¿Quién es "la Inés"?
El que en un mensaje no figure el nombre de una persona no significa que esté ausente de él
El anuncio de un desodorante para los zapatos mostraba a finales de los años noventa la imagen de un hombre de cintura para abajo, vestido con unos pantalones de esmoquin y calzado con zapatillas blancas de deporte. En la parte superior se podía leer: “La persona más popular de España está dejando de decir ‘te huelen los pies”.
En aquel tiempo, las listas de discos más vendidos recogían la canción Te huelen los pies, compuesta y cantada por una figura del espectáculo que entonces presentaba además el programa El juego de la oca ataviado con esmoquin y con zapatillas blancas de deporte. Su popularidad se agrandó gracias a que protagonizaba también la serie Médico de familia.
Cualquiera que viviese en España durante aquellos años habrá recordado el nombre de Emilio Aragón. Este actor y cantante demandó a la empresa del anuncio por uso indebido de su imagen. Pero el Supremo desestimó el 30 de enero de 1998 los argumentos de Aragón, arguyendo que no se daba una reproducción visible de la figura humana identificada o identificable, “en definitiva, su cognoscibilidad”.
A mi entender, aquí chocan el sentido jurídico y técnico de la sentencia y el sentido ético de la comunicación.
El hecho de que en un mensaje no figure el nombre de una persona no significa que ésta se halle ausente de él. Si dijéramos “el autor de Cien años de soledad fue un ladrón”, difícilmente se podría oponer que no se ha insultado a García Márquez. Porque, una vez conocido el contexto suficiente, el cerebro humano no tiene más remedio que establecer esa vinculación.
La pasada semana, el actor independentista Toni Albà escribió este tuit (en catalán): “Cuando la Inés va en ruta, las pelotas fuera chuta (…), se disfraza en la gruta, en demócrata se transmuta, sueña que votos escruta y exclama ¡míos!, la mala puta”.
Como en el caso de Emilio Aragón, el apellido “Arrimadas” no aparece, y en eso se ha escudado el actor catalán para evadir su responsabilidad tras las críticas recibidas. Pero cualquier español que esté al tanto de la actualidad se habrá formado de inmediato la idea de quién es esa “Inés”. Las referencias al escrutinio de los sufragios y el hecho de que Inés Arrimadas apareciese en la encuesta del CIS como la candidata más apoyada activan también un contexto que se relaciona de inmediato con el texto de Albà.
Y además entra en juego ahí el denominado “juicio de probabilidad”: ¿qué otras personas llamadas Inés pueden ser relevantes en relación con ese tuit?
Si uno llega a una isla desconocida y ve una cigüeña completamente negra, ¿qué probabilidad hay de que crea que todas las cigüeñas de esa isla son completamente negras? ¿Y si ve dos? ¿Y si ve nada más llegar las tres únicas cigüeñas negras de toda la isla? Si las cigüeñas se pusieron de acuerdo para lograr ese efecto, incurrieron en el pecado de engañar mediante el juicio de probabilidad.
El cerebro suele asumir la primera idea que sugiere un mensaje, aplica la ley del mínimo esfuerzo. Y por eso se vulnera la ética —cuando menos— al emitir textos destinados a su interpretación más fácil y a dejar la segunda lectura para una activación disculpatoria del propio autor. Porque en tales casos nunca se llega a desvanecer la primera, que fue entendida por el público y almacenada en su memoria.
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