Neo Sala, promotor de Springsteen en España: “Mucha gente paga una entrada cara y se pasa el concierto haciendo fotos. Una pena”
Organizó su primer concierto a los 16 años en el colegio. Después fundó Doctor Music, que hoy hace frente a los gigantes internacionales. Adele, U2 y Springsteen son sus fieles clientes en España
El primer concierto que organizó Neo Sala gustó a todo el mundo menos a los curas de su colegio. Corría noviembre de 1977 y Sala (Lleida, 62 años) había convencido al claustro católico del centenario colegio Claret de Barcelona para que le abriesen las puertas del Casal Claret. Ese teatro tenía una capacidad para 800 personas, cuatro veces más que el auditorio escolar donde el mismo Sala había creado el Club de Música, unas audiciones discográficas en las que se cobraba 15 pesetas a cada alumno que asistía, en algo que los frailes bautizaron el “disco fórum”. De las primeras sesiones dedicadas a los discos de la nova cançó de Lluís Llach a las que vinieron después con álbumes de The Who, Yes o Hawkwind, el joven Sala, un chaval de 16 años que un año antes había quedado fascinado al ver en directo a The Rolling Stones en su primera visita a España en la plaza de toros Monumental, pasó a organizar su primer concierto. El evento fue un éxito: se colgó el cartel de todas las entradas vendidas y todo el mundo disfrutó menos los claretianos: “Llenamos el teatro de melenudos fumando porros para ver al grupo inglés de free jazz y rock progresivo Henry Cow, que eran una referencia en el underground. Encima, de teloneros estaban los catalanes Suck Electrònic. ¡Incluso ganamos dinero!”. Dio igual: los curas pusieron fin a ese Club de Música, llamaron a los padres del joven y les pidieron que su hijo abandonase el centro. “Me fui, pero ya no paré de organizar conciertos”, recuerda.
El veterano promotor echa la vista atrás sentado en el salón de su casa, un escondite en lo alto del Tibidabo desde donde se divisa la ciudad de Barcelona como una postal de ensueño con el Mediterráneo en el horizonte. Sin embargo, Sala prefiere no dar publicidad a la localización de su hogar. Un detalle que habla del perfil discreto de este organizador de conciertos, fundador y CEO de Doctor Music, la promotora que lleva décadas compitiendo contra gigantes mundiales como Live Nation y que ha jugado un papel fundamental en la configuración de la escena musical española desde su creación en 1982. Sala es un promotor de estatus internacional cuya empresa Doctor Music se asocia especialmente a Bruce Springsteen, quien en sus celebradas giras por España elige a esta promotora desde 1992, pero también está ligada a otros nombres como U2, Tina Turner, Adele, Michael Jackson, Robbie Williams, Rammstein y The Rolling Stones. “Un promotor nunca debe ser protagonista”, dice Sala en varios momentos. Una máxima que se podría aplicar a su perfil poco mediático, pero que, en esta ocasión, se ha saltado “haciendo una excepción”. La excepción termina por convertirse en una inmersión en una jornada de su trabajo.
Son cerca de las 10.30 de un martes de mayo cuando Sala llega a las oficinas de Doctor Music, en la quinta planta de un viejo edificio del Eixample, cerca de la plaza de Cataluña. De altos techos, suelo de baldosas y bellos portones de madera, el piso es una oda a la música en directo, repleto de memorabilia de conciertos. Lo primero que se ve al entrar es un enorme cartel de la gira de Adele en 2016 y otro de The Rolling Stones en 2017. Una mesa hasta arriba de revistas musicales descansa en la recepción mientras en los pasillos cuelgan placas de giras de Aerosmith o Bon Jovi y carteles originales de los conciertos de Janet Jackson o Lorde. El personal de la compañía se reparte entre las distintas habitaciones y en una de las estancias está el despacho de Neo Sala. Desde ella se divisa la Torre Glòries y hay fotografías de David Bowie y de él mismo con The Rolling Stones cuando vivía Charlie Watts. Decenas de libros se apilan en columnas ordenadas en las que predominan guías de viajes a lugares exóticos como Bali, Java o Sumatra y ensayos sobre pensamiento, salud y bienestar mental. Estas columnas ilustran las inquietudes de Sala, al que le gusta leer y regalar libros. Y, presidiendo la estancia, sobre una de estas pilas, tres grandes carteles: uno de la actuación de Red Hot Chili Peppers en 1994, otro de U2 durante el 360 Tour y otro de Bruce Springsteen en 2003.
“Bruce es el músico con el que más me gusta trabajar”, confiesa el promotor después de haber hecho más de 50 conciertos con la estrella estadounidense y haber entablado una amistad. Ambos suelen quedar a comer cuando el músico se encuentra en España. Sala dice que la grandeza se mide por la profesionalidad y que Springsteen se la demostró desde el primer día. “En la primavera de 1992, tocaba en la plaza de toros Monumental de Barcelona. Pocos días antes estalló una huelga salvaje de camioneros en Francia y cortaron las carreteras, quedando atrapados allí los camiones que transportaban los equipos de sonido y luces. Yo ya había trabajado con grandes artistas internacionales y sabía que un artista de ese nivel no podría actuar sin el equipo que llevaba de gira por Europa. Para mi sorpresa, Bruce dijo que iban a hacer lo imposible por tocar. No me lo podía creer. Nos fuimos a unos almacenes de Mataró, donde estaba la empresa más grande de sonido de Cataluña, y empezaron a escoger los equipos que les podían servir. Bruce actuó con ellos, dando dos de los mejores conciertos de su gira. Suplió la menor calidad de los equipos con un grado superior de entrega”.
Sala está en su despacho. Hace algunas llamadas y atiende correos electrónicos. Recuerda que empezó a aficionarse a la música de niño después de que su padre comprase el vinilo de Yellow Submarine, de The Beatles. Un viaje le cambió la vida: a los 20 años se fue a estudiar a Boston y allí quedó “alucinado” con la oferta de conciertos. “A finales de los setenta, en España, había un concierto de rock, con suerte, cada tres o cuatro meses. En Estados Unidos, los había todos los días. Pude ver a Iggy Pop y también a varios grupos de punk estadounidense cuyos nombres no recuerdo, así como a artistas más conocidos como Tom Petty, Van Halen o Judas Priest. Pensé que en España lo que faltaba no era público sino promotores”. A su regreso a España, a finales de 1981, se convirtió en uno de ellos y nació Doctor Music. La primera actuación de la promotora fue la presentación en Barcelona del grupo Obús, en febrero de 1982. “Les metimos como teloneros un grupo pijo de pop francés que se llamaba Starshooter. Musicalmente no pegaban ni con cola. Fue muy embarazoso. El público era en su gran mayoría fans de Obús y se dedicó a tirar grandes pelotas de papel al escenario, que hacían con la revista Conciertos, tan pronto empezaron los franceses a actuar. A los 15 minutos tuvieron que concluir”.
Después, llegaron años difíciles. Las bandas internacionales que había disponibles eran poco rentables, ya que las que daban dinero giraban para Gay Mercader, el gran pionero de los conciertos de estrellas internacionales en España, responsable de traer por primera vez a The Rolling Stones, Iggy Pop, Bob Dylan, Patti Smith o Bruce Springsteen y al que el propio Sala admiraba y quería emular. “Fueron años muy duros en los que había meses que tenía serios problemas para poder pagar la factura de teléfono o el sueldo de la secretaria”, confiesa. “Sin embargo todo cambió en 1987 cuando el manager en Europa de Tina Turner decidió confiar en mí para España. Yo tenía sólo 25 años y entré en la primera división”. Desde entonces, Tina Turner siempre se lo encargó a Doctor Music: “Era como Springsteen. Una profesional increíble. En 1990, en Andorra, lo demostró en un concierto al aire libre en el que hacía un día de perros. Todos dábamos por supuesto que se suspendería. De repente, Tina llegó en un Mercedes, vino directa hacia mí y me preguntó que qué hacíamos todos allí parados y con esas caras de muermo. Dijo que habíamos venido hasta allí para tocar y que eso era lo que pensaba hacer. El concierto se hizo con lluvia, viento y un frío de mil demonios. Todos alucinamos con Tina bailando y cantando con su minifalda. Una diosa”. Otros dos momentos fueron importantes en su carrera: cuando fue manager de El último de la fila, banda con la que trabajó tres años y organizó una gira de 100 actuaciones en 1990, y cuando fue pionero de los festivales en España con el Doctor Music Festival, que se celebró entre 1996 y el año 2000 al aire libre en el pueblo de Escalarre, en las montañas de Lleida. “La gira con El último de la fila fue agotadora. Rompimos nuestra relación profesional. Éramos todos muy jóvenes y el cansancio acumulado hizo muy difícil manejar todos nuestros egos, si bien hoy en día mantenemos una muy buena relación”, confiesa.
La oficina de Doctor Music es un trajín de gente. La empresa se ha resistido a vender el inmueble ante las ofertas millonarias que han tenido por grandes inmobiliarias que buscan hacer aquí apartamentos turísticos. El barrio de Eixample ha pasado de ser una zona de tiendas chinas de ropa al por mayor a un territorio solicitado por el turismo de lujo. De alguna forma, la resistencia de Doctor Music simboliza la de la misma compañía ante el negocio de la industria en directo. “Desde finales de los ochenta a principios del año 2000, podríamos decir que en España había cuatro promotores con suficiente prestigio internacional para traer a grandes artistas: Gay Mercader, Pino Sagliocco, Roberto Grima y yo; habitualmente todos reñidos entre nosotros en fuertes batallas”, explica Sala. “Como resultado de esta feroz competencia, las promotoras de Pino y Roberto entraron en fuertes pérdidas y acabaron siendo absorbidos por Gamerco, la compañía de Gay Mercader. Por lo tanto, cuando Live Nation empieza a fijarse en España se encuentra con dos promotoras: Gamerco, que ya tenía integrada a Pino y a Roberto, y a Doctor Music. En ese momento, 2006, yo tenía 45 años y valoraba mucho mi independencia y la idea de formar parte de una multinacional norteamericana que me iba a decir como tenía que hacer las cosas me resultaba muy poco atractiva. Fue por eso que decidí rechazar la oferta de Live Nation, aunque he de reconocer que, si hubiese tenido la edad de Gay, que es 12 años mayor que yo, o si la oferta económica hubiese sido superior, es posible que hubiese aceptado y que yo ahora fuese parte de Live Nation”.
Doctor Music sigue operando como empresa propia con 28 trabajadores, aunque asociada al grupo alemán Eventim desde 2018. “Los tiempos han cambiado y cada vez es más difícil competir en el sector sin el apoyo de una compañía con grandes recursos económicos en el ámbito internacional. Hace tan solo una década, cuando yo perdía un artista, sabía el motivo. Quiero decir que podía saber, o al menos intuir, por qué le habían confiado sus conciertos en España a otro promotor: había pagado más dinero al poner entradas más caras, había ofertado unas ciudades que le gustaron más al artista o, simplemente, el mánager era muy amigo del otro promotor. Ahora no es así. Muchas de las grandes giras de los artistas internacionales en Europa, aunque por suerte no todas, se negocian globalmente en Los Ángeles. Y Live Nation o la que es su competencia en Estados Unidos, AEG Live, compran la gira para todo el mundo y automáticamente eso decide quién será el promotor en España. Por suerte, no todos los artistas quieren un acuerdo mundial y aún quedan algunos como Bruce Springsteen que prefieren trabajar como antes: cierran los acuerdos país por país”.
Los tiempos actuales obligan a conversar de los festivales, que han proliferado como setas por toda la geografía española, pero también por la escena internacional, condicionando el ecosistema de la música en directo y las giras de los músicos y bandas. “Hay una errónea idea de que un festival es la panacea para el lugar que lo acoge y una oportunidad para el que lo organiza de alimentar su ego y al mismo tiempo procurarse un modo de vida haciendo algo que le gusta, además de que decir que tu profesión es organizar un festival es algo muy cool. La realidad es que la inmensa mayoría de festivales que se celebran en España las pasan canutas para cuadrar sus números y son muchos –algunos incluso muy conocidos- los que pierden dinero año tras año, un dinero que en ocasiones es sufragado por organismos públicos y en otras por los propios organizadores. Sin embargo, rara vez veras un festival haciendo un balance negativo tras una edición. En este sentido son como los partidos políticos que, aun y habiendo sacado un resultado pésimo, sacan pecho en la noche electoral”. Y añade: “El exceso de festivales, que ya es un fenómeno a nivel mundial, conlleva efectos muy negativos para el público ya que los caches de los artistas se disparan y acaban cobrando unas cantidades muy superiores al que sería su precio real. ¿Y cuál es el precio real de un artista? Muy sencillo, el dinero que ganaría si el artista hiciese un concierto como cabeza de cartel (o como telonero) en un concierto propio llenando un recinto habitual de conciertos ubicado en la zona de influencia donde se celebre el festival en cuestión. Un artista con capacidad para llenar un Palau Sant Jordi o un Wizink, actuando en un festival como cabeza de cartel, puede ganar el doble o el triple (o incluso más si el festival de turno está muy desesperado ese año para conseguir un cabeza de cartel) de lo que ganaría habiendo llenado ese recinto a precios caros. El dinero es muy goloso y hay artistas que cada vez es más difícil verlos en gira ya que priorizan sus actuaciones en festivales”.
El día avanza y Sala se marcha a comer a Alkimia, el restaurante de su amigo el cocinero Jordi Vilà y lugar habitual para sus almuerzos. El promotor lleva tres años elaborando su propio pan en casa con su masa madre hogareña y le gusta regalárselo a sus amigos. En Alkimia, suele aparecer con pan para Jordi. Hoy, sobre la mesa, come el menú con su rebanada de pan casero. La elaboración artesanal es una filosofía que también forma parte de su visión del negocio de la música en directo. “La estandarización de todo el proceso de organización de un concierto es una de las cosas que más me preocupan”, comenta. “La experiencia de los directos cada vez está más desprovista de la influencia de la cultura local. Son ya varios los artistas estadounidenses que me han comentado que lo que más les gusta de Europa es que notan cuando cambian de país, mientras que cuando hacen giras por su país, aun siendo el doble de grande que la Unión Europea, a los pocos días todos los conciertos les parecen iguales porque los recintos y la experiencia asociada a ellos es prácticamente idéntica”. Con su pan en la mano, el promotor sigue hablando de cómo ve el negocio: “Los gobiernos deberían ser los responsables de poner freno al capitalismo liberal salvaje que ha entrado en los conciertos y festivales, pero, si no lo hicieron con un bien de primera necesidad como son los alimentos, menos aún lo harán con la música en directo”. Y añade: “Ahora hay nuevos gerentes de recintos que suelen tener el ego muy subido y no entienden la complejidad de un concierto. Olvidan que un artista bueno, con un buen promotor, puede ofrecer un espectáculo magnífico en un local mediocre, mientras que el mejor local del mundo no podrá hacer que la actuación de un artista mediocre sea brillante”.
Al llegar a su casa en lo alto del monte, Sala advierte: suena “literalmente” música las 24 horas del día a través de una recopilación personal de discos “cuidada” que se oye tanto en el salón, la cocina y la terraza con vistas a Barcelona. Tanya Tucker se deja oír en cuanto se cruza el umbral de la puerta. Sobre la mesa del salón se ven discos de Free, Anthony Hamilton y Mott the Hoople. La música es su pasión y su forma de vida, pero, al igual que se muestra desencantado con parte de la industria actual de la música en directo, se lamenta del público, especialmente en los festivales. “Muchos asistentes van al festival más por la movida y el ambiente y no para ver a los artistas. El ejemplo más evidente de este fenómeno es el famoso festival de Coachella, donde cada año se habla más del vestuario que llevan las celebridades y menos del cartel”. Él suprimiría los móviles de los conciertos si no fuera porque eso depende de los artistas y es un proceso caro y complejo en recintos grandes. “Las nuevas generaciones han sido tan educadas en pantallas que priorizan eso en lugar de la comunicación cara a cara y las vivencias presenciales. Prefieren documentarlo en sus móviles que vivirlo. Mucha gente paga una entrada cara y se pasa gran parte del concierto pendiente de sacar fotos y vídeos. Interactúan en redes sociales y hablan entre ellos de lo que están grabando. La atención que esas personas prestan a la actuación cae en picado, su disfrute real también es menor y el recuerdo que luego quedara en la memoria es mucho más perecedero. Una pena”.
Con música de Bruce Springsteen sonando en los altavoces de su casa, Neo Sala recordará aquel primer concierto que vivió y organizó a los 16 años en el colegio Claret. Fue un éxito, pero no gustó a los curas. En unos días, él y Doctor Music estarán detrás de las cinco actuaciones de Bruce Springsteen en estadios de Madrid (los días 12, 14 y 17 de junio) y Barcelona (20 y 22 de junio). Hay más de 250.000 entradas vendidas. No sería extraño que, entre tanta gente, hubiera algún viejo profesor… y, encima, disfrute.
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