El amigo ruso
La muestra más reciente de la desorientación del independentismo está en la reacción de algunos de sus gurús ante la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
El secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Sànchez, sostenía en una entrevista reciente que el independentismo ha tocado fondo o casi (Ara, 20/2/2022). Sánchez se refería al fallido ejercicio de desobediencia en el caso Juvillà, pero en realidad este episodio no deja de ser un accidente más en una estela de desobediencias fallidas que se han ido sucediendo en el último lustro: donde se tocó fondo de verdad es en la conferencia del presidente Pere Aragonès en el Museu d’nacional d’Art de Catalunya (MNAC) el pasado 14 de febrero.
Utilizando toda la parafernalia propia del cargo y en un entorno tan grandilocuente como la Sala Oval, Aragonès empezó dirigiéndose como presidente de la Generalitat a la “Cataluña entera” para acabar como coordinador nacional de ERC no proponiendo recoser la sociedad (como prometió Roger Torrent en su día) sino implorando la unidad del independentismo —en una llamada que la otra parte del recosido solo tardó minutos en menospreciar públicamente. (Días después, en la entrevista mencionada, el secretario general de Junts declaró que no apostaría “ni un céntimo de euro” por la mesa de diálogo que patrocina Esquerra.)
En su alocución, Aragonès prometió hablar de nuevo “al país”, pero no para alcanzar nuevos acuerdos sino más bien para refrendar unos supuestos consensos que ya vienen dados de antemano por él mismo. El presidente/coordinador nacional ni siquiera citó correctamente la resolución de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europea sobre el conflicto político entre Cataluña y España, en la que los parlamentarios no invitaron a las autoridades españolas a dialogar con medio gobierno catalán (con el otro medio en contra) sino con “todas las fuerzas políticas de Cataluña, incluidas las que se oponen a la independencia”, y en cualquier caso no para desbordar al estado sino “dentro del pleno respeto del orden constitucional de España”.
La muestra más reciente de la desorientación del independentismo está en la reacción de algunos de sus gurús ante la invasión de Ucrania por parte de Rusia. La querencia prorusa de una parte del independentismo está bien documentada, y a quien dude de ello solo cabe recordarle el famoso tuit de Hèctor López Bofill de hace apenas seis meses, en el que sostenía que para hacer efectiva la independencia de Cataluña harían falta 10.000 soldados “sean rusos o catalanes”. En esta línea, el director del portal Vilaweb, Vicent Partal, el mismo que el 4 de octubre de 2017 andaba diciendo que la independencia era “cuestión de horas”, se despachó el pasado día 23 con un inquietante editorial en el que empezaba defendiendo al mismo tiempo el derecho de Donetsk y Lugansk a proclamarse independientes y el de Ucrania a negar esa independencia, y terminaba diciendo que en el asunto de Ucrania el independentismo debería oponerse a Rusia pero que dada su obligación de alcanzar la independencia lo antes posible sería absurdo rechazar la ayuda de Rusia aunque fuera “claramente interesada”. ¿Ofrecer a Putin una cabeza de puente en el corazón de Occidente? Eso ya no es tocar fondo sino lo siguiente.
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