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El Burgo de Osma, callejeando por una villa bonita e hipercalórica

La localidad soriana, incluida desde 2023 en la lista de la asociación Los Pueblos Más Bonitos de España, sorprende por su larga historia, su inmensa catedral, los deliciosos ‘chocorreznos’ y el paseo junto al río Ucero

Burgo de Osma
Claustro de la catedral de El Burgo de Osma, en la provincia de Soria.ANDRÉS CAMPOS

Puede que en España haya algún pueblo aún más bonito que El Burgo de Osma. Lo que no hay, eso seguro, es otro tan bonito como calórico. Avanzas por los soportales de la calle Mayor y, a cada paso, te asalta una tentación. Aquí se anuncian las Tetillas de Monja (“un placer divino sin colorantes ni conservantes”). Allá, la Torta del Beato (“El pecado es no probarla”). Acullá, los Gamusinos, unas galletas de mantequilla fabulosas, como las criaturas que les dan nombre (“Peligro: enganchan”). Y en todas partes, unos cerditos risueños proclaman las virtudes del chocorrezno: “Chocolate y torrezno de Soria, lo mejor de los dos mundos”. Del mundo dulce y del salado, o sea.

Mal lugar El Burgo de Osma para hacer propósito de enmienda tras los excesos navideños. El sábado 21 de enero, coincidiendo con la apertura de Fitur al público general, comienzan las Jornadas de la Matanza, tres meses en los que, cada fin de semana, el hotel Virrey Palafox ofrece un menú de 22 platos por 48 euros. El 12 marzo, además, se celebra en la localidad soriana el concurso del mejor torrezno del mundo. No hay que esperar tanto para comerlo bien rico. Hay un espacio que podríamos llamar el triángulo de las Bermudas del torrezno: está formado por los bares Mesón Círculo (calle Mayor, 46), El Lobo (Mayor, 38) y Arévacos (Mayor, 49), donde los cochinos desaparecen a una velocidad vertiginosa, acompañados de vino de la Ribera del Duero. Exquisita, para variar de tanto torrezno, la oreja de cerdo del último bar.

Gamusinos, torreznos, chocorrezno… Falta nos van a hacer esos miles de calorías para pasear en invierno por el cerro gélido y pelado donde yacen las ruinas de Uxama, la ciudad celtíbera y romana que, andando el tiempo, bajó al llano, cruzó el río Ucero, levantó una catedral grande y hermosa y se convirtió en El Burgo de Osma. En lo alto del cerro hay una atalaya árabe desde la que se observa magníficamente este histórico paisaje repleto de torres, puentes, castillos y murallas de lo que sucesivamente fue Uxama Argaela, Oxoma, Waxsima, Osma y El Burgo de Osma. Por verse, se ven hasta los picos de Urbión y el Moncayo, que están a 51 y 107 kilómetros, respectivamente.

Tampoco hay una mala vista desde el campanario de la catedral, un gigante barroco de 72 metros al que se sube cómodamente en ascensor. Impresiona, más que la altura, recordar cómo el 2 de agosto de 2010 salió volando una campana de 250 kilos y cayó como una bomba (tal fue el estruendo) en la plaza de San Pedro, rompiendo varias losas de granito, 20 minutos antes de que pasara una procesión. Una placa metálica con una inscripción señala el lugar exacto del impacto y del milagro, porque la campana volandera no hirió a nadie.

La plaza de la Catedral, en El Burgo de Osma (Soria).
La plaza de la Catedral, en El Burgo de Osma (Soria).M Ramirez (Alamy)

Antes o después de subir a la estratosférica torre hay que admirar el elegante claustro de la catedral, del gótico tardío. Y la pequeña sala capitular románica donde descansa, en sarcófago de caliza policromada, Pedro de Osma, el santo varón que devolvió su rango obispal a la ciudad en 1101, nada más echar a los musulmanes. Y el Códice Beato que, poco antes de eso, en 1086, copiaron e iluminaron los monjes Petrus y Martinus, y hoy se exhibe en el museo catedralicio. Se desconoce el scriptorium donde se obró esta maravilla, aunque por sus características siempre se ha supuesto que sería en un monasterio leonés. Consta de 166 folios y 72 miniaturas, siendo la ilustración más famosa un mapamundi, una representación simplicísima de una Tierra circular y plana que abarca Europa, una pequeña parte de Asia, el norte de África (Libia) y una ignota región austral habitada por los esciápodos o monopodos, extraños individuos de una sola pierna que se protegen del ardor del sol usando como sombrilla su único pie.

Junto a la catedral, arranca la calle Mayor, una preciosa vía peatonal que está llena de blasones, palacios (como el Episcopal, con portada de estilo gótico hispano-flamenco) y soportales. A la sombra de estos últimos, abren las tiendas de productos hipercalóricos y los bares donde se consumen torreznos y vino de la Ribera del Duero como si no hubiera un mañana. Para compensar e inclinar el fiel de la balanza hacia el otro lado, los sábados colocan aquí también sus puestos los agricultores y despachan las alubias de El Burgo, los cardos y demás primores hortenses de la vega del Ucero.

Torres y tejados de la localidad soriana de El Burgo de Osma.
Torres y tejados de la localidad soriana de El Burgo de Osma.Angel Villalba (GETTY IMAGES)

Es parada obligada, al pasar por la plaza Mayor, el antiguo hospital de San Agustín, para resolver dudas en la oficina de turismo y asomarse al patio de este formidable edificio de estilo herreriano que mandó construir a finales del siglo XVII el obispo Arévalo y Torres. En El Burgo de Osma, que es ciudad obispal desde tiempos de los visigodos, todo lo ha hecho algún obispo. Otro prelado, Pedro Álvarez de Acosta, fundó en 1550 la cercana Universidad de Santa Catalina, donde hasta bien entrado el siglo XIX se enseñaron artes, cánones, medicina y teología. El venerable edificio, del más puro y deslumbrante Renacimiento, hoy es un hotel-balneario de lujo: Castilla Termal Burgo de Osma. Hay en él dos lugares sobresalientes: el patio cubierto por una gran cúpula acristalada y el circuito de contrastes, donde los clientes sudan la grasilla de los torreznos en un espacio inspirado en la ermita mozárabe de San Baudelio de Berlanga.

Aunque, para sudar, nada como el paseo (peatonal y para bicis) que acompaña al río Ucero dos kilómetros largos, desde las murallas de la población hasta el puente de La Güera, pasando por el desfiladero de Peñalavara. Umbrosas alamedas y céspedes siempre verdes bordan este camino por el que, al poco de andar, descubriremos un puente de origen romano y la Osma medieval, así como los restos de un castillo del siglo X que domina a vista de pájaro la pequeña gran ciudad de El Burgo de Osma.

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