El enigma de las desapariciones “idénticas” de dos temporeros africanos tras discutir con su patrón
La Guardia Civil busca en Jaén el cadáver de un senegalés cuyo rastro se perdió hace 20 meses tras quejarse ante su jefe por las malas condiciones laborales. El empleador ya había sido investigado años atrás por otro caso similar
Una pregunta recorre Villacarrillo (10.545 habitantes, Jaén) desde hace un año, ocho meses y 17 días: ¿Dónde está Ibrahima Diouf? El temporero senegalés fue visto con vida por última vez el 5 de enero del año pasado arrastrando una maleta trolley roja, camino de la casa de su patrón, Ginés V. L., el empresario local de la aceituna a quien acababa de acusar de abuso laboral. Iba a exigir que se le pagase lo que se le debía, y se marchaba. La Guardia Civil está convencida de que está muerto y ahora, 20 meses después, busca su cadáver en la casa del empleador y en breve lo hará en otras propiedades vinculadas con él. Ginés V. L., de 53 años, fue juzgado y absuelto hace unos años de la desaparición de Tidiany Coulibaly, otro temporero de quien tampoco se sabe nada desde las navidades de 2013, precisamente tras discutir por cuestiones de trabajo y quedarse a solas con este patrón. En el juicio fue condenado por explotación laboral. Las dos desapariciones “son idénticas”, aseguran fuentes de la investigación, y la última persona con la que se sabe que estuvieron las víctimas fue el empresario. Pero no hay cadáveres ni pruebas, y él no está detenido.
La Guardia Civil previó concluir este jueves la actual fase de registros, a los que se han incorporado agentes de la Unidad Central Operativa (UCO), y ya ha solicitado autorización para revisar otros emplazamientos, incluidas fincas de cultivo. De momento ha puesto patas arriba la casa del empresario, el garaje anexo, un solar, un pozo del patio y la casa donde se alojaba el desaparecido, todo en la calle Guerrilleros Hermanos Uribe. El instituto armado ha desplazado a la zona cuatro perros especializados en localizar restos de personas, ha enviado a buzos para sumergirse en el pozo y a agentes de montaña, ha pasado el georradar buscando anomalías en el subsuelo, ha removido una tonelada de leña... Pero nada, ni rastro.
El caso de la desaparición de Ibrahima cuando contaba 31 años, casado y con una hija, se ha reactivado por orden del Juzgado de Instrucción Número 1 de Villacarrillo. La Guardia Civil se muestra muy cauta porque, aunque cree tener resuelta la investigación, carece del material probatorio. La subdelegada del Gobierno en Jaén, Catalina Madueño, pidió la mañana de este miércoles “prudencia” y recordó que el agricultor “está investigado, pero no está detenido”. Ni siquiera se ha referido a la anterior desaparición, pese a que la mecánica en ambos casos fue la misma: descontento laboral, discusión por el jornal y las condiciones en el tajo, reunión para zanjar el asunto y desaparición. El último que vio con vida a ambas víctimas, Gines V. L., insiste en su inocencia.
Las últimas horas de Ibrahima Diouf están claras hasta que llegó a casa de Ginés V. L. Quería hablar con él y luego tomar un autobús para mudarse a Cartaya (Huelva). Pero nunca se subió en él. Aquel día llovía a mares. El olivar era un pantano, pero el patrón insistió en que la cuadrilla tenía que ir a recoger la aceituna. Discutieron. Ibrahima decidió que se despedía y que esa tarde pasaría a cobrar el mes que le debía, según se cuenta en la denuncia interpuesta por Abdou Bity, un amigo del desaparecido. Aquel último día, Ibrahima, de casi dos metros de altura, vestía pantalón azul, chaqueta negra y zapatillas negras y blancas. Arrastraba una maleta roja de ruedas. Su cuenta de ahorro personal no se ha tocado desde el día en que desapareció y no saben nada de él ni su familia ni sus amigos ni quienes le esperaban para trabajar en Cartaya. Los compañeros de trabajo del desaparecido han recordado que el empresario recorrió el pueblo con su coche para arrancar los afiches con la foto de Ibrahima pegados por la localidad, volcada en el monocultivo del olivar.
El caso es idéntico al de Tidiany Coulibaly al que jamás se le ha vuelto desde que se reunió con Ginés V. L., con quien cumplía su tercera temporada de trabajo. Según han relatado los testigos, el bracero, que entonces tenía 22 años, vareaba en la finca El Molinillo, donde el empresario les pidió que trabajasen a destajo y no a jornal, lo que rebajaba considerablemente el estipendio diario. El 17 de diciembre de 2013, el trabajador dijo que se marchaba, lo que llevó la discusión con el patrón hasta la misma puerta de la vivienda que ocupaban los inmigrantes.
Tidiany Coulibaly se quedó algo más en la vivienda para reunirse de nuevo con Ginés V. L., quien le había prometido, según los mismos testigos, que lo iba a colocar en otra explotación. Se les vio tomar un café en un bar de la localidad. Y ya está. Desde entonces no contesta al teléfono. Ya en enero de 2014, casi un año después, la Guardia Civil encontró en La Moratilla, otra finca del mismo empresario, las orejeras de estampado militar que Coulibaly, bastante friolero, casi siempre llevaba puestas. Un lugar extraño, porque en esa finca se supone que no trabajó el desaparecido. En 2016 la Sección Segunda de la Audiencia de Jaén lo condenó a un año de cárcel y multa de 4.200 euros por un delito contra los trabajadores, que “eran explotados”, y a otro año y medio de prisión por un delito contra la Administración de Justicia, con otra multa de 6.000 euros. Además, por una falta de defraudación de fluido eléctrico se le condenó al pago de otra multa por valor de 1.200 euros. Pero resultó absuelto del delito de desaparición forzosa de Coulibaly.
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