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Bildu asume sin contestación su giro de 180 grados

La coalición asume que tiene que tragar la financiación de la Casa del Rey o de la Guardia Civil para convertirse en un actor influyente

Pedro Gorospe
Mertxe Aizpurua y Arnaldo Otegi entran a la sala de prensa de su sede en San Sebastián.
Mertxe Aizpurua y Arnaldo Otegi entran a la sala de prensa de su sede en San Sebastián.JAVIER HERNÁNDEZ

Ni pintadas, ni bronca ni contestación interna. La izquierda abertzale está encajando en Euskadi sin demasiadas estridencias el nuevo papel que sus diputados están jugando en Madrid. Su posición favorable a aprobar las cuentas del Estado que, además de las partidas que han propuesto para evitar desahucios o incentivar a varios sectores económicos, también servirá para financiar la Casa del Rey, la permanencia de la Guardia Civil en Euskadi, o para continuar las obras del demonizado tren de alta velocidad, no está generando una oleada de contradicciones en el seno de la coalición. Un giro de 180 grados en pragmatismo, no así en torno a los mínimos éticos que exige el resto de partidos, que los herederos de Herri Batasuna han dado desde que Sortu fuera legalizada en 2012 y se integrara en Bildu.

“De haber, habrá críticas y debate cuando se someta a la militancia el sí a los Presupuestos del Estado, como hubo cuando se consultó los de Navarra, pero en EH Bildu sabemos que la partida es otra”, aseguran fuentes oficiales del partido. La Mesa Política de la formación se reunirá de forma ordinaria este lunes en su sede de Donostia para elaborar la propuesta a sus bases en torno a las cuentas del Estado. Sin embargo, de momento, frente a las críticas internas y externas que ha provocado el acuerdo con Bildu en el PSOE, y entre el PSOE y Podemos, los seguidores de Otegi han acabado por aceptar que para ganar hay que ser influyentes, también en Madrid y eso supone dejarse pelos en la gatera.

Pero eso no quiere decir que sus bases no necesiten una partitura interna para digerirlos. La secuencia de mensajes tras el anuncio del coordinador general de EH Bildu de apoyarlos, es elocuente. Otegi anunció el pasado 11 de noviembre que Bildu votaría sí a los Presupuestos Generales del Estado. Tan solo 24 horas después, el secretario general de Sortu, la primera fuerza de la coalición, Arkaitz Rodríguez, declaró en un rifirrafe con una parlamentaria del PNV en el Parlamento vasco: “Nosotros vamos a Madrid a tumbar ese régimen”.

En un mensaje en clave interna, Rodríguez dejó claro para su parroquia el terreno de juego y, de paso, marcó distancias con el partido de Andoni Ortuzar: “Vosotras habéis ido y vais a Madrid a mendigar TAV (Tren de Alta Velocidad) y vacaciones fiscales. Nosotros vamos a Madrid a arrancar derechos sociales y laborales. Vosotros habéis ido a Madrid durante décadas a sostener el régimen en beneficio de unos poquitos de los vuestros, nosotros vamos a Madrid a tumbar definitivamente ese régimen en beneficio de las mayorías y de los pueblos”.

Sortu ya se deshizo de su disidencia. La decisión de incorporarse en 2012 a la coalición EH Bildu con Eusko Alkartasuna, Alternatiba y al principio, también Aralar, -que después de disolvió- hizo que en torno a un 15% o 20% de la militancia se agrupara en torno a ATA -siglas de amnistía y libertad en euskera- al no aceptar la voluntad mayoritaria de usar exclusivamente las vías políticas y tampoco la de diluir en la coalición parte de su pasado, incluidas las reclamaciones tradicionales de amnistía para el colectivo de presos.

Y desde entonces ha iniciado una carrera en la que ha avanzado más en pragmatismo que en romper con su pasado. Sigue sin sumarse al suelo ético exigible a todos los partidos que el Parlamento vasco ratificó con los votos del PNV, PSE y PP en 2013 y que se basaba en reconocer “la injusticia de la violencia”, del daño causado y la dignidad de las víctimas. Aunque ha dado pasos en esa dirección, el reconocimiento de que matar estuvo mal, es todavía uno de sus déficits. EH Bildu ha criticado incluso con dureza los ataques a la casa de la secretaria general del PSE, Idoia Mendia o el más reciente a la tienda de la madre del líder de Vox Santiago Abascal en Amurrio (Álava), pero en ese proceso todavía sigue sin condenar la violencia y no alza la voz contra los homenajes en la vía pública a los presos de ETA que abandonan la cárcel.

La voluntad de ser un actor político en los parlamentos en los que están es una decisión orgánica inapelable. La aprobación de los Presupuestos, si finalmente se produce, será el final de un proceso que en el caso del Congreso de los Diputados comenzó con la moción de censura a Rajoy, continuó con el apoyo a los denominados viernes sociales en los que el Consejo de Ministros aprobaba decretos de marcado carácter social, y se ha extendido también a Navarra con la aprobación de sus propios presupuestos. Una acción política que a punto estuvo hace dos años de fraguar en un apoyo a los Presupuestos del PNV y del PSE en Euskadi, pero al final se frustró.

En ese proceso de búsqueda de mayorías para lograr sus objetivos se enmarca la alianza estratégica firmada con Esquerra Republicana de Cataluña, que le otorga además un componente simbólico de alianza entre dos comunidades con lazos históricos. En la conferencia política del pasado 19 de septiembre, el propio Arkaitz Rodríguez explicó a sus fieles que “la soberanía está ligada a la democracia, a la justicia, a la libertad y al bienestar”. Han asumido sin estridencias que es compatible el discurso de la construcción social y del logro de beneficios sociales para quienes sufren las consecuencias de la crisis, con el de “tumbar el régimen”. Ahora hace falta que lo entienda el electorado.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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