“El suicidio no debe abordarse solamente desde la perspectiva médica”
El Fòrum Pere Tarrés organiza un debate sobre esta importante causa de mortalidad juvenil
El suicidio no puede abordarse solamente como un caso médico. La historia de un suicidio es una historia personal y, también, social. Esta idea ha planeado a lo largo del debate que la Fundació Pere Tarrés ha organizado este martes con la colaboración de EL PAÍS. Desde la mesa han intervenido Elena Requena, de la Universitat Ramon Llull; Francisco Vilar, autor de Morir antes del suicidio (Herder) y doctor especialista en conducta suicida en menores del Hospital Sant Joan de Déu; Joan Vegués, director del plan de salud mental y adicciones de la Generalitat, y Glòria Iniesta, maestra y formadora de la Associació per a la Prevenció del Suïcidi i l’Atenció al Supervivent.
Requena, quien subrayó que el suicidio es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 25 años, planteó el temario del debate con cuestiones como por qué un joven quiere quitarse la vida o cómo abordar el problema desde la sociedad. Vilar abrió el turno de respuestas con una definición de suicidio: “intención de acabar con la propia vida”. Desde la ideación del suicidio por parte de la persona hasta su eventual comisión hay un proceso “muchas veces confuso” que permite intervenir si se dan determinadas condiciones. Tras la ideación del suicidio y las amenazas, no siempre evidentes, de cometerlo llegan los actos preparatorios, la gestión del suicidio que puede terminar con la muerte o con una tentativa. Vilar describió como el suicida padece un dolor que sufre con desesperanza porque no le ve salida o no se ve capaz de lograr alcanzarla. “Conseguir esa esperanza es una herramienta terapéutica”. Otro problema es la relación con los otros. “El suicida suele no sentirse necesario para los demás o, peor, se considera una carga para los otros. Obviamente poder acompañarlo en las primeras fases del proceso es importante para evitarlo”. Y luego están variables prácticas. “En Estados Unidos, un hogar con armas multiplica por 12 la posibilidad de un suicidio en una persona no diagnosticada”.
Iniesta centró parte de su intervención en la figura del superviviente, la persona que sufre una pérdida por suicidio de un ser querido. “El suicidio tiene un impacto en el entorno. Por cada suicidio se calcula que hay un promedio de seis personas afectadas”. “Esta pérdida repentina, traumática, provoca un enorme dolor en el entorno del suicida. Y el proceso de duelo intenta reconstruirnos en ausencia de aquella persona tan querida. Es una emoción particularmente dolorosa que se vive con sentimientos de culpa -pensar que aquella muerte era evitable- y rabia. También aparece la vergüenza y la autoestima baja”. Y todo ello en un contexto social donde esta muerte es un estigma porque nos educan para sobrevivir, no para darnos muerte.
Vegués manifestó la preocupación de la Generalitat por este problema, aunque alertó contra algunas estadísticas falsamente alarmantes. “La ratio de suicidios con relación a la población, que ha crecido, se mantiene estable”. El plan diseñado por la Generalitat tiene un lema explícito: “Trio la vida” (Escojo la vida). “A veces resulta difícil apostar por la vida”, de ahí el lema. Vegués afirmó que el 85% de las actividades que enuncia el plan para adolescentes se dan lejos de ambientes sanitarios, un dato que refuerza la idea de que el suicidio no puede encararse únicamente como un transtorno enfermizo de la conducta. El plan busca reducir entre un 15-20% la tasa de suicidios en 2030 y algo más intangible: reducir el “malestar emocional” de la población. “No conseguiremos ningún éxito si pensamos que con movilizar al sector sanitario y al educativo basta. Tenemos por delante una tarea transversal en la que debe participar el tercer sector, el asociacionismo….
En el debate se trató la aproximación sensacionalista que hacen algunos medios del suicidio y, particularmente, del uso pernicioso de las redes sociales. Un uso pernicioso que hay que desactivar. Frente a propuestas como prohibir el uso del móvil a menores de 16 años, Vegués replicó que se trata de una medida imposible y que podría incrementar el atractivo sobre la herramienta y sus contenidos. Iniesta aportó un innovador matiz sobre la supuesta condición de nativos digitales de los menores. “No lo son. Han de aprender a ser digitales”.
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