La creatividad, la capacidad de resolver problemas que debes fomentar en tus hijos
Los niños son esencialmente creativos. Podemos desarrollar aún más esta aptitud si les enseñamos a ser críticos y a perder el miedo al rídiculo y a equivocarse
Cuando pensamos en creatividad es común asociar el concepto con las artes plásticas. La creatividad no es sólo aplicable a la pintura o la música, entre otras. Estas serían más bien algunos de los productos de una personalidad creativa. La creatividad es una capacidad cognitiva que impregna la personalidad, es una forma de ser y de pensar, una forma diferente de procesar la información y transformar la realidad.
También hay una creencia generalizada sobre que es un concepto que se tiene o no, es decir, uno es creativo o no lo es. Sin embargo, si bien es cierto que hay personas más creativas que otras, lo primero que me gustaría aclarar es que es una aptitud susceptible de ser desarrollada y también de ser inhibida. Por tanto, con la estimulación adecuada es una aptitud que puede favorecerse.
Muchos autores hablan de que hay una serie de características que definen el estilo de personalidad creativo: la curiosidad, la asunción de riesgos, el gusto por la dificultad, la imaginación, la independencia del juicio externo, la flexibilidad, el cuestionamiento de la norma y de la autoridad, la alta tolerancia a la frustración y a la ambigüedad, el entusiasmo o pasión, la intuición, la iniciativa, el inconformismo, una alta sensibilidad y la apertura a nuevas formas e ideas definirían a grandes rasgos a la persona creativa.
Y de la misma manera que no existe una única inteligencia, sino múltiples siguiendo al psicólogo Howard Gardner:
“La creatividad no es una especie de fluido que pueda manar en cualquier dirección. La vida de la mente se divide en diferentes regiones, que yo denomino ‘inteligencias’, como la matemática, el lenguaje o la música. Y en una determinada persona puede ser muy original e inventiva, incluso imaginativa, en una de esas áreas sin ser particularmente creativa en ninguna de las demás”.
No es difícil darnos cuenta que la mayoría de los niños son esencialmente creativos si no nos empeñamos en lo contrario. Es decir, partimos de una muy buena base para favorecer aún más ese potencial y que llegue a traducirse en una herramienta eficaz para gestionar sus vidas, porque la creatividad es por encima de todo la capacidad de resolución de problemas y de innovación, ingredientes ambos imprescindibles para transitar una vida plena, dotada de sentido.
No debemos pues, despreciar esta capacidad y sí tratar de desarrollarla en nuestros hijos. La cuestión es cómo:
- Dos conceptos básicos: espacio y tiempo. Espacio donde el niño pueda expresarse sin límites y de diferentes formas, un espacio destinado a ello, donde el orden, lo formal, la norma no sea imperativa, un espacio del que el niño pueda apropiarse. Y tiempo, tiempo libre de estructura, tiempo de juego, tiempo para inventar, para aburrirse, tiempo para generar la necesidad de hacer, tiempo. Nuestros niños de hoy disponen de muy poco de ese tiempo sin reloj.
- Respeto por sus ideas, es decir, dar valor honesto a sus ideas y creaciones, porque ello les motivará a seguir y potenciará la capacidad de generarlas. Cuando mostramos un respeto sincero por las ideas de nuestros hijos, también les estamos enseñando a respetar las de otros, no es posible enseñar respeto si ellos no son respetados.
- El juego debe ser lo menos dirigido posible y desde luego, lo menos interrumpido posible. No valoramos la importancia del juego en la infancia, hemos interiorizado que lo verdaderamente importante es la competencia académica, los deportes, los aprendizajes formales. Sin embargo, nada tiene más valor para el desarrollo sano y armónico de un niño que el juego. Es la forma en que los cachorros aprenden la vida. Si se extorsiona con demandas que a nosotros nos parecen más importantes, estamos obstaculizando el ritmo natural de la vida, su evolución. En todo caso, nuestro papel debería ser más el de “mecenas”, favoreciendo los materiales y estímulos que ellos demanden.
- Si hay algo clave en el desarrollo de una personalidad creativa es el pensamiento crítico, el criterio propio, la auténtica independencia del juicio externo. Cuando nuestros hijos nos preguntan qué nos parece un dibujo solemos responder que nos encanta y que es precioso. Sin embargo, esta bienintencionada respuesta hará que cada vez más dependan de la opinión ajena, aunque sea la nuestra. Propongo devolver la pregunta y saber qué les parece a ellos su propia creación. De esta forma estamos transmitiendo que su opinión sobre lo que él ha creado es lo verdaderamente valioso, no la nuestra que en definitiva, siempre será un juicio de valor. La verdadera autoestima no se construye con halagos y desde fuera.
- Educar a un hijo en el cuestionamiento es tarea ardua que a veces se puede volver en contra nuestra, sin embargo, no es posible la independencia del juicio externo, ni una mirada de cambio sobre la realidad, si no es a través de cuestionarla. Y ello nos incluye. Apoyar a nuestros hijos a que cuestionen las cosas, no dando nada por hecho. Hemos evolucionado gracias a quienes cuestionaron lo establecido. Es la diferencia entre el pensamiento productivo y el reproductivo.
- Alejemos al niño de estereotipos y generalizaciones que solo son atajos que tienen el poder de tranquilizarnos creando un espejismo mental de certezas. Los estereotipos simplifican la realidad, la reducen, la vuelven plana y gris y no nos permiten conocer los matices que la hacen rica y compleja. Y especialmente los de género porque ahondan en una herida social, profunda y difícil de erradicar. Si tu hijo quiere jugar con bebés o hadas, no solo debes favorecerlo, sino también tapar las bocas de quienes se atrevan a juzgar o predecir bobadas. La igualdad de género o se aprende desde el principio o suele ser tarde para incorporarla.
- Exponerles a nuevas y diferentes experiencias, lugares, viajes y también incorporales en las tareas domésticas y cotidianas más sencillas. Todo suma y se adquieren nuevas habilidades y aprendizajes.
- Muéstrale respeto por lo diferente, admiración incluso. Nos han inculcado que a lo distinto hay que temerlo o rechazarlo, pero solo es miedo, otro prejuicio más. Lo diferente enriquece y aporta riqueza en tanto amplia nuestra visión del mundo. Nuestros hijos aprenderán eso sólo si lo ven en nosotros.
- Ayúdale en la toma de conciencia del aquí y ahora y en la observación de los detalles. Hay mucha belleza en lo pequeño, en lo cotidiano: jugar a buscar formas en las nubes, buscar mariquitas entre la hierba, observar cómo mueve el rabo el perro feliz o cómo anochece. La vida es un bufete libre donde los estímulos están al alcance de la mano y ellos están estrenándolo.
- Forzar conexiones entre elementos que no la tienen: en los momentos aburridos, como los viajes en coche, mejor no tirar de pantallas y jugar a palabras encadenadas o a encontrar similitudes entre dos cosas antagónicas. Hay mil opciones de estos juegos.
- He dejado para el final una pieza clave, posiblemente la más importante de todas para favorecer el desarrollo creativo en nuestros niños: ayudarles a no tener miedo a hacer el ridículo ni a cometer errores. Ambos inhiben de forma dramática la capacidad para crear y les repliegan tristemente a lo común, lo conocido, lo repetido, en definitiva, lo mediocre, el refugio de los que tienen miedo a equivocarse, de los que no arriesgan, de los que convierten su vida en una suerte de guión prefijado y repetido, impulsados por una inercia sin pasión ni sentido, aterrados por la posibilidad del vértigo que produce salirse de dicho guión y hacer de su vida un viaje fascinante.
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