Sed eterna en la villa de los manantiales
El municipio malagueño de Valle de Abdalajís se surte de agua con camiones cisterna desde 2005, cuando las obras del AVE pincharon su principal acuífero. Las Administraciones aún buscan solución
Cuando Francisco Javier Castillo, de 44 años, se levanta cada mañana, no sabe si del grifo saldrá agua. Madruga para trabajar como vendedor de la ONCE y hay días que el suministro no empieza hasta las siete de la mañana. “Ocurre sobre todo en verano”, asegura este vecino de Valle de Abdalajís (Málaga, 2.542 habitantes), que tiene que echar mano de botellas para lavarse la cara y comenzar a repartir suerte. Lo mismo les ocurre a sus vecinos, que cada cierto tiempo se quedan sin agua desde las diez de la noche hasta la mañana siguiente. Y en temporada estival, a veces, pasan hasta cinco días con las tuberías secas. Es un problema que el pueblo arrastra desde la madrugada del 24 de marzo de 2005, cuando la tuneladora que construía el mayor túnel de la línea de alta velocidad entre Málaga y Madrid pinchó el acuífero del que bebía el pueblo. El agua se escapó también a alta velocidad. La solución temporal fue llevar el suministro en cubas hasta que la situación se arreglase, pero aquella medida coyuntural se ha eternizado hasta el presente. “Nos están martirizando”, denuncia el alcalde, José Romero (IU).
Curiosamente, al municipio malagueño se le conoce históricamente como “villa de manantiales” por su riqueza hídrica. Pero todo se truncó en 2005. En 2007, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) firmó un acuerdo con el Ayuntamiento para buscar una solución. El convenio incluía sondeos para encontrar agua suficiente para el pueblo y, mientras, completar el abastecimiento con camiones cisterna. Cuatro camiones cargan durante las 24 horas del día 25.000 litros en Antequera y recorren 23 kilómetros para descargarla en los depósitos municipales de Valle de Abdalajís. Medio millón de litros diarios desde hace 16 años. Solo han faltado tres días: el pasado 31 de enero Adif consideró el convenio como cumplido y cesó el suministro, pero el 3 de febrero lo retomó por mandato judicial, que ya ha recurrido.
“Es el monotema desde hace demasiado tiempo”, dice Mari Muñoz, de 40 años, de cháchara con unas vecinas en la calle Real, epicentro del pueblo. Allí coinciden el mercado municipal, la iglesia, el ayuntamiento, el estanco y una fuente con un hilillo de agua. Los cortes nocturnos son frecuentes en épocas de poca lluvia y son estructurales cada verano a pesar del ir y venir de camiones. “Imagina llegar de trabajar en el campo y no poder ni ducharte”, añade. “Cada día es un problema”, insiste Teresa Cortés, de 69 años. Cada familia paga unos 30 euros de media de agua, que se destinan a los servicios que ofrece el municipio. La población, cansada, cree que el conflicto es político.
Por un lado, porque el Ayuntamiento se ha relajado ante la llegada constante de agua gratis y no ha buscado un plan b a través de ayudas públicas como las ofrecidas por la Diputación Provincial para dar carpetazo al asunto. Por otro, porque Adif les dejó sin agua y a pesar de haber construido dos pozos —que el municipio dice que no dan agua suficiente— jamás ha apostado por una solución definitiva. Esta venía de la mano, principalmente, de un nuevo sondeo en la zona de Pozos Altos, pero tras años de trámites, tanto la Junta de Andalucía como el Gobierno denegaron la obra por su impacto medioambiental. Un precedente que echó para atrás a Adif hacia nuevas aventuras en busca de pozos.
Además, la compañía ferroviaria subraya que ha invertido ya 26 millones de euros —entre ellos, más de diez en camiones cisterna, ocho en sellar el pinchazo y 3,5 en arreglar la carretera ante tanto trasiego— cuando el acuerdo suscrito solo recogía cinco. Fuentes de Adif insisten en que el municipio ha debido implicarse más. Y denuncian posible fraude por pinchazos irregulares e instalaciones defectuosas. El alcalde reconoce que casi la mitad del agua se pierde durante su viaje por la red de tuberías municipal, pero también que la economía municipal “está en quiebra” y no sabe ni cómo pagará las nóminas de febrero. Ambas Administraciones, además, tienen el comodín de sacudirse la responsabilidad y otorgarla a los anteriores cargos públicos.
La Diputación de Málaga se ha involucrado para mediar. Su presidente, Francisco Salado, visitó recientemente el municipio junto a responsables de Adif. En la institución piden “una reflexión general” de por qué se ha arrastrado la situación hasta 2021. Reconocen la extinción legal del convenio, pero también que la falta de un suministro básico es muy grave para el municipio. Su primer paso ha sido presentar un recurso ante los tribunales para paralizar el cese de las cubas, como así ha ocurrido. El siguiente, analizar con el Ayuntamiento por qué no se han hecho mejoras de las tuberías cuando ha tenido oportunidad gracias a las subvenciones de Diputación para la mejora de los aprovechamientos hídricos. El tercero será realizar un estudio para optimizar recursos y encontrar “solución al problema de una vez”, afirma Margarita del Cid, responsable de la Oficina de Atención a los Alcaldes.
“Necesitamos saber que siempre que abramos el grifo habrá agua”, insiste Sergio Rivero, de 37 años, tras el mostrador del estanco del pueblo. Él también gestiona un alojamiento rural, una de las pocas salidas económicas para el pueblo gracias a la restauración del Caminito del Rey. Pero sin agua, tampoco habrá turistas en la villa de manantiales.
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