“Los seres humanos tenemos que elegir entre el bien y el mal. Y la mutilación genital femenina está mal”
Jaha Dukureh es la embajadora regional de ONU Mujeres para África y está nominada al Nobel de la Paz por su trabajo contra la ablación y el matrimonio infantil
Jaha Dukureh (Gambia, 1989) no es una famosa estrella a la que ONU Mujeres ha nombrado Embajadora de Buena Voluntad para aprovechar su popularidad. Sino al revés. La activista gambiana se ha convertido en un personaje conocido por su trabajo en contra de la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil, lo que ha llevado al organismo de Naciones Unidas a contar con ella desde el pasado febrero como embajadora regional para ser el altavoz de las mujeres africanas y la defensora de sus derechos. Ese mismo mes recibió la noticia de que, además, era candidata al Premio Nobel de la Paz en 2018.
La de Dukureh no es una voz cualquiera. Ella sabe bien de lo que habla cuando asegura que la mutilación genital femenina es extremadamente dañina para las mujeres. También los casamientos forzados de las niñas. Ella ha sido víctimas de ambas prácticas. Con apenas una semana de vida, sufrió la primera. Con 15 años, se trasladó de su Gambia natal a Nueva York para enlazarse con un hombre con el que su familia había acordado el matrimonio. "Mi madre acababa de morir justo antes de casarme, pero ya estaba concertado", recuerda en una entrevista realizada en Bruselas, durante los Días Europeos de Desarrollo el pasado junio.
Ya asentada (y casada) en Estados Unidos, buscó una salida a su situación. "Creo que siempre he sido diferente de cualquiera de mi familia y quería ir por mi cuenta. Siempre supe que quería estudiar, que quería ser independiente. Ser simplemente la mujer de alguien no era lo que yo deseaba", explica. Pero hacer realidad sus sueños no fue tarea fácil. Dos meses después de la boda, dejó a su marido para instalarse con sus tíos que también residían en Nueva York. Sin embargo, sus parientes no apoyaron su decisión de retomar su formación académica. "Vengo de una cultura en la que, si una niña se ha casado, ya no es considerada una niña nunca más, sino una mujer. Así que volver a la escuela no era una opción para mí", detalla. Incapaz de convencer a su familia para que, como menor de edad que era, la respaldase legalmente en el proceso de matriculación, Dukureh fue instituto por instituto en el Bronx para solicitar plaza. Y consiguió una.
Estamos cansadas de sufrir en silencio
Tras finalizar la secundaria, se trasladó a Atlanta, se volvió a casar y se quedó embaraza. Una niña. "Creo que fue un momento de despertar para mí. Me di cuenta de que si no alzaba mi voz, ¿quién lo haría? Si no luchaba contra la mutilación y el matrimonio infantil, mi hija pasaría por lo mismo que había pasado yo", relata. Para librar esta batalla comenzó a utilizar la que consideraba la mejor arma: la palabra, con su historia y sus orígenes como aliados. "Pensé que era importante que gente como yo hablase de estos problemas, para que el mundo entienda que no se trata de occidentales, de la ONU, pidiendo una transformación; sino que mujeres que han experimentado estas prácticas y saben lo que es pasar por ello están demandando cambios. Estamos cansadas de sufrir en silencio". Dukureh rompió el suyo en un blog.
En 2013 pasó de las palabras a la acción y creó la ONG Safe Hands for Girls para erradicar la violencia contra las mujeres, con especial foco en la ablación y los matrimonios tempranos. Ahora, a su voz se han unido las de otras supervivientes. "Lo hacemos mediante una plataforma en la que pueden compartir sus historias sin sentirse juzgadas ni victimizadas otra vez. Es muy importante que hablen, que protejan a sus propias hijas y nos aseguremos de que no transmitimos estas prácticas a las siguientes generaciones", argumenta.
En el mismo año que Dukureh fundó su organización, la última encuesta de Demografía y Salud de Gambia revelaba que el 75% de la población femenina del país de entre 14 y 49 años había sido mutilada o cortada. En el mundo, la ONU estima que 200 millones de mujeres y niñas de 30 países han sufrido esta práctica en alguna de sus diferentes formas.
Dukureh cree que es posible acabar con esta realidad en una generación, pero considera clave que los cambios sean promovidos desde las comunidades. "Hay que dar el poder a los jóvenes para que sean parte de la conversación", enfatiza. "No podemos importar soluciones y esperar transformaciones. Si queremos ser efectivos, necesitamos asegurarnos de que quienes están implementando los programas son los que conocen a las comunidades, qué necesitan y qué no", añade.
Dukureh cree que es posible acabar con la ablación en una generación, pero considera clave que los cambios sean promovidos desde las comunidades
Sin embargo, que ella sea una gambiana que ha pasado por las atrocidades que combate no evita que encuentre resistencias "todo el tiempo". Cada día escucha a quienes justifican sus actos con el argumento de que la ablación y el matrimonio infantil forman parte de su cultura. "También me dicen: 'Es mi religión y no quiero ir al infierno”. Su respuesta no puede ser más clara: "Somos seres humanos y tenemos que elegir entre el bien y el mal. Y la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil están mal. No podemos defender una cultura que prima las tradiciones sobre los derechos humanos".
Eso mismo fue lo que les dijo a los líderes religiosos que reunió en Gambia en 2015 en unas sesiones de sensibilización. Al final, publicaron una fatua contra la mutilación genital femenina. Aquel año, además, el entonces presidente del país, Yahya Jammeh, prohibió esta práctica. "Creo que contribuí a que se aprobase la ley, pero no puedo imputarme todo el crédito del logro. Hay mucha gente involucrada que ha dedicado su vida a esto", reconoce. Aunque Dukureh sospecha que la situación respecto a estos problemas ha mejorado desde entonces, no hay datos que lo corroboren. No se ha vuelto a realizar ningún estudio para evaluar los progresos. La última encuesta al respecto data de 2013.
A la candidata al Nobel de la Paz le basta su experiencia para declararse "optimista". Su nominación a este premio y el nombramiento como embajadora regional de ONU Mujeres para África son buenos síntomas, en su opinión, de que la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil y la situación de las africanas están cobrando fuerza entre las prioridades globales. No hay tiempo ni esfuerzos que perder, el quinto de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible llama a "eliminar" estas prácticas en 2030. Dukureh no duda en asegurar que se conseguirá. "Creo que este es el siglo de las mujeres. Estamos pasando a la acción, ayudándonos unas otras y uniéndonos en una voz", zanja.
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