Cuando Springsteen no era el ‘Boss’
El fotógrafo Francesc Fàbregas publica un libro con las instantáneas del primer concierto del músico estadounidense en España
El 21 de abril de 1981 Bruce Springsteen debutó en España. Hacía poco había publicado The River, pero aún no era una estrella incontestable. Ni the Boss. De hecho, no llenó el Palau d’Esports de Barcelona, donde se reunieron unas 7.000 personas. Hoy, 43 años después, es un concierto mítico. Francesc Fàbregas (Sant Just Desvern, 1950) fue el fotógrafo oficial de aquel recital, que ahora convierte en recuerdo tangible mediante un libro que reúne una buena colección de fotografías del mismo, acompañadas por una serie de textos y comentarios de personajes que lo vivieron desde diferentes perspectivas. Se llama Bruce Springsteen Barcelona 1981. Terreno abonado para la mitificación, que Fàbregas se saca de encima con pasmosa facilidad. “En el momento no tenía conciencia de que era un concierto especial, y creo que muchos de los que asistieron tampoco”, dice rememorando aquel día del que aún recuerda los nervios que pasó. Parte de esas fotos se pueden ver en una exposición que, auspiciada por el Festival de la Porta Ferrada, se pueden ver en Sant Feliu de Guíxols hasta el 30 de agosto bajo el título de En directe.
Fàbregas, que ya trabajaba de fotógrafo en revistas musicales como Vibraciones o Rock Spezial, sabía quién era Springsteen, pero ni conocía a fondo su obra, ni le llegaba lo que conocía, ni sabía qué se iba a encontrar en el escenario. “Para hacer buenas fotos no es imprescindible que conozcas a fondo al artista o que te guste; es más, según cómo la sorpresa del descubrimiento puede darte mejores fotos”, defiende. Lo que se encontró delante fue lo que hoy califica como “el artista que más te da por dinámico y expresivo, tanto corporal como facialmente. Has de buscar la foto, pero él da mucha vida”, asegura tras años de experiencia y varios conciertos en los que ha fotografiado al Boss y que cierran el libro.
Captar aquel dinamismo tuvo sus dificultades, propias de la época analógica“. No tirábamos con motor, disponías de carretes con 36 fotos a los que habías de ajustar la sensibilidad esperando acertar, debías estar muy concentrado y desconocías el resultado hasta el revelado, horas más tarde”, dice. Fàbregas acudió al concierto con dos cámaras, una cargada con blanco y negro y otra en color y disparó los dos carretes de blanco y negro y parte del de color, con un rendimiento en fotos aprovechables superior al 80%. Tenía tres canciones para fotografiar —“las peores, como hoy en día, cuando la luz del concierto no se ha ajustado”— y en ese escaso tiempo se movió para poder ofrecer planos frontales, de ambos lados del escenario y entre el público “se nota porque no todas las fotos son primeros planos, o disparadas desde la izquierda para ver bien la guitarra, hay planos generales y bastante movimiento”.
Ese movimiento y la ausencia de foso condujo a que algunas instantáneas tengan desenfoques y no sean técnicamente perfectas: “En el libro he recuperado sin miedo fotos que en su época no hubiese publicado, pero ahora veo que en sus imperfecciones se recupera muy bien el ambiente, las condiciones y la tensión de aquel concierto”. Todo ello se explicita en la primera foto que disparó, que al no haberse enrollado bien al montar el carrete dejó la parte superior de la instantánea en blanco, llevándose parte de la cabeza de Springsteen y el clavijero de su guitarra. “Es un testimonio del momento, nunca me han importado las imperfecciones”, asegura el autor de unas fotos que ya son icónicas y que en el libro reciben la compañía de otras inéditas.
Pero como persona alejada de la mitomanía, Fàbregas se queda con una foto frontal del Boss, con la cabeza apoyada en el hombro de Clarence Clemmons, expresión de ensueño y mirada al cielo mientras Max Weinberg observa desde la batería bajo su flequillo Sr Spock. Una foto muy humana y nada épica. Otra foto, esta divertida, muestra a Springsteen saltando y con la punta de la lengua fuera. Francesc la recuerda. “Encuentras estas fotos porque estás concentrado y atento, aún más entonces, sin motor para disparar ráfagas de décimas de segundo”, dice. Francesc también reivindica las fotos en color del libro. “Ese color es un verdadero recuerdo de la época, es un retrato de cómo era la foto en color de entonces, da mucha información porque hoy textura y color son muy diferentes”. Al decirlo parecen bañarle los recuerdos. Han pasado 43 años, pero ahí están casi todos, incluso un reproche: “No me giré para fotografiar al público y tendría que haberlo hecho. Le tengo mucho respeto”.
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