En cuarentena con el enemigo
Hay mujeres que sufren un doble confinamiento: el provocado por el virus y el que sufren por su situación de vulnerabilidad. Una preocupación que transmite la coordinadora de la Aecid en El Salvador, donde 386 fueron asesinadas en 2018
El jueves pasado, cuando ya llevábamos cinco días de cuarentena en El Salvador, me escribió un amigo del que no tenía noticias hacía mucho tiempo. Esta es una de las mejores cosas del coronavirus, recuperar el contacto con gente que hacía tiempo con la que no hablabas.
Intercambiamos los mensajes de rigor.
— ¿Cómo estás? ¿Cómo llevas el confinamiento?
Y así, de la nada me suelta.
— Oye, ¿y ese perfil en tu WhatsApp?
Mi foto es un redondel morado. La primera reacción fue de risas e intercambio de emoticonos varios, hasta que me puse seria y le dije: “Vaya, parece mentira que no me conozcas, he puesto esa imagen de perfil porque es marzo y es el mes en el que conmemoramos el Día Internacional de la Mujer y, además, el morado es nuestro, de las mujeres, desde hace mucho tiempo”.
Comienzo a darme cuenta de que estábamos a 26 de marzo y el mes que utilizamos para recordar y reivindicar la lucha contra la desigualdad de las mujeres ha sido opacada por un virus, el SARS-Cov-2, y solo hablamos de eso. Otra vez las mujeres y sus problemas invisibilizados…
Después de la conversación con mi amigo no he dejado de pensar en las mujeres en general y en las de El Salvador en particular. Pero sobre todo en aquellas que sufren un doble confinamiento: el provocado por el virus y el que sufren por su condición y situación de vulnerabilidad. Desde el 21 de marzo, que el gobierno salvadoreño decretó cuarentena por treinta días, pienso con frecuencia en todas ellas, esas mujeres por las que trabajamos desde la Cooperación Española y seguiremos haciéndolo desde casa.
Este marzo de 2020 será recordado como el de la COVID19, pero seguirá siendo el mes de las mujeres. Esto ha sido un paréntesis
Me acuerdo y pienso en todas las que sufren maltrato, las que están en sus casas confinadas, que no pueden salir y conviven con su maltratador. Durante estas semanas no se han publicado cifras sobre feminicidios y produce escalofríos pensar que ha habido mujeres asesinadas y nadie lo sabe. Y si se sabe no se dice porque hay que concentrarse en el virus. Ojo, creo que hay que focalizarse en el grave problema de la COVID19, nadie puede discutir eso, pero no olvidemos que las mujeres siguen muriendo. Que lo urgente no nos haga olvidar lo importante.
En 2018, 386 mujeres fueron asesinadas en El Salvador, según el Informe Anual sobre el Estado y Situación de la Violencia contra las Mujeres Publicado por el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU).
Me acuerdo y pienso en todas esas niñas y adolescentes embarazadas que juegan a ser madres pero con muñecos de verdad. Las hay por todo el país, pero especialmente en las zonas rurales, en los cantones (lo que podría ser una aldea en España) y que ahora pueden estar confinadas con sus abusadores.
En 2018, el Ministerio de Salud de El Salvador reportó 710 adolescentes embarazadas, y el personal de salud encontró evidencias que le llevó a determinar que las adolescentes estaban enfrentando hechos de violencia sexual. Entre tanto drama, no puedo evitar esbozar una sonrisa cuando me acuerdo y pienso en la liberación de Imelda (20 años) que en diciembre de 2018 fue absuelta después de haber sido acusada de intento de homicidio tras un parto espontaneo en el que su hija sobrevivió. Aunque finalmente fue liberada, Imelda pasó 20 meses en prisión. Por cierto, su embarazo fue causado por las violaciones sistemáticas de su padrastro de 70 años durante siete años.
Desde 1998, El Salvador prohíbe el aborto en su totalidad y es uno de los países con la ley más restrictiva de América. Hoy, Imelda estará pasando la cuarentena en su casa, con su gente. Pero no es el caso de las 18 que están recluidas en la cárcel por, según sus expedientes judiciales, homicidio agravado o aborto. La mayoría tiene condenas de 30 años. ¡30 años! Hoy, con la COVID-19 viven triple aislamiento: por la reclusión, por el virus y por la escasa o nula comunicación con los suyos.
Durante estas semanas no se han publicado cifras sobre feminicidios y produce escalofríos pensar que ha habido asesinadas y nadie lo sabe
El pasado 23 de enero, tuve la oportunidad y la suerte de conocer a 13 de ellas, que cumplen condena en el Centro de Detención Menor de Zacatecoluca. Extraordinarias mujeres. En estos días oímos con frecuencia la canción Resistiré, del Dúo Dinámico; parece que se ha convertido en el himno de la crisis sanitaria. Para aquellas 13 es su historia de vida.
En la hora y media que estuve con ellas, me dieron una lección de entereza, humildad y desde luego resistencia. De todo lo que me contaron, me quedo con lo que me dijo María (nombre ficticio), de 26 años y que ya lleva siete de reclusión: "No somos un peligro para la sociedad, no merecemos estar aquí 30 años. Nuestras familias nos necesitan. Cuando hablen con los medios de comunicación, díganles esto". Por eso, intento aprovechar cualquier ocasión para trasladar su mensaje. Cuento su historia cada vez que tengo la oportunidad. Como ahora.
Sí, este marzo de 2020 será recordado como el de la COVID19, pero seguirá siendo el mes de las mujeres. Esto ha sido un paréntesis.
Mientras tanto, trabajo desde casa para ellas, sigo pensando y acordándome de ellas. De todas, pero especialmente de las que sufren maltrato, abuso y de las que están encarceladas. Yo, de momento, mantengo mi foto de perfil de WhatsApp en morado.
Cristina Aldama Calles es coordinadora de la Oficina Técnica de Cooperación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en El Salvador.
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