Provocación innecesaria
El presidente de EEUU agita las tensiones en la zona al reconocer Jerusalén como capital de Israel
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La relación de amistad y alianza de EE UU e Israel ha sido extraordinariamente positiva para la supervivencia del Estado judío que nació de las cenizas morales de la II Guerra Mundial. Pero ningún inquilino de la Casa Blanca había decidido trasladar la Embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén (como acordó el Congreso en 1995) por las tensiones que causaría reconocer esta ciudad como capital de Israel, cuando alberga lugares sagrados no solo del judaísmo, sino también del islam y de distintas ramas del cristianismo. Y porque los palestinos aún reivindican su parte oriental como capital del Estado que reclaman, pese a que fuera ocupada en 1967, en la Guerra de los Seis Días. La comunidad internacional nunca asumió la soberanía israelí de ese territorio, aunque Rusia reconoció en enero la capitalidad israelí de Jerusalén.
El presidente Donald Trump ha vuelto a prescindir de toda prudencia y, en un guiño a sus votantes más radicales, ha decidido lanzar una más de sus andanadas en un escenario que es un auténtico barril de pólvora. Sin escuchar los ruegos y súplicas de líderes políticos y religiosos de todo el mundo, Trump provoca así abiertamente a la comunidad palestina y, por extensión, a toda la comunidad árabe de Oriente Próximo, donde los equilibrios ya están muy resentidos tras la guerra de Siria, los movimientos de refugiados, el enfrentamiento entre suníes y chiíes, el terrorismo islamista y los habituales conflictos en Cisjordania y Gaza.
Su provocación en una zona en la que operan tantos factores de desestabilización está marcada por la arbitrariedad y un alto grado de irresponsabilidad, habida cuenta de que el traslado de la Embajada, como señala el propio Trump, tardará años en producirse. Al agitar las tensiones en la zona y socavar las expectativas legítimas de los palestinos, que han aspirado a alcanzar la solución de los dos Estados por los que la comunidad internacional ha luchado infructuosamente durante décadas, Trump obstaculiza innecesariamente los esfuerzos que se hacen por encontrar una solución al conflicto.
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