Emociones confinadas: niños y adolescentes en tiempos de pandemia
Son muy conscientes del porqué de las limitaciones y sus consecuencias, pero también reconocen sentir estrés, tristeza o miedo. Pero sobre todo, aburrimiento
Llevamos dos meses confinados en casa, sin poder salir con la libertad habitual, salvo para necesidades fundamentales y para dar un paseo o salir para un mínimo desahogo callejero. Pero la realidad de nuestra vida es que el 90% es, en estos momentos, de puertas adentro. Y si esto afecta a los adultos, ¿cómo le afectará a una niña o un niño? ¿Cómo lo vive un adolescente?
La convivencia familiar se ha convertido en la piedra angular de nuestro día a día. Una convivencia confinada donde, en teoría, los más vulnerables son los que más tienen que perder. Pero, ¿y si fuera al revés? ¿Y si, en realidad, ellos nos dieran lecciones sobre cómo afrontarla? Un reciente informe, titulado Infancia Confinada, aporta el dato incuestionable: un 94,6% de los menores entrevistados (425) están convencidos de que este encierro no tiene otra finalidad que evitar el contagio del virus. De forma implícita, asumen que no pueden ir al colegio, bajar al parque, ni quedar con sus amigos. ¿Y qué es lo que más les preocupa? Sin duda, la covid-19. Y luego, sus abuelos, la situación económica y, en un tercer lugar, la duración del confinamiento. Son, por tanto, muy conscientes del porqué de las limitaciones y sus consecuencias, pues también reconocen sentir estrés, tristeza o miedo. Pero sobre todo, sienten aburrimiento.
Durante el confinamiento hemos sido bombardeados por rutinas y consejos, de todo tipo, sobre todo consejos relacionados con el bienestar físico y mental, con el "self", con el individuo. Pero, más allá del deporte, de hacer pan, de mantener unas normas de higiene, imponer un horario, de estudio y trabajo, de rutinas de sueño y, desde hace varios días, de salir a pasear, hemos vuelto a olvidarnos de la convivencia y su importancia. Ahora mismo, mucho más importante que coger unos kilitos o hacer "todas esas cosas para las que por fin tienes tiempo", es fundamental la convivencia positiva en casa. La semana pasada, en un 'Webinar' organizado por el proyecto '100 Thanks' insistí en la importancia de la convivencia positiva familiar como un factor de protección clave en esta situación. Yo trabajo cada día con niños, niñas y adolescentes desde seis a 18 años como profesor de 5º y 6º de primaria, mediador escolar y acompañante terapeútico, y he podido observar, de primera mano, la importancia de un entorno en el que se les facilite información sobre lo que está pasando, y que les ayude a comprender las normas de esta "nueva normalidad". La prueba está en que así lo han demostrado la mayoría de los niños y niñas españoles cuando han salido a la calle. ¿Qué padre o madre no ha escuchado una voz infantil recriminándole una palabrota, una conducción imprudente o hasta un cigarro que no están acostumbrados a ver? Piénselo. A la hora de aplicar las normas, los más pequeños las llevan a rajatabla habiendo interiorizado que conllevan riesgos. Y el coronavirus lo es en potencia.
Hay otro dato fundamental en el informe sobre cómo han entendido nuestros menores esta pandemia. Frente al lenguaje bélico instaurado en los medios de comunicación, su respuesta también es contundente. Según el informe citado, "las niñas y niños no aluden en ningún momento a una situación ni de guerra, ni de combate, pese a que la política de resguardo impuesta está marcada por un claro sesgo de peligro inminente." Más bien al contrario, los menores se inclinan por la solidaridad entendiendo el confinamiento como "una medida para cuidarse uno mismo y de cuidar a los otros”.
Por esto educar en la convivencia, entrenar la convivencia, desarrollar la convivencia, dejar de lado lo personal para centrarse en lo relacional, ha sido, es y será un factor decisivo para que la mayoría de las familias lleven el confinamiento alejados de conflictos. Y que los niños y niñas de este país hayan entendido el confinamiento con tanta nitidez, responsabilidad y saber estar dice mucho de cómo viven y están viviendo esta etapa quienes menos confianza han recibido por parte de la sociedad.
Todos ellos y todas ellas nos han dado una lección que no debemos ni podemos olvidar: han sido los primeros y los que mejor han sabido adaptarse a esta situación renunciando a sus intereses en favor del bien común, en favor de la convivencia. Como adultos, sólo nos queda una cosa por hacer: tenerles como ejemplo, seguro que aprenderemos mucho.
*César de la Hoz es profesor de técnicas de modificación de conducta en la Universidad Antonio Nebrija e imparte un máster de orientación y mediación familiar en la Universidad Pontificia de Salamanca
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