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La campaña electoral en Barcelona pone el retrovisor en Manuel Valls

La figura del exlíder francés, cuyo apoyo permitió reelegir a Colau, es utilizada tanto para alertar sobre posibles pactos como para criticar a los rivales

Camilo S. Baquero
Ada Colau, Jaume Collboni y Manuel Valls, accediendo al Palau de la Generalitat tras la investidura de la primera, el 15 de junio de 2019.
Ada Colau, Jaume Collboni y Manuel Valls, accediendo al Palau de la Generalitat tras la investidura de la primera, el 15 de junio de 2019.Albert Garcia

Hay un momento clave en las noches electorales. Cuando la artimética ya no da más de sí, la cortesía democrática fija que es el momento de llamar al ganador de la jornada. Ada Colau felicitó a Ernest Maragall pero, 24 días después, ella era quien se llevaba la vara de alcaldesa gracias a tres votos de la plataforma liderada Manuel Valls. Barcelona perdió ese día la inocencia sobre el valor de la lista más votada y este viernes Xavier Trias (Junts) desempolvó otra vez ese fantasma para atacar a Jaume Collboni, recordando su papel en la negociación con el exmandatario francés para tejer una mayoría alternativa, una maniobra recogida en la ley pero que sigue levantando ampollas.

“Ada Colau sigue siendo alcaldesa de Barcelona por culpa de Collboni. Collboni fue el responsable de orquestar el juego para que Maragall no fuera alcalde”, recordó ayer el exalcalde y candidato por Junts en un acto en el distrito de Sant Marti. En una intervención anterior, el número nueve de la lista, Joan Rodríguez, había asegurado que apoyar al socialista y hasta el pasado mes de enero primer teniente de alcalde era “como votar a Valls hace cuatro años”.

La campaña de Trias lleva ya varios días usando la figura del exprimer ministro como un recurso para erigirse como la real garantía de que Colau no repita en el cargo. El exalcalde contrapone la claridad de su veto a la vaporosidad de las líneas rojas del socialista. La alcaldesa, por su parte, insiste en que riesgo de un pacto sociovergente y tampoco logra que Collboni se moje. El socialista ha procurado dejar todo el escenario abierto, de cara a tener margen de maniobra tras el 26-M. Precisamente, quien será el valiente en coger el teléfono tras conocerse los resultados de ese domingo es una de las incógnitas de los comicios más reñidos que ha tenido la capital catalana en democracia.

Hasta hace cuatro años, la victoria en las urnas se interpretaba casi directamente como el derecho a llevarse también la alcaldía. Históricamente, la hegemonía socialista dejaba fuera de juego otras sumas. Pero la LOREG deja claro que es alcalde quien obtenga la mayoría absoluta del voto emitido por los concejales en el primer pleno del mandato. Solo en el caso de que no se alcance esa mayoría -21 en el caso barcelonés-, la alcaldía recae o en la lista más votada. Con todos los sondeos mostrando casi un empate entre Collboni, Colau y Trias el abanico sí se abre.

Recurrir a la figura de Valls es muy útil para algunas fuerzas políticas, pues encarna muchos conceptos que permiten desgastar a varios contrincantes a la vez. El exlíder francés se puso la medalla de haber impedido que el independentismo lograra la alcaldía, incluso votando a favor de la alcaldesa que se había conjurado para expulsar. El acuerdo era legal, pero su legitimidad la manchaba la participación de un candidato que claramente había sido promovido por cierta élite económica y que no logró ni el triunfo electoral ni la unidad del constitucionalismo. Si alguien osa a repetir la operación, la comparación no tardará en llegar.

Colau niega rotundamente que negociara un pacto con Valls. Siempre ha insistido en que ni ella ni su formación dieron nada a cambio por los tres votos que, además de romper la bancada con Ciudadanos, le permitieron revalidar el cargo. Fue Collboni el que, en mayo de 2021, aceptó estar al tanto de unas negociaciones que comenzaron tras conocerse los resultados y donde estuvo la cúpula del PSC. Pero ni esa confesión impide alejar nubarrones sobre algo que suena inverosímil en política: que otro te apoye a cambio de nada. Colau y Collboni se enzarzaron, el pasado mes de enero, por la salida del Gobierno municipal del socialista. El ya tiró entonces del retrovisor: no se pueden dar “lecciones de progresismo”, dijo, cuando se es alcaldesa gracias “a los votos de la centroderecha”. Que el empresariado busque al PSC para garantizar estabilidad le ha servido a los comunes también ir contra su exsocio, que ven ocupando el lugar de Valls como apuesta electoral del poder económico de la ciudad.

Es en las filas de ERC, obviamente, donde el fantasma Valls causa más escozor. Trias puso el dedo en su llaga el pasado miércoles. “En las últimas elecciones votamos a Ernest Maragall. Si yo gano, ¿me votarán a mi?”, recordó. No hay día en que Maragall no haga referencia en sus actos a “el pacto de la vergüenza”, como le llama. En una entrevista a este diario aseguró que no debería repetirse su caso. Pero reconoce que “la existencia de una mayoría coherente y claramente alternativa al ganador en las urnas” justificaría otra aritmética y, ante el miedo a quedarse por fuera, el candidato opta por dejar todas las vías abiertas.

Pero “el pacto de la vergüenza” también se ha utilizado para atacar a Colau, dando alas a bulos. Después de que se conociera que la familia de la esposa de Valls, Susana Gallardo, era la propietaria del edificio de la calle Tarragona con 120 pisos turísticos, muchos nombres relevantes de ERC señalaron la supuesta relación entre las licencias y el voto de Valls. “En política no hay casualidades. Si eso es cierto, el mínimo que merece la ciudadanía son explicaciones. ¿Votos por licencias?”, tuiteó la número cinco de la lista de los republicanos, Eva Baró.

La situación de los republicanos toma además una dimensión más trágica cuando las encuestas muestran poco probable que se repita la victoria. Fuentes del partido aceptan errores en 2019 el enfoque de la negociación postelectoral: cuando finalmente se resolvieron por pactar con los comunes ya era muy tarde. Uno de los nudos fue si no iba contra la institucionalidad de la capital dividirse en dos el liderato del mandato. Seguramente el próximo 26-M esa carta se vuelva a poner sobre la mesa por alguna de las partes en una negociación que de momento es tan imposible de predecir como el propio resultado electoral. “Aquí todo el mundo pone líneas rojas y luego hace de todo”, confesó el pasado 9 de mayo Collboni en el debate de El PAÍS y SER Cataluña. El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo defiende a capa y espada que se respete a la lista más votada mientras que el candidato en Barcelona, Dani Sirera, dice que no lo hará si eso le permite expulsar a Colau.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.

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