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Málaga se llena de cruceristas

El puerto de la ciudad prevé un año récord de cruceros y el sector turístico lo celebra, pero aboga por la planificación en las escalas para evitar la masificación en el centro

Turismo
Un crucero. atracado en el puerto de Málaga, el pasado 25 de octubre.García-Santos
Nacho Sánchez

En la plaza del Obispo, frente a la catedral de Málaga, hay una guía que explica las características del templo en un discurso marcado a fuego a base de repetirlo a diario. Tiene delante un grupo de británicos que viaja a bordo del Carnival Freedom, crucero de casi 300 metros de eslora que los espera atracado en el puerto. Antes de volver a él, los visitantes pasan por el teatro romano, cerca de la alcazaba, donde hay más cruceristas, estos del Celebrity Infinity, otro enorme barco. En calle de Alcazabilla, se cruzan con dos grupos de jóvenes europeos de viaje, alumnado de un instituto de visita cultural, una manifestación a favor de Palestina y cientos de turistas.

Todos se estrujan en los pocos metros para caminar que les dejan dos generadores y una carpa instalada para celebrar el vigésimo aniversario del Museo Picasso Málaga. “Hay muchísima gente, nos ha sorprendido”, dicen John y Elisabeth, pareja que pasa unos días de vacaciones en Andalucía. El pasado viernes, atacaron cinco cruceros en el puerto con 11.000 pasajeros a bordo, solo un día después de que cuatro más arribarán con 9.000 turistas. Y, el sábado, siete más. Se espera la llegada de medio centenar solo en noviembre.

La escena corresponde al jueves pasado, pero se repite en numerosas ocasiones en el centro de Málaga. Aquel día coincidían dos cruceros que sumaban unos 6.500 pasajeros, cifra que tampoco es ya rara. Son parte de los 530.000 que la Autoridad Portuaria malagueña prevé pasarán por la ciudad a lo largo de 2023, el mejor dato histórico a excepción de 2010-2012 (entonces la naviera Royal Caribbean estableció la ciudad como puerto base y se alcanzaron más de 600.000 viajeros cada año). En noviembre llegaron a coincidir hasta siete grandes barcos con más de 11.000 personas.

La estadística dice que solo la mitad de los pasajeros baja de ellos, pero en esos días el centro, ya masificado ante la enorme cantidad de pisos turísticos y hoteles, bulle en cualquier rincón. Dar un paseo es entonces complejo, no hay hueco en las terrazas de bares y restaurantes y en el mercado de Atarazanas no cabe un alfiler. El entorno de los monumentos es un hervidero constante. “El mayor inconveniente es cuando los grupos se agolpan en una calle bloqueando el paso o van en bici circulando en manada y generando peligro. También cuando los guías van con megáfono generando mucho ruido”, afirma Carlos Carrera, presidente de la asociación de vecinos Centro Antiguo que, eso sí, admite que no siempre es fácil saber si estos visitantes proceden de un crucero o no.

Un grupo de turistas visita el teatro romano en Málaga, el 25 de octubre.
Un grupo de turistas visita el teatro romano en Málaga, el 25 de octubre.García-Santos

El impacto de los cruceros ha crecido, no solo porque hay ahora más cruceristas, también porque la mayoría de los pasajeros que desciende del barco se queda en la capital. Según los datos del puerto malagueño, hace unos años el 70% de quienes planeaba una visita durante la parada en Málaga iba a otros destinos como Granada, Ronda o Antequera, y solo el 30% permanecía en la ciudad. Ahora las cifras se han invertido. Y su gasto ha aumentado gracias al crecimiento de los denominados cruceristas premium, más ligados al lujo y que se dejan entre 120 y 150 euros en su visita, frente a los entre 40 y 60 euros del crucerista promedio.

Sectores como el comercio o la restauración celebran esos números y el incremento de las visitas exprés. “Para la hostelería vender es siempre buena noticia”, señala la Asociación de Hosteleros de Málaga. Otros, como los transportes, la limpieza o el ocio, tienen más problemas: no siempre son capaces de absorber una demanda tan intensa en tan poco tiempo.

“Si coinciden 10.000 a la vez, inevitablemente se ven”, afirma Carlos Rubio, presidente de la Autoridad Portuaria de Málaga. “Pero no son los cruceros los que saturan: cualquier día sin ellos la ciudad también está hasta arriba”, afirma. No cree necesario limitar el número de barcos en el puerto malagueño —como hace Baleares desde 2022, además de otras ciudades europeas— porque asegura que las instalaciones —dos terminales para grandes cruceros y otra, a un paso del centro, para los de lujo— están preparadas para recibir un millón de visitantes anuales, el doble que en la actualidad. “Además, tenemos nuestras limitaciones: pueden coincidir tres o cuatro cruceros grandes como mucho, por la propia capacidad física del puerto, no más”, destaca el responsable.

Turistas en el entorno de la Alcazaba, en Málaga, el 25 de octubre.
Turistas en el entorno de la Alcazaba, en Málaga, el 25 de octubre.García-Santos

Las escalas suponen alrededor del 25% de los ingresos portuarios: cada barco paga según su tamaño y las horas de atraque. “Un recorte quitaría también esa fuente de financiación”, insiste Jacobo Florido, concejal de Turismo en el Ayuntamiento de Málaga, que subraya que cuando hay “avalancha” de cruceristas también hay refuerzos de sectores como el turismo o la limpieza.

“Si llegan 10 barcos a la vez, pues genera un problema, pero es algo muy puntual y tampoco es nuestra competencia limitarlos”, añade Florido, que explica que el objetivo municipal es que Málaga se convierta en puerto base de las navieras porque ello genera más ingresos para la ciudad y también se muestra partidario de que los barcos “lleguen escalonados” al puerto.

Lo importante es “planificar”

“El problema del turismo es que se desarrolla en el espacio público y se comercializa por lo privado, que lo que quiere es vender”, afirma Antonio Guevara, decano de la facultad de Turismo de la Universidad de Málaga, que cree que la capital —como cualquier otra ciudad— tiene una capacidad de carga límite que, si se supera, acaba por afectar al día a día de sus habitantes. Habla de sostenibilidad turística en términos medioambientales, pero también los que influyen en la vida cotidiana de los residentes, para que no acaben hartos de los turistas porque les generen más inconvenientes que ventajas.

“No se debe permitir que vengan todos los cruceros a la vez”, insiste el especialista, que reconoce que, cuando coinciden varios barcos, “el centro parece una manifestación”. “Lo importante es planificar, que vengan separados, pactar entre todas las partes”, insiste. “La demanda fuerte en un solo momento no es buena para nadie”, coincide Sergio Garrido, presidente de APIT, la asociación profesional de guías turísticos en Málaga, que atiende al 90% de los cruceristas que llegan a ella gracias a sus 250 asociados. La mayoría son autónomos.

Garrido sostiene que trata de evitar al máximo posible las aglomeraciones y repartir los grupos en distintos horarios por diferentes espacios: ya sea la alcazaba, la catedral o el museo Picasso, los tres espacios más solicitados, en el último caso limitado por su aforo “que condiciona el acceso”, como explica su gerente, Guillermo Peiró.

A veces la distribución es imposible. Los turoperadores suelen avisar de sus escalas con un año de antelación a los guías, pero hay momentos en los que les piden cien profesionales de un día para otro. En sus manos sí está evitar ruidos, de ahí que el reglamento de la asociación obligue al uso de radio guías, de tal manera que los turistas escuchan las palabras de sus cicerones a través de auriculares.

Dos cruceros esperan para zarpar del puerto de Málaga, el 25 de octubre.
Dos cruceros esperan para zarpar del puerto de Málaga, el 25 de octubre.García-Santos (El Pais)

“El Ayuntamiento debería prohibir los altavoces para minimizar el impacto acústico”, afirma quien cree que el turismo de cruceros tiene inconvenientes —recalca la gran contaminación que genera este medio de transporte— pero que en general “es positivo” para la ciudad.

La masificación, “un problema de toda Europa”, no le preocupa porque, dice, la temporada alta de escalas es primavera y otoño, cuando las llegadas por otras vías bajan. “En Navidad o feria es cuando realmente no se puede caminar por el centro”, afirma antes de concluir con una paradoja: “Queremos turismo de calidad, pero tampoco podemos decirle al turismo general que no venga”.

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