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‘Operación conde de Barcelona’: el Rey busca restaurar afectos con Cataluña

Con tres visitas en solo dos semanas, Felipe VI intenta retomar su relación con la comunidad autónoma más conflictiva

Felipe VI, segundo por la izquierda, charla con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, primero a la derecha, el pasado miércoles en Barcelona.
Felipe VI, segundo por la izquierda, charla con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, primero a la derecha, el pasado miércoles en Barcelona.Francisco Gómez / Casa de S. M. (Casa de S. M. El Rey/EFE)

En su discurso del 3 de octubre de 2017, el Rey no pronunció ninguna palabra en catalán. Tampoco aludió a los heridos en las cargas policiales que intentaban evitar el referéndum ilegal celebrado 48 horas antes. Denunció la “deslealtad inadmisible” de la Generalitat e instó a los “los legítimos poderes del Estado” a “asegurar el orden constitucional”. Tres semanas después, el Gobierno central aplicaba el artículo 155 de la Constitución e intervenía la autonomía catalana.

Aquel discurso, alegan fuentes próximas a Felipe VI, no iba dirigido al pueblo catalán, sino a todos los españoles. Dio un puñetazo sobre la mesa para frenar una deriva que ponía en riesgo la propia convivencia. El Rey, agregan las mismas fuentes, era consciente de que su discurso le granjearía el rechazo de la mitad de la sociedad catalana, que apoyaba el independentismo; y la incomprensión de parte de la otra mitad, traumatizada por la desafortunada intervención policial del 1-O. La gravedad de la situación, concluyen, urgía una intervención quirúrgica y los desgarros colaterales habría que coserlos y repararlos después.

“A Rajoy no le echaron la culpa. Se la echaron al Rey”, reflexiona un veterano letrado catalán. “El jefe del Gobierno enmudeció y fue el Rey quien dio la cara, ante la incomparecencia del presidente. Por eso lo convirtieron en el pimpampum”. Incluso se hizo correr el bulo, desmentido por La Zarzuela y por los propios afectados, de que Felipe VI alentó la desbandada de empresas que sacaron su sede social de Cataluña en el momento álgido del procés.

El independentismo vio su oportunidad de ganar adeptos y enarboló la bandera de la República. “Los independentistas no hablan del Estado catalán, sino de la República catalana, y así se benefician del prestigio mítico de lo republicano. El espectro antimonárquico es mucho más amplio que el independentista”, agrega el mismo letrado, que prefiere guardar su identidad. “Para hablar bien de la Monarquía en Cataluña hay que tentarse la ropa”, se excusa.

Tras días de titubeos, el entonces president Quim Torra acudió en junio de 2018 a la inauguración de los Juegos del Mediterráneo, en Tarragona, donde coincidió con Felipe VI, pero anunció que, en adelante, ningún miembro del Govern asistiría a actos de la Casa del Rey ni la Generalitat invitaría al jefe del Estado a los suyos. Simbólicamente, rompía relaciones con la Monarquía, lo que no hizo con ninguna otra institución. Torra aplicó la política de la silla vacía, aunque eso implicara jugar al ratón y el gato, como sucedió en la inauguración del Mobile World Congress (MWC) de 2019, cuando abandonó la comitiva oficial antes de llegar a los pabellones de España y Cataluña para evitar la foto con el Monarca.

“El Rey no ha dejado en ningún momento de acudir a Cataluña”, subrayan en La Zarzuela. Con una excepción: la entrega de despachos de la Escuela Judicial, en septiembre pasado. Pero no fue porque él no quisiera, sino porque el Gobierno no le dejó. Los desplantes de la Generalitat y las protestas de los CDR (Comités de Defensa de la República) rodearon de tensión sus visitas e hicieron más difícil un reencuentro con la sociedad catalana que restañase las heridas. El verano pasado, tras el fin del confinamiento, los Reyes emprendieron una gira por todas las comunidades autónomas pero, aduciendo motivos sanitarios, su visita a Cataluña se limitó al monasterio de Poblet (Tarragona), lo que no impidió que se acercaran hasta allí los manifestantes y provocaran altercados.

El nuevo president, Pere Aragonès, heredó la práctica de Torra y faltó en marzo a la visita del Rey a la factoría de Seat en Martorell (Barcelona), lo que no solo supuso un feo al Rey sino también a los máximos responsables del Grupo Volkswagen. Quizá por las críticas que recibió entonces, el martes anunció que acudirá a todos los foros que sean importantes para los catalanes, “aunque estén ideológicamente en las antípodas”. El miércoles saludó a los asistentes a las jornadas del Círculo de Economía ―incluidos el presidente surcoreano, Moon Jae-in, y el rey Felipe VI—, aunque se marchó acto seguido, sin quedarse a la cena oficial. El Rey volverá otras dos veces a Cataluña en las próximas dos semanas. Se da por seguro que Aragonès asistirá a la inauguración del Mobile, el próximo día 28, pero hay más dudas de que esté en la entrega de los premios Princesa de Girona, 72 horas después.

Estas dos visitas se producirán, probablemente, después de que se hayan publicado los indultos a los presos del procés. La Zarzuela, desoyendo los cantos de sirena de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha dejado claro que Felipe VI firmará los indultos que le presente el Gobierno, como no podía ser de otra manera, dado su papel constitucional.

“En la medida en que se vaya recomponiendo la situación general, irá mejorando la relación del Rey con Cataluña”, señala un político catalán, ya retirado, que también pide guardar el anonimato. “Pero eso no va a suceder de la noche a la mañana, será un proceso que durará años”, advierte. “En todo caso”, concluye, “aunque el apoyo al independentismo se reduzca, nunca volverá a los niveles anteriores [al procés]. El rechazo a la Monarquía se mantendrá alto”.

En la encuesta de mayo pasado del Centro de Estudios de Opinión, el CIS catalán, el 70% de los encuestados prefería la República a la Monarquía, un porcentaje casi idéntico al del año pasado. El discurso del 3 de octubre es uno de los factores que explica ese desapego, pero no el único: los escándalos de corrupción de la Familia Real también han contribuido. El caso Nóos dinamitó la gran operación de la Monarquía para estrechar lazos con Cataluña, representada por una infanta Cristina que vivía en Barcelona y trabajaba en La Caixa.

Felipe VI ha mantenido numerosos contactos, oficiales y privados, con la sociedad catalana y se ha preocupado de que la Princesa de Asturias aprenda a fondo catalán; tanto, que sorprendió su perfecta dicción cuando, en noviembre de 2019, lo empleó por primera vez en público. Siendo aún príncipe, y acompañado por la princesa Letizia, acudió a una de las cenas organizadas por el grupo Gironins a Barcelona, del que formaba parte, entre otros, el exalcalde socialista Joaquim Nadal: y en febrero de 2014, cuatro meses antes de heredar al trono, pasó tres días en la capital catalana reuniéndose con distintos colectivos, incluidos los empresarios del Foro Puente Aéreo.

Todas las fuentes consultadas coinciden en que el Rey debería ampliar su campo de relaciones sociales más allá del mundo económico. “La sociedad catalana es mucho más que la docena de empresarios con los que se relaciona asiduamente”, reflexiona una de ellas.

El pasado viernes, en el discurso con el que conmemoró el séptimo aniversario de su proclamación, Felipe VI subrayó que “los afectos” son el cemento que une a los pueblos. “Durante siglos hemos compartido éxitos y fracasos, anhelos y proyectos. Juntos hemos abordado los desafíos de nuestra historia y entre nosotros se ha construido un inmenso espacio de sentimientos compartidos, respetando nuestras diferencias y nuestra pluralidad”, subrayó, en una llamada a restaurar afectos y superar desencuentros.

Cuando el abuelo del Rey, Juan de Borbón, abdicó en su hijo, en 1977, conservó el título de conde de Barcelona, por el que fue conocido hasta su muerte, en abril de 1993. Desaparecido don Juan, el título volvió a unirse al titular de la Corona de España, por lo que, aunque poca gente lo sepa, Felipe VI es el actual conde de Barcelona. Ahora se propone ejercer como tal.

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