Un caramelo con sabor a salud
Un proyecto que permite diagnosticar la celiaquía tras comer una piruleta triunfa en unas jornadas de innovación pediátrica en Sant Joan de Déu
Los números hablan por sí solos. Los niños de hasta 15 años corresponden al 15% de la población catalana y la investigación pediátrica no es rentable. “Los inversores buscan proyectos que puedan aplicarse a una población mayor”, lamenta Jaume Pérez, jefe de innovación del hospital Sant Joan de Déu (SJD). “La innovación pediátrica está retrasada respecto a la del adulto”.
Por ello, el centro barcelonés organizó el jueves unas jornadas de innovación para visibilizar algunos proyectos dispuestos a revertir la situación. De las 49 candidaturas presentadas, el jurado eligió a The Smart Lollipop, un dispositivo basado en un caramelo que detecta enfermedades a través de una muestra de saliva. “Queremos sustituir las analíticas siempre que sea posible y hacer un seguimiento de las patologías”, defiende Diana Ballart, una de las impulsoras.
Su funcionamiento es sencillo a ojos de un niño: tiene que comer un chupachups —”No tiene proteínas ni azúcar ni gluten”, concreta— sin tirar el palo que lo sustenta. En él se recoge la muestra de saliva que se utilizará para detectar una patología a través de unos canales microfluídicos que determinarán un diagnóstico cuantitativo. “Los resultados se digitalizan en un funcionamiento similar al de un test de embarazo o de antígenos”, resume Ballart. Para los menores, dice, es como hacer magia. Los ensayos permiten de momento detectar hipercolesterolemia y celiaquía, pero el objetivo es añadir otra línea de diagnóstico para 2025.
Tras conseguir la máxima aprobación del jurado, el proyecto tiene pendientes los estudios clínicos en el ámbito hospitalario, previstos para principios de 2022. “Ahora queremos perfilar las mejoras del sabor, y la mejora clínica”, insiste Ballarte, que busca una inversión privada de unos 250.000 euros para dar un empujón definitivo.
Las jornadas también ensalzaron la idea de Blapp, una aplicación terapéutica para problemas de logopedia basada en actividades digitales que forman parte de un mismo hilo narrativo. “Es difícil ofrecer actualmente la terapia adecuada a los niños”, explica Alessandra Zoccali, logopeda de 47 años. “En el sector privado, cada sesión es cara, y en el sector público no se ofrece ni la frecuencia ni el tiempo”. Blapp ofrece juegos controlados por el terapeuta que se realizan en casa. El especialista introduce las variables de la actividad según las necesidades del niño. “El objetivo final es que los menores realicen un discurso”, ilustra la profesional. “Hay muchas plataformas que trabajan la memoria u otras funciones cognitivas, pero de lenguaje oral, no”.
La investigación científica es menor en medicina infantil por no ser rentable
Una de las dificultades de los problemas pediátricos es la complejidad de tratarlos en casa. “Las familias se implican en la mejora y el tratamiento, pero a veces tienen dificultades para ayudar a los niños”, ejemplifica Zoccali. Los padres, dice, se enfrentan a los problemas de los hijos sin un conocimiento profundo y también tienen que gestionar sus preocupaciones y frustraciones por la problemática del menor. “Los niños acostumbran a tener más dificultades para trabajar con sus padres que con un profesional”, concreta.
Los pediatras reivindican las diferencias de los tratamientos entre niños y adultos. “A veces la gente piensa que un menor es un adulto en pequeño, y no es así”, lamenta Pérez. Por ello, reclama terapias accesibles y adaptadas a cada edad. También faltan, asegura, instrumentos quirúrgicos para niños. “No se diseñan, y son muy necesarios, sobre todo en neonatos”, apunta. El jefe de innovación de SJD considera que las administraciones públicas deberían invertir más en investigación pediátrica. “Los gestores públicos se dirigen más a los hospitales convencionales, que están saturados, y a los pacientes crónicos. Pero no tienen en cuenta una cosa. Los niños son el 15% de la población, pero el 100% de nuestro futuro”.
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