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TEATRO
Columna
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Puro Shakespeare, puro Peter Brook

El Grec pone en lo más alto el listón de calidad con el estreno de ‘Tempest Project’ en el Lliure

Tempest Project
Marilù Marini (Ariel) y Ery Nzaramba_(Próspero) en 'Tempest project'.Marie Clauzade

Peter Brook ha vuelto a hacerlo. A sus 96 años, en silla de ruedas, salió al escenario del Lliure de Montjuïch antes del estreno de su prodigioso Tempest Project, y el público se puso en pie para dedicarle una inmensa y entusiasta ovación, una muestra de admiración, gratitud y afecto que nos dejó a todos con un nudo en la garganta. El resto fue una emocionante lección de teatro y de vida - en su caso, son la misma cosa- al hilo de las conmovedoras palabras de su venerado William Shakespeare. Noche inolvidable, una celebración de la belleza, la poesía, la música y la magia teatral como solo Brook sabe hacerlo.

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En el escenario, rodeado de actores, habló del valor y el significado de las palabras. Frases de Lear, de Julieta, de Otelo, de Hamlet cobraron, bajo sus sabias explicaciones, toda la carga emocional que el Bardo pone en cada palabra. Culminó la lección con las últimas palabras de Hamlet moribundo: “The rest is silence”, el resto es silencio, y en la sala, ese silencio se vivió en trance. Lo agradeció el último mago del teatro mundial con una sonrisa, dejando la resonancia de esas palabras como emocionante preludio de un espectáculo que ha puesto el listón de calidad del Festival Grec en lo más alto.

“El actor verdadero es el que no se deja arrastrar por el ego y hace que resuenen en él las palabras para que todos podamos compartirlas”. Lo decía Brook con la sinceridad de un genio humilde, sin rastro de arrogancia, vacunado contra todas las vanidades del mundo y que, fiel a su credo artístico, obra en Tempest Project un nuevo milagro teatral.

El espectáculo, forjado durante el confinamiento junto a su inseparable colaboradora Marie-Hélène Estienne, es una relectura de La tempestad que surge de un taller de investigación teatral impartido en febrero de 2020 en el teatro de Brook en París, Bouffes du Nord. Por la pandemia, su nueva y serena aproximación al clásico de Shakespeare ha cobrado vida teatral primero en Barcelona, ciudad marcada por su huella artística: su montaje La tragedia de Carmen marcó en 1983 la conversión del Mercat de les Flors en espacio escénico.

Nos lleva Brook a su mundo en un escenario desnudo de artificios, despojado de cualquier elemento superfluo. No necesita más que unos troncos de madera, un cayado, algunas varas, un libro, una alfombra y un sombrero -la huella poética del Mahabharata que no cesa- para crear un espacio teatral único, su mundo, tejido artesanalmente con sensibilidad poética, fantasía y admirable austeridad. Son objetos cargados de significado que ayudan a los actores a dar carácter a cada personaje en su viaje iniciático hacia el perdón y la bondad.

La tempestad cuenta la historia de Próspero, duque de Milán, expulsado de su ducado por un hermano ambicioso y sin escrúpulos, que encuentra refugio en una isla, en compañía de su hija Miranda y Ariel, un espíritu a sus órdenes que hará naufragar el barco de su hermano para planificar su venganza.

Brook lo reduce a su esencia y, naturalmente, acierta imprimiendo al relato un ritmo pausado, cuasi musical, en el que las palabras se toman su tiempo justo. Palabras, palabras, palabras, que cobran vida en la traducción al francés del actor y guionista recientemente fallecido Jean-Claude Carrière, en un tono sencillo y directo, sin asomo de sobrecarga pedante.

En la piel de Próspero realiza un impresionante trabajo el actor de origen africano Ery Nzaramba, adiestrado en la tradición del teatro británico, que va llenando de vida cada palabra, calmando la tempestad, los deseos de venganza que agitan el alma de Próspero en busca de justicia y libertad.

Sorprende la gran actriz Marilú Marini recreando un Ariel maduro con un saludable histrionismo que otorga al personaje el vuelo escénico y la gracia de Puck. Completan el elenco Sylvain Levitte en el doble cometido de Fernando, hijo del rey de Nápoles, enamorado de Miranda, y el esclavo salvaje Calibán; Paula Luna como dulce y bondadosa Miranda y, con ajustada vis cómica, los hermanos Fabio y Luca Maniglio.

La iluminación de Philippe Vialatte -preciosa escena del compromiso nupcial, con dos linternas proyectando luz sobre la pareja de enamorados bajo un manto blanco-, y la pureza vocal de las canciones de Harué Momoyama, de efecto balsámico para calmar los deseos de venganza de los personajes, juegan su preciso papel en un montaje absolutamente maravilloso. Puro Shakespeare. Puro Brook.

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