La gestión convierte a Paiporta en una olla a presión: “Los políticos no se ponen de acuerdo mientras sobrevivimos solos”
Los vecinos del municipio en el que se increpó a Felipe VI, Sánchez y Mazón denuncian la lentitud de las administraciones
La lluvia empieza a caer a plomo sobre Paiporta mientras los vecinos de la calle de Mariana Pineda observan cómo una decena de agentes de la Guardia Civil intervienen en uno de los garajes que sigue anegado. “Es la primera vez que vemos tantos aquí”, se quejan algunos residentes de uno de los pueblos más golpeados por la dana de Valencia. Cae la tarde, estallan los truenos y por primera vez en cinco días la localidad recibe un nuevo aviso de alerta roja de la Aemet, que horas después quedó desactivado. “¿Miedo después de lo que hemos pasado? Ahora sabemos que con una alerta roja hay que subirse a casa”, relata Santiago Sarrión, de 49 años y mecánico, en el portal de su domicilio. En el cuarto piso, su hija visiona las declaraciones del presidente Pedro Sánchez ofrecidas después de ser increpado a pocos metros de alli. “Los políticos no se ponen de acuerdo mientras nosotros sobrevivimos solos”, clama Nerea, de 19 años y estudiante de Periodismo, quien entre el tumulto consiguió acercarse para hablar con la Reina. “Le he dicho que ‘hay muertos aquí, que necesitamos maquinaria, ayuda. Solo tenemos la de los voluntarios”. Debajo, en la calle, llueve sobre mojado.
La olla a presión en la que se ha convertido Paiporta por las inundaciones desembocó este domingo en un vómito de rabia contra Sánchez y contra el presidente autonómico, Carlos Mazón, un día después de que los dirigentes comparecieran por separado anunciando nuevas medidas para paliar los efectos del desastre, tras horas de bronca política en torno a la asunción de responsabilidad por las competencias y al aumento gradual del número de efectivos. Algo que no cabe en la cabeza de los vecinos de la localidad desde el lodazal donde a duras penas asoman cabeza pasadas las jornadas. “Que cinco días después que sigamos así, no lo entiendo. Hay gente que sigue sin agua. Me parece inaudito que el ejército no haga nada”, abunda Isabel Parreño, de 57 años y trabajadora de limpieza en un hostal junto al lugar donde el Rey salió escoltado.
Muchos de los concentrados que gritaban “asesinos” a la comitiva eran jóvenes de aspecto ultra, muy similares a quienes se manifestaron durante meses a las puertas de la sede socialista de Ferraz en Madrid. Algunos incluso aparecen en las redes sociales de la Revuelta, la organización juvenil satélite de Vox. Pero la algarada sirvió para que quienes, como Santiago Sarrión, lo utilizaran como canal de desahogo y se sumaran a la protesta con la indignación a borbotones. De “izquierdas” y “republicano”, este mecánico lanzó barro contra los dirigentes como símbolo de la impotencia que siente tras cinco días de hastío, y de supuesto abandono por las autoridades. “Era un grito de rabia contra la gestión nacional y autonómica. No era una protesta de derechas y izquierdas”, señala. “Han tirado barro desde niños de seis años hasta 10 años. Si hay aquí algo de progreso, es muy lento”, agrega antes de quitarse las botas llenas de barro para acceder a casa.
Como la familia Sarrión, la mayor parte de consultados en Paiporta aprecia una leve mejoría en la limpieza de las calles, pero el paisaje siendo apocalíptico. Y todos achacan ese mínimo logro a los voluntarios, al tiempo que denuncian dejadez por parte de las instituciones y la escasa intervención de las fuerzas armadas. Un mantra que se repite a en cada esquina del pueblo, donde se organizan los retenes de voluntarios como pueden. Estos emprendían el viaje de vuelta a casa este domingo en torno a las 17.00 horas con el aviso de la alerta roja. De 25.309 habitantes, en Paiporta ganó el PSOE-PSPV en las elecciones municipales de 2023 con nueve concejales de 21, más otros tres de Acord Per Guanyar, siete de PP y dos de Vox. En los comicios generales, los socialistas también fueron los más votados. Junto a Sumar, aglutinaron 7.800 sufragios. Mientras que Vox y PP alcanzaron los 7.300, siendo la formación de Santiago Abascal la tercera fuerza más votada con el 18% de los votos.
“Comida ya hay de sobra y agua para beber, también. Pero no hay coordinación. Que viene el ejército y no sabe ni dónde tirar el barro. No me jodas”, indica Maribel Aznar, de 51 años, clienta asidua del bar Eimer, situado en frente del garaje donde la Guardia Civil sigue drenando agua. Dentro, su dueño y trabajadores continúan despejando el local aún embarrado, con las botellas y enseres por en medio, aunque muy distinto a las fotografías que muestran sin parar. Y en cuyas imágenes se observan pilas y pilas de basura por todo el negocio, ya liberadas. “Aún no nos han declarado como zona de emergencia. ¿Cómo no se va a quejar la gente?”, lamenta Alex Sashouv, de 29 años, propietario del negocio, donde entre la desazón también hay tiempo para la broma. “Es el bar hoy con más afluencia del pueblo. Tenemos las mejores hamburguesas”, ironiza uno de los trabajadores, cuando empieza a llegar más gente con historias demoledoras de la noche del desastre. Acto seguido, vuelve a lo más crudo: “Han pasado varios días y sigo viendo a una mujer muerta tirada cada día que vengo andando a trabajar”.
Pese a las advertencias a través de redes sociales, los voluntarios siguieron llegando a las zonas afectadas este domingo, con la mayoría de accesos abiertos pero controlados por policías. “Lo distinto de hoy es que hemos retrocedido porque el pueblo se ha parado hora y media. Sánchez y Mazón han venido a entorpecer la faena, a hacerse la foto después. Y se han marchado”, sentencia Santiago Carrión.
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