¿Puede relacionarse el ‘sexting’ con las prácticas sexuales de riesgo?
Se necesitan campañas educativas para crear conciencia sobre la salud, la seguridad y la seguridad digitales para ayudar a los jóvenes con su desarrollo personal
A estas alturas puede que no sea necesario definir qué es el sexting. Si en los 90 se popularizó el fenómeno de las llamadas eróticas, ya casi entrando en los 2.000 apareció una nueva modalidad de juego erótico: el envío de contenidos sexuales vía SMS. De ahí su nombre, sexting. No es por tanto un concepto nuevo, como tampoco lo son las preocupaciones en torno a esta práctica. Sí son nuevos los recursos que ofrecen nuestros smartphones. La tecnología ha cambiado el sexting: aumenta sus posibilidades y ha cambiado nuestros comportamientos y nuestras dinámicas interpersonales. También ha sumado a un grupo de población que hasta hace solo unas décadas no entraba en este juego: los niños y los adolescentes. Y es aquí donde queda mucho camino por recorrer, pese a todo lo que ya hemos transitado en los últimos años.
En PantallasAmigas realizaron el primer vídeo sobre esta práctica en 2009, hace una década, cuando era una actividad residual. Ahora está presente en todos los centros escolares. Según Jorge Flores, fundador y director de PantallasAmigas, se dan varios factores que dificultan poder analizar y abordar este fenómeno. Por un lado, la evolución propia del medio, ya que la aparición de nuevas aplicaciones y posibilidades disponibles a cada momento dibuja un escenario en permanente movimiento complicado de analizar. También ocurre, según Flores, que al ser una cuestión relacionada con la sexualidad y la intimidad, “se ven como cuestiones incómodas y poco trasparentes”. Y por último, añade que si hablamos de imágenes íntimas y menores de edad, “el tema se complica debido a la necesaria discreción con todo lo relacionado con personas de este grupo de edad”, más aún en lo que concierne a la comisión de delitos. “Se ha avanzado en el conocimiento del fenómeno pero no en la medida suficiente como para activar medidas de sensibilización que eviten los riesgos asociados”, lamenta.
Sexting y conductas de riesgo en adolescentes
Según el informe “Actividades, mediación, oportunidades y riesgos online de los menores en la era de la convergencia mediática”, elaborado por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) con el apoyo institucional de INCIBE, 3 de cada 10 menores manifiestan haber recibido mensajes de sexting. Por edades, señalan que “cuanto más mayores son los chicos y chicas, más probable es que hayan recibido este tipo de mensajes”. Y se ven importantes diferencias según la edad: si bien el 12% de los niños de 11 y 12 años los ha recibido, la cifra asciende hasta el 30% en el caso de los chicos y chicas de 13 y 14 años, y hasta el 45% en la franja de 15 a 17 años. Se habla en todo momento de recibir y no de enviar ya que, en este caso, sobre el envío no se dispone de datos. Así lo confirma Maialen Garmendia, investigadora de la UPV/EHU que ha participado en el informe, quien señala que sería interesante analizar este aspecto ya que aunque no hay datos que reflejen cuál es el género más sexter, “parece que los chicos envían más textos erótico sexuales y las chicas más imágenes”.
El estudio de la práctica del sexting y de sus posibles riesgos (sextorsión, grooming, ciberbullying) resulta un fenómeno poco estudiado aún en España. Algo más se ha investigado desde hace una década a nivel internacional “con el objetivo de evaluar la prevalencia del sexting en adolescentes, además de relacionar el fenómeno con otras variables de especial importancia como el género, la orientación sexual, el acceso y uso de las tecnologías o la prácticas sexuales”. Así lo cuenta Patricia Alonso Ruido, investigadora en el grupo “Salud, Sexualidad y Género” de la Universidad de Vigo en la tesis ‘Evaluación del fenómeno del Sexting y de los Riesgos emergentes de la Red en adolescentes de la Provincia de Ourense’.
Para averiguar si existe relación entre el sexting y conductas sexuales concretas, así como para valorar la prevalencia de trastornos, investigadores canadienses han analizado recientemente los resultados de 23 estudios, en los que han participado más de 40.000 niños y adolescentes menores de 18 años. Los resultados de este metanálisis, publicado el pasado mes de junio en la revista JAMA Pedriatics, sugieren que el sexting podría estar asociado con diversos comportamientos sexuales de riesgo –como no usar ningún método anticonceptivo– y con factores de riesgo para la salud mental; especialmente en adolescentes más jóvenes. La conclusión de sus autores no cambia respecto a lo que los expertos recomiendan: “Se necesitan campañas educativas para crear conciencia sobre la salud, la seguridad y la seguridad digitales para ayudar a los jóvenes con su desarrollo personal, social y sexual en un mundo tecnológico”. Y dejan claro que quien practica sexting no tiene necesariamente que incurrir en prácticas de riesgo por lo que se necesita investigación longitudinal para evaluar la direccionalidad de los efectos y analizar los mecanismos por los cuales se relacionan el sexting y sus consecuencias.
Varios expertos inciden en que los resultados del estudio son meramente correlacionales, por lo que deben tratarse con precaución. "Las asociaciones me parecen bastante pequeñas, y había mucha variabilidad entre los estudios y en la calidad científica de los estudios examinados", dijo el doctor Qazi Rahman, profesor titular de psicología en el King's College de Londres en el diario británico The Independent. Aquí, un poco más optimista es Arola Poch, psicóloga y sexóloga, autora del libro de educación sexual para jóvenes ‘Las cosas claras’ (Plataforma editorial), quien opina que este tipo de estudios pueden ser útiles para obtener una descripción de la situación global que permita decidir acciones a realizar. Sin embargo, también apunta que no hay que sacar conclusiones precipitadas respecto a causas o consecuencias: “No podemos deducir que aquellos que practican sexting realizan más prácticas de riesgo porque la relación no está clara. El propio estudio dice que hace falta investigar más para sacar ese tipo de conclusiones”.
Educación y sexting seguro contra la victimización
Otra cuestión importante: el problema no es de quién envía las imágenes sino de quién las hace circular para hacer daño –y de quiénes las comparten y convierten en un material viral. Porque compartir imágenes sin consentimiento tiene consecuencias legales. Desde PantallasAmigas trabajan en tres líneas de actuación: “Entendemos el sexting como una práctica de riesgo y, como tal, debe ser informada, sin presión y meditada. Creemos por ello que la intervención debe ser en tres frentes: informar sobre los riesgos del sexting, ayudar a reducir riesgos a quien lo practique y fomentar en la sociedad una cultura del respeto de las imágenes íntimas de otras personas”, explica Jorge Flores. Al margen de las cuestiones legales –más graves si afectan a menores de edad–, el fundador de PantallasAmigas considera que no debemos perder de vista que las víctimas relacionadas con el sexting lo son porque la sociedad juzga su comportamiento, especialmente si son mujeres. “Una sociedad más igualitaria ayudaría a reducir la victimización relacionada con el sexting, incluyendo dos formas de ciberviolencia de género habituales: la sextorsión y el mal llamado porno vengativo”, señala.
Sobre si existe realmente un sexting seguro, la psicóloga y sexóloga Arola Poch cree que la seguridad al 100% no existe. “En el momento en que se envían fotos o vídeos se pierde el control de ese material, por mucho que haya aplicaciones que garantizan la seguridad ya sabemos que se acaban saltando los controles”, cuenta. Ahora bien, también considera que se pueden minimizar los riesgos con una serie de precauciones como pensar y valorar con calma lo que se está haciendo. “Hay que tener claro qué se quiere hacer y cómo. No hay que dejarse llevar por presiones, modas o impulsos. Valorar si se quiere hacer y con quién se hace. Valorar también cómo nos afectaría si esa foto se filtrara. ¿Podríamos superar esa vergüenza o no? Porque si es que no, la respuesta está clara. La recomendación es que ante cualquier duda, no se haga”. Por otro lado, añade que siempre hay que mantener las precauciones básicas de que no se vea el rostro o algo identificable de la persona pero, sobre todo, hay que “cambiar el chip y señalar a quien comparte la foto por compartirla y no a quién protagoniza la foto o el vídeo”.
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