La detención de una pareja y su hijo en Alicante alerta sobre el reclutamiento de menores para cometer asesinatos
La Policía Nacional desmantela la célula y arresta a un chaval sueco que había viajado hasta la Costa del Sol con el encargo de asesinar a un motero
Llegó la pasada primavera en avión. Con 17 años y procedente de Suecia, podía pasar por un chaval más con ganas de fiesta en la Costa del Sol. Se alojó en un hotel de Benalmádena (Málaga, 73.160 habitantes) y se hizo con un patinete. Pero no fue a la discoteca ni a la playa. Pasó cuatro días merodeando con su vehículo por los alrededores de una urbanización. Al quinto fue detenido por la Policía Nacional. Le habían seguido la pista porque las autoridades suecas habían avisado de que un sicario acudía a España para asesinar al miembro de una banda motera. El chaval lo tenía todo preparado a la espera de recibir un fusil de asalto y luz verde para disparar, pero los investigadores se adelantaron.
“Jamás nos habíamos encontrado estos niveles de violencia en menores de edad”, cuenta uno de los agentes que ha participado en su arresto. También ha dirigido el desmantelamiento de la organización —un núcleo familiar de tres personas— que captaba a jóvenes como él para cometer asesinatos en distintos países de Europa, asentada en Alicante y dirigida por un chaval de 14 años. Son los coletazos que llegan al sur del continente procedentes de la guerra entre mafias que se desarrolla a miles de kilómetros, en Suecia, donde los ajustes de cuentas a tiros y atentados con bombas se han convertido en cotidianos. En ellos, la participación de menores es cada vez más frecuente. “Hay cierto temor a que nos salpique, claro. De momento estamos a la expectativa: debemos estar preparados para estas situaciones”, señala el agente, que advierte de la mayor presencia de ciudadanos suecos en la Costa del Sol en los últimos años.
Hace solo unos días, el 12 de noviembre, Europol (la Agencia de la Unión Europea para la Cooperación Policial), alertaba en un comunicado sobre cómo las organizaciones criminales “dirigen sus esfuerzos hacia los jóvenes a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería cifrada para reclutarlos y cometer actos de delincuencia organizada grave”. Explica el organismo que lo hacen utilizando mensajes en código, jergas o tácticas de gamificación, es decir, presentando los encargos criminales como desafíos o juegos. Son técnicas “diseñadas para atraer a los jóvenes hacia actividades delictivas, haciéndolas parecer financieramente atractivas o socialmente gratificantes”, subrayaban en Europol, donde insistían en que las aplicaciones de mensajería cifrada —desde Telegram a otras encriptadas utilizadas por los criminales— son las más usadas para atraer a los menores, porque no dejan rastro digital y reducen así el riesgo de detección.
Cuando la primavera pasada llegó información desde Suecia, los policías de la Costa del Sol entendieron que se enfrentaban a algo que nunca antes habían visto en la zona. Las autoridades nórdicas avisaban de que un chaval iba a viajar a Málaga, posiblemente, con la intención de cometer un asesinato. Cuando aterrizó en mayo había cambiado su aspecto: se había teñido el pelo para dificultar el reconocimiento policial. Los agentes pudieron seguir su pista hasta un hotel de Benalmádena y, después, a otro en la misma ciudad. También vieron que se desplazaba en patinete y que dedicaba el día a dar vueltas a la misma urbanización. “Estaba planificando el asesinato”, explican fuentes policiales. Tanto la forma de acceder al recinto como la de huir. No hacía otra cosa en todo el día. Y antes de que recibiera el fusil de asalto que le habían prometido para acabar con su objetivo, el joven sicario fue arrestado. En su habitación había guantes, ropa y cintas, todo listo para realizar su encargo. “Es algo que jamás habíamos visto en alguien tan joven”, añaden las mismas fuentes. A la vez, la policía sueca detuvo a dos menores suecos armados en Dinamarca, también con el cometido de asesinar.
“Es una barbaridad”
La policía mantuvo un perfil bajo y dedicó sus esfuerzos en saber quién le habían reclutado. Sus investigaciones apuntaron hacia una familia —padre, madre, hijo— que residía en Alicante. Las vigilancias les permitieron seguir la actividad de los dos adultos, pero al pequeño, de solo 14 años, apenas conseguían verlo. No iba al instituto ni mantenía rutina. “Era errático”, indican fuentes del caso. Con el tiempo averiguaron que era él quien manejaba el negocio. Recibía numerosos encargos para cometer asesinatos y él encontraba chavales de su edad dispuestos a hacerlos. Lo arreglaba todo para que cumplieran el trabajo. “Es una barbaridad, se piden asesinatos como quien encarga una pizza”, destacan fuentes policiales. Este grupo consiguió arrastra varias muertes tras hacer realidad las peticiones recibidas en países como Dinamarca o Suecia, pero en España se encontró con la labor policial. En octubre, el núcleo familiar —que también gestionaba el tráfico de armas y drogas y blanqueaban dinero— fue detenido en su piso, ubicado en una zona turística de Alicante y donde se encontró un arma de fuego. El país nórdico espera ya a su extradición.
El chaval está detenido “por su implicación en intentos de asesinato, preparación para cometer asesinato y delitos relacionados con armas en Suecia, Dinamarca y España”, según la Fiscalía sueca, que subraya que los supuestos delitos ocurrieron durante la primavera y el verano de 2024. El ministerio público incluye casos en Copenhague (Dinamarca) y las ciudades de Malmö y Kista (Suecia) donde “jóvenes fueron reclutados para participar en actos graves de violencia”, según un comunicado de la fiscal que lleva el caso, Anna Arnell, quien destacó la colaboración policial internacional como base para poder llevar a cabo los arrestos.
La operación —denominada Carrusel Tívoli y en la que han participado los Grupos de Respuesta Especial para el Crimen Organizado (Greco) de la Costa del Sol y Levante, además de la Unidad de Droga y Crimen Organizado (Udyco) de la Costa del Sol bajo coordinación de Europol y Eurojust—no es la primera relacionada con mafias suecas en el sur de España. Las consecuencias del importante conflicto con organizaciones criminales que vive Suecia, donde las luchas entre clanes de poder han convertido al país en uno de los más violentos de Europa, ya salpicaron a Málaga en 2018. Entonces, un grupo procedente de aquel país puso dos bombas en Benahavís. Más tarde, la misma banda —que llegó a ser conocida como el clan de los suecos— cometía dos asesinatos, que luego confesaron en juicio.
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