¿Pillados en la cama? Cómo hablar con tu hijo sobre lo que ha visto
Los padres deben explicar la situación desde la naturalidad y la honestidad, ser receptivos a las preguntas de los niños y contestarlas de forma sencilla y adaptada a su edad
Por la noche muchos padres hacen el ninja. Acuestan a los niños, les dan un beso en la frente, se miran entre ellos y los besos cambian de receptor para hacerse más íntimos, mojados y sedosos. Llegan a la cama, bajan la persiana y se quitan la ropa. Atrás quedaron el estruendo, los gritos y el desgarro de años anteriores. Ahora son movimientos en mute para no alterar los sueños ajenos. Hay poco tiempo y los segundos se aprovechan. Y cuando el acto está a punto de ser culminado, en el marco de la puerta está Bruno, de 6 años: “¿Qué hacéis papis? ¿Por qué estás encima de mamá? ¿Qué son esos ruidos?”, lanza el niño en voz alta. A la escena le prosigue una tormenta de nervios. La madre se viste como puede, abraza a Bruno y lo lleva a la cama: “Peque, mañana hablamos. No es nada malo. Toca dormir”. Ella vuelve a la habitación, se restriega los ojos con las manos y dice: “¿Y mañana qué narices le decimos?”.
Para la psicóloga Gema Castaño lo mejor es que al día siguiente se hable de lo ocurrido con la mayor naturalidad y honestidad posibles. No es fácil, pero hay que poner empeño. En esa conversación, explica, los padres tienen que estar abiertos a las preguntas de sus hijos y, aunque puedan resultar incómodas, deben contestarlas de la forma más sencilla y directa posible. “Es muy importante no mentirles ni contarles falsas historias (adiós a los bebés los trae la cigüeña de París), ya que una relación de apego segura se construye sobre la confianza y la sinceridad”, asegura.
Pero, ¿cómo se hace eso? “Si nuestro hijo o hija está en Educación Infantil, podemos poner ejemplos sobre las muestras de afecto que utiliza con sus amigos y amigas porque el sexo consentido es una expresión de nuestros afectos”, señala Castaño. Según ejemplifica, se les puede explicar de la misma forma que como él o ella disfruta abrazando o besando a sus amigos, los adultos también tienen necesidades de contacto. Para la psicóloga, sobre esta edad, se les debe hablar de las diferentes partes del cuerpo, y como gusta que algunas partes se toquen más que otras: “Es valioso inculcarles el respeto hacia el propio cuerpo y hacia el cuerpo de los otros, y también trabajar el no”. Si los hijos son más mayores, Castaño considera que en esas conversaciones se pueden introducir otros conceptos como el consentimiento, el placer obtenido con uno mismo o en la exploración de otro cuerpo, así como los diferentes tipos de relaciones sexuales (para que no reduzcan la idea de sexo a la penetración). La psicóloga, además, incide en que lo ideal es que el niño o la niña no necesite vernos para recibir esta información.
Para la maestra Lourdes Jiménez García lo aconsejable es empezar a tratar la sexualidad con naturalidad entre los dos y cuatro años: “Lo ideal es que los niños y niñas aprendan a reconocer los órganos sexuales y sus funciones lo antes posible, evitando así que sean la televisión, internet u otros amigos los que lo expliquen”.
La sexóloga Esther Martínez Moreno, de Iniciativa Sexológica y Acción Social (In|Sex), asociación que lleva a cabo servicios de consultoría, investigación, asesoramiento y formación, considera como otra clave fundamental hablarles a los menores sobre la intimidad: “Tal vez, si nos pillan es porque no están muy claros los límites de los espacios públicos, privados e íntimos en nuestro hogar”. Martínez Moreno asegura que establecer los límites de lo privado y de lo íntimo está ligado directamente con el modelo de familia que se quiera crear: “En muchas familias es natural ir desnudos por casa y en otras, esto pertenece al ámbito de lo íntimo”. Pero, señala, esto no solo tiene que ver con el cuerpo o la sexualidad: “También otras conductas pueden ser íntimas y no las queremos compartir con nadie, como es escribir un diario, cantar delante de un espejo o escuchar nuestras canciones favoritas”.
La sexóloga defiende que si se adapta el lenguaje a la edad los niños, estos suelen comprender lo que ocurre sin dificultad: “Si nos preocupamos y creemos que los niños han visto solo la unión de genitales y que eso, además, puede asustarles partiremos desde el susto o desde el miedo para hablar con ellos”. Así que aconseja que los padres y madres destierren la creencia de que los menores se han podido asustar. Martínez Moreno recomienda hablarles en un espacio cómodo y seguro, con poco ruido ajeno y cero interruptores de atención de por medio, y conversar a partir de las preguntas que tengan que hacer los niños. Y si no las tienen, la experta aconseja algunas frases que se les pueden decir: “Anoche nos sorprendiste mientras estábamos compartiendo un tiempo de intimidad…” y, a partir de ahí, entablar una charla en la que se escuche y responda a sus dudas. “Si atendemos a lo que nos dicen, una vez que hemos encauzado la conversación desde la sorpresa y no desde la preocupación, es más que probable que los sorprendidos seamos nosotros; porque suele ocurrir que hay mucha distancia entre lo que vieron, lo que creyeron ver y lo creemos que creen que han visto”.
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