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Algunas soluciones para frenar la ‘epidemia’ que matará más que el cáncer

Especialistas de todo el mundo proponen iniciativas para atajar la resistencia a los antibióticos, un fenómeno que puede acabar con 10 millones de vidas al año en 2050

Esta imagen de guantes colgados es la ganadora del concurso de fotografía del 18º Congreso Internacional de Enfermedades Infecciosas.
Esta imagen de guantes colgados es la ganadora del concurso de fotografía del 18º Congreso Internacional de Enfermedades Infecciosas.Trent Herdman
Pablo Linde

Quienes hoy tienen 80 años nacieron y pasaron su infancia sin antibióticos. En una vida han visto cómo su uso se extendió, cómo han salvado a millones de personas —quizás también a ellos mismos— y ahora, cómo su abuso está disminuyendo su eficacia. Hasta el punto de que las infecciones pueden volver a ser una de las principales amenazas para la salud pública.

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“Si unos extraterrestres nos mirasen desde el espacio se preguntarían qué especie puede ser tan estúpida. Somos los humanos”, ironizaba el profesor Lindsay Grayson, de la Universidad de Monash (Australia), durante el Congreso Internacional de Enfermedades Infecciosas, que se ha celebrado durante los primeros días de marzo en Buenos Aires (Argentina). En todas las jornadas del encuentro ha habido ponencias dedicadas a la resistencia de los antibióticos, un problema que para 2050 causará más muertes que el cáncer si no se toman medidas drásticas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Y durante todo el congreso se han abordado soluciones a esta emergencia sanitaria. “Si la comparamos con un incendio, podríamos decir que se está expandiendo sin parar. Y para frenarlo no necesitamos solamente helicópteros, sino también cortafuegos”, reflexionaba Grayson. Su propuesta es centrarse más en frenar las infecciones que en buscar métodos para vencer a las resistencias. “Si no las controlamos, el futuro va a ser sombrío”, aseguraba.

Los cortafuegos que propone Grayson pasan por extremar las precauciones en los centros hospitalarios, que son los lugares donde se suelen producir y propagar las infecciones más graves. “Es necesario mejorar la higiene de manos; también la limpieza del centro, y esto pasa por mejores condiciones para quienes hacen este trabajo, que están muy mal pagados; hay que cambiar el diseño de los hospitales y que haya un baño para cada paciente. Dirán que esto es carísimo, pero el precio a la larga va a ser mayor”, exponía.

El problema es que las bacterias, por el contacto con los antibióticos, su mal uso y su abuso, generan distintos mecanismos de resistencia; las medicinas van perdiendo eficacia y son necesarias otras nuevas y más tóxicas para hacerles frente. Se calcula que cada año ya mueren en el mundo unas 700.000 personas por este fenómeno.

Un experto propone más limpieza en los hospitales y que cada paciente tenga su propio baño para evitar infecciones

Pero además de evitar las infecciones, hay otras aproximaciones para atajar el asunto. Uno de los grandes problemas es que al ganado se le suministran cantidades ingentes de antibióticos. Aunque en la Unión Europea están prohibidos para potenciar el crecimiento, muchos otros países lo siguen haciendo. La recomendación de la OMS es erradicar esta práctica y restringir el uso de estos fármacos a animales que estén realmente enfermos. Sin embargo, estudios moleculares han mostrado que la transmisión directa de las resistencias de animales a humanos puede ser menos importante que otras, como las que se dan en el contagio entre personas. Los residuos que la industria farmacéutica vierte en sus fábricas de China e India son señalados como otra fuente de resistencias.

Aunque hace falta más investigación para conocer en su totalidad la naturaleza del problema, como señala un reciente estudio, en el congreso celebrado en Buenos Aires los investigadores se han centrado en el uso de antibióticos por parte de profesionales y sus pacientes. “El problema en los animales no nos debe distraer de la acción que debemos tomar en la salud humana, el uso racional de medicamentos y la prevención de infecciones”, reclamaba Alison Holmes, especialista del tema en Reino Unido. Todavía cuesta extender la regla básica: solo hay que tomar este tipo de fármacos si los prescribe un médico. Y no son efectivos contra los virus, así que nada hacen contra una gripe o un resfriado, en contra de lo que cree casi la mitad de los europeos, según varias encuestas.

Holmes reclamaba el papel protagonista del personal sanitario para liderar esta concienciación, con especial mención a la enfermería. “Son el grupo de personal más numeroso; hay que mejorar su papel a la hora de prescribir antibióticos”, afirmaba.

Más allá de las campañas y la concienciación, que los expertos consideran crucial, en el congreso se reclamó el papel de la tecnología para mejorar las dosis de antibióticos. “Es algo a lo que no le hacíamos mucho caso, se prescribían tres al día y listo; y tradicionalmente se administra la misma a todos los pacientes, independientemente de su peso, su talla, sus características particulares”, enumeraba la microbióloga Ursula Theuretzbacher.

La tecnología puede tener un papel importante para suministrar la dosis justa de antibiótico a cada persona en función de sus necesidades

Pero según el tipo de fármaco, la forma de actuar es distinta. Suelen requerir una presencia mínima para su efectividad y la absorción del cuerpo no es por lo general uniforme, sino que hay un pico que va bajando conforme pasa el tiempo. En función del caso, puede ser mejor una dosis más baja pero más continuada. Usar las cantidades exactas, ni más ni menos, es importante, ya que las bacterias pueden terminar generando resistencias tanto por el abuso como porque las cantidades sean insuficientes para terminar totalmente con ellas. Por esta razón se insiste en completar las tomas aunque los síntomas hayan desaparecido.

Las tecnologías existentes permitirían, sobre todo en los casos más graves, monitorizar la cantidad de principio activo que se necesita en cada momento, según aseguraba Holmes. “Tenemos los sensores, el monitoreo, capacidad para adaptación en tiempo real de la dosificación. Se puede incluso suministrar el fármaco de forma no invasiva, con microagujas”, relataba.

Sin embargo, este método, que no está extendido, probablemente nunca será adecuado para todos los que necesiten antibióticos. Hay otras maneras para ajustar mejor las dosis que simplemente recetar tres tomas al día. Theuretzbacher proponía un software que, al introducir unos sencillos parámetros, indique las cantidades y número de tomas diarias adecuadas para cada paciente.

Son solo algunas iniciativas para abordar un problema que puede costar 10 millones de vidas al año para 2050, según la OMS. La comunidad internacional lleva desde 2016 discutiéndolo al más alto nivel. “Es una muy buena noticia que esté en la agenda política”, subrayaba Holmes. Y lo cierto es que, de no abordarlo, muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la agenda que la ONU tiene en marcha para lograr un mundo mejor de aquí a 2030, quedarán en nada.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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