldo. Una amiga de Miami señala que el problema está en que Carlos no lleva bien que generaciones más jóvenes se hagan reyes mientras él continua como Príncipe de Gales y eso pone más nerviosos a los monarcas jóvenes, que tampoco saben cómo tratarlo. Superado ese escollo, poco después, Felipe logró impactar, esta vez sí, un besazo en la purísima mejilla de Isabel II. Las inglesas, tan pragmáticas como evitadoras del contacto físico repentino con desconocidos, recurren a aparatosos sombreros para dificultar cualquier acercamiento o intromisión en su zona de confort. Intromisión que podría haberse evitado, como la que se produjo en el barco alquilado y zona de confort de Ronaldo I, rey de los goles.

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