Xavier Marcé, concejal de Cultura de Barcelona: “Para cerrar heridas no me da miedo el conflicto”
El responsable municipal pasa revista a las polémicas recientes en torno al Lliure, el Macba, el Born o el DHub
El concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona Xavier Marcé (L’Hospitalet de Llobregat, 66 años), que recibe en su despacho en La Virreina, tiene fama de severo, pero, antes de entrar en los temas candentes del Macba, el Born, el DHub o el Lliure, sonríe y se abandona, brevemente, a la nostalgia ante el recuerdo, a partir de la evocación de un viejo cartel, de las representaciones de Flowers, de Lindsay Kemp en el teatro Romea en 1977. “Es un espectáculo que nos marcó la vida y nos mostró posibilidades de las artes escénicas que desconocíamos”, dice Marcé, gran amante del teatro, con el que ha tenido una intensa relación por su trabajo en el área de Cultura municipal y también por su pasada vinculación al grupo Focus y a Adetca. “Aquella época de Flowers, el Saló Diana, hubo tantas cosas que nos sorprendieron…”.
¿Siente añoranza de aquella Barcelona? La melancolía abandona el rostro de Marcé como una nube pasajera. “La democratización de la cultura, al ser más amplia, diluyó aquello. Podemos discutir sobre la calidad artística y lo comercial. Sin embargo, el efecto de la democratización cultural es que entonces se vendían quizá 600.000 entradas de teatro y ahora son tres millones. El objetivo de llegar al máximo de gente posible tiene consecuencias vulgarizadoras negativas. Pero desde luego la vida cultural ahora es más amplia, diversa y democrática de lo que era en los años setenta y ochenta, pese a toda nuestra nostalgia”. En consecuencia, Marcé advierte contra la tentación de replegarnos en la memoria y lo nuestro. “No debemos pensar que somos autosuficientes. Somos parte de un discurso global y hemos de dialogar con otras realidades, industria, multinacionales”.
Hay una presión política en los últimos tiempos sobre la cultura barcelonesa para que sea más social. “Tiene que ver con la nueva izquierda y es consecuencia del 15M. Se ve la cultura como una ayuda en la intervención política para la implementación de derechos cívicos y el empoderamiento, independientemente a veces de la calidad de las propuestas. Eso tiene virtudes, claro, como la mejoría de los derechos culturales, pero el inconveniente de que se diluye la frontera entre la cultura y la vida, entre la profesionalidad y el amateurismo -¿quién es artista y quién no lo es?-, y la calidad se resiente”. ¿Se ha ido demasiado lejos? “Es difícil de decir. Puede que en Cataluña haya un exceso de dimensión social de la cultura”. Para ir concretando, en el proyecto del Teatre Lliure de su nuevo director, Julio Manrique, se ha sustituido la idea de recuperar la compañía joven que tuvo el teatro en la época de Lluís Pasqual por un programa entorno a la diversidad funcional. “El tema social estuvo muy marcado en la primera etapa del anterior director Juan Carlos Martel, pero luego se reorientó. La dirección de Manrique ha tomado una parte de ese discurso social. Un equipamiento público tiene que tener una dimensión educativa y social, pero eso no ha de alterar su función básica que es hacer buen teatro con buenos actores y directores”.
Puede que en Cataluña haya un exceso de dimensión social de la cultura”
La presentación de la nueva dirección de Manrique ha sido algo accidentada. “No ha pasado nada, puede que Julio pecara de cierta ingenuidad al tratar de presentar sus planes muy pronto, antes de someterlos al patronato. Un proyecto requiere de revisión para ver cómo se adapta a los presupuestos. No ha habido ningún veto a nada. Julio puede hacer lo que quiera. Acaba de empezar”. Marcé admite que es cierto que hay una lógica sensibilidad en torno al Lliure. “Lleva dos directores que han salido por la puerta de atrás. Pasqual por la crisis que tuvo y Martel dimitiendo dos años antes de acabar su contrato. Es una institución que ha estado sometida a problemas de gobernanza. Esperemos que esto termine con Manrique y se normalice”.
Pasqual y Joan Ollé son dos directores emblemáticos barceloneses que se vieron sometidos a juicios mediáticos. “No soy nadie para explicar eso, pero creo que se puede situar en parte en el contexto del debate generacional sobre la relación entre directores y actores y actrices (en el caso de Ollé también profesor-alumno), unas relaciones que históricamente han sido muy piramidales y endogámicas, poco democráticas, y que entran en conflicto con las nuevas ideas de relación laboral y de género”.
El Macba ha sido puesto en la picota y discutido desde una perspectiva social. “Es absurdo y poco inteligente dudar de que el Macba es un elemento de obvio impacto positivo sobre el Raval, con todo el polo cultural que compone con el CCCB y la universidad. Es una polémica que se ha alargado mucho y hacía falta clarificar el debate, que es lo que finalmente se ha hecho, porque corría peligro la propia gobernanza del museo. La ampliación del Macba se va a hacer junto con un ordenamiento de la plaza y una clarificación del papel de la colección permanente y las exposiciones temporales. Hay que pensar el Macba de 2030 en una reescritura de la zona con piezas nuevas, como el CAP, o la plaza, que es un icono de la ciudad, rescatada de patinadores y skaters que han venido por aluvión”. Marcé demuestra su mirada de largo recorrido sobre los problemas culturales de la ciudad al vincular al Macba con el MNAC y la vieja discusión de dónde empieza el primero y acaba el segundo. “Hay muchas heridas mal curadas en la cultura de la ciudad, y estamos tratando de abordarlas todas”, señala el concejal.
Hablando del MNAC, ¿qué opina de la operación Borja-Villel? “No afecta al MNAC, el museo tiene su hoja de ruta; él puede dar una opinión, pero le ha contratado la Generalitat para pensar el panorama museístico del país. Se creó cierta confusión con el nombramiento, es cierto, y su papel no está definido del todo, pero eso no es cosa del Ayuntamiento”.
¿Ha desindependentizado el Born, mausoleo del Procés? Marcé alza una ceja. “El problema con el Born es que teníamos un centro que explica muy bien la historia en una parte de la ciudad y no se aprovechaba su capacidad para un discurso expositivo global. El Museo de Historia de Barcelona (MUHBA) no podía renunciar a un espacio que explicaba dos siglos fundamentales y en consecuencia lo hemos vinculado con la voluntad de que sea una pieza más. Ha sido una operación de sentido común”. Ha habido polémica. “La museística siempre tiene polémica. Afortunadamente aquí tenemos poco del tan de moda debate colonial, lo nuestro no es comparable a los museos del Estado”. Algún esqueleto hay. “Ante lo que puede suponer el debate colonial español lo nuestro es muy menor. Es cierto que hay algunas piezas polémicas, y las tratamos de manera muy delicada, hay que ver que no vengan del expolio”.
Recientemente se ha reabierto, remozado, el Museo Martorell, en el parque de la Ciutadella. “Recuperar espacios es positivo. Forma parte del campus de la ciencia en el que está también el Castell dels tres dragons del que debatimos como redesplegarlo en la frontera entre museo de investigación y divulgativo”. La exposición inaugural de animales disecados del Martorell ha levantado alguna crítica. “Es una exposición de coyuntura, no obedece al objetivo final del museo, no es lo que veremos”. El DHub-Museo del Diseño ha traído también recientemente polémica. “Lo hemos vinculado a la nueva dirección de Industrias Creativas, lo que tiene sentido pero crea algunos problemas, como la necesidad de resolver dinámicas e intereses diferentes . Hay que conservar y exponer las colecciones pero hacerlas dialogar con la realidad del diseño y la creatividad de hoy en día. El debate hace aparecer fantasmas, pero el museo nació con indefiniciones y una disfunción entre contenedor y contenido. Tengo la impresión de que eso se clarificará ahora, hay que esperar a ver las exposiciones previstas”.
Procuro no sobreactuar y ser discreto. El protagonismo cultural es de la ciudad no del Ayuntamiento”.
Se le reprocha a Marcé cierta impulsividad e impaciencia al afrontar los retos culturales de la ciudad. “¿Impaciente yo?, no lo creo. Teníamos temas que estaban pendientes desde hace veinte años o más. La última polémica del Macba ya tiene siete años. Si no se afrontan, causan más problemas. Estamos cerrando heridas que por diferentes razones la ciudad no había cerrado. La ciudad es inevitablemente un espacio de conflicto, porque si hay libertad y diálogo entre distintas realidades y opiniones hay conflicto. No me da miedo el conflicto. Creo que se está incrementando el nivel de diálogo y la gente está agradecida”. Pues se dice que hay gente que sale llorando de su despacho. Un destello de sorpresa mezclado con enfado atraviesa la mirada del concejal. “Ese no es el tema de la entrevista, pero no creo que nadie haya salido alguna vez llorando de aquí. La administración no puede ser condescendiente, ni una repartidora. Escuchamos propuestas, se habla con normalidad y madurez”. ¿Es un poco Marcé la eminencia gris de Collboni en lo cultural, su Richelieu (pese a su cabello de mosquetero)? “Eso es ridículo. Ha habido gestores culturales con perfil marcado como Subirats o Jordi Martí. No soy un recién llegado al sector. Procuro no sobreactuar y ser discreto. El protagonismo cultural es de la ciudad no del Ayuntamiento”.
Para acabar con algo de nostalgia actual. ¿Qué le parece el gran éxito que ha tenido Flotats en el Romea de Focus?, hay que ver lo que ha llovido. “Ahora están a partir un piñón, sí”. Marcé aprovecha para reflexionar que es absurdo ver competencia entre Madrid y Barcelona, que Barcelona no debería alejarse de la cocapitalidad cultural (un tema que le preocupa mucho) y que la ciudad suministra mucho talento a Madrid. “Ellos tienen la ventaja sobre nosotros de poseer las infraestructuras propias de un Estado, pero también algo negativo: son menos capaces de aprovechar la innovación y la imaginación”.
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