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Aragonès, un ‘president’ quemado tras un declive a fuego lento

Los malos resultados electorales precipitan el final político de un líder precoz que ha sufrido ataques dentro y fuera de su partido

Pere Aragonès el pasado 29 de abril en Barcelona.Foto: GIANLUCA BATTISTA | Vídeo: EPV
Marc Rovira

Pere Aragonès suele contar que siente una notable afición por la cocina. Su escaso entusiasmo por el deporte y por los pasatiempos que permiten desconectar y oxigenar la cabeza lo compensa en los fogones. Dice que trastear entre ollas y cazuelas le destensa. Repasar recetas, comenta, le sirve incluso para combatir el insomnio. La cocina exige control del tiempo y de la temperatura, algo que ha echado en falta para gestionar su tramo final de mandato y que ha precipitado su renuncia. Este lunes anunció que se va “por responsabilidad” después de lograr solo 20 diputados en las elecciones del domingo, lo cual él mismo calificó como unos “muy malos resultados”.

El epílogo de la carrera política de Aragonès se coció a fuego lento durante meses, a medida que la dirección de Esquerra observaba un empeoramiento de los sondeos. Ha terminado achicharrado por los pésimos resultados que cosechó este domingo: una caída de 13 escaños en tres años. Un capital electoral que termina hecho puré. El president manifiesta que se va porque ve necesaria una “nueva etapa” y dice querer “facilitar la transición”. Dimitir es un gesto poco común en el ruedo político ibérico, pero Aragonès siempre fue algo avanzado.

Pere Aragonès.
Pere Aragonès.

Durante su fase de ascenso, batió récords de precocidad. Fue el vicepresidente más joven, con 36 años, y le tocó ocupar la presidencia en funciones cuando Quim Torra fue inhabilitado por un delito de desobediencia. Aquello no sentó bien en Junts, y el recelo no se ha borrado. No ayudó a enfriar la rivalidad que, al poco tiempo, hubiera elecciones y Aragonès se alzara con la presidencia a la edad más temprana que se había visto nunca: 38 años. Ahora, a los 41, será también el expresidente catalán más mozo.

A principios de año, Aragonès echó sal y pimienta a su Govern, y aseguró que con un retoque evitaba anticipar elecciones y servía para concluir con empuje el ciclo electoral, hasta febrero de 2025. Para blindarse, incorporó y promocionó a personas con quienes tiene plena confianza. Su asesor Sergi Sabrià se convirtió en viceconsejero de Estrategia y Comunicación y aupó a la consejera Laura Vilagrà al cargo de vicepresidenta del Govern. Sus rivales del PSC y Junts le recordaron que cada día que dejaba pasar sin convocar elecciones era peor para los intereses de Esquerra.

El parapeto tenía que servir para protegerse de los ataques que le llegaban desde fuera, y para tratar de esquivar los pinchazos internos. El ahora president en funciones ha tenido en Oriol Junqueras, presidente de ERC, un rival en casa. En su día, Junqueras lo nombró secretario de Economía de la Generalitat y le cedió el poder de Esquerra, pero el estirón político dado por el discípulo ha terminado incomodando al jefe del partido. Aragonès, a quien su entorno define como “una persona extremadamente trabajadora”, se apoya en su esposa, Janina Juli, que de joven estuvo vinculada a la JNC, las juventudes de Convergència. Son padres de una niña, Clàudia.

Aragonès procede de una familia acomodada de Pineda de Mar, en el Maresme, la costa norte de Barcelona. Los Aragonès gozan de buena posición y han amasado su riqueza primero por los negocios relacionados con la industria textil que creció a la sombra del régimen franquista (uno de los abuelos del president fue alcalde del Movimiento) y después impulsados por el bum hotelero. También tiene entre sus antepasados inmigrantes de Almería y exiliados por la dictadura, una mezcla que recordó el president en su investidura.

Desde que, en octubre de 2022, Junts decidió abandonar el gobierno de coalición de la Generalitat, Aragonès y su equipo han tenido que hacer equilibrios para despejar una continua batería de críticas y reproches. “Junts era el socio y terminó por ser la peor oposición”, manifiesta una persona cercana a Aragonès. “Es muy meticuloso, lo quiere controlar todo y se le escapan pocas cosas”, señala un miembro del área de Presidencia.

Se le escaparon los apoyos para poder aprobar los presupuestos de este año, algo que, a la postre, precipitó la convocatoria electoral. Contó con el auxilio de Salvador Illa y el PSC, pero no bastó. La sequía que ha azotado Cataluña y obligó a ordenar restricciones de agua fue un mazazo para un Ejecutivo que ya cojeaba. Los malos resultados de los alumnos de primaria que recogía el informe PISA y la pérdida de uso y conocimiento del catalán, el pobre desarrollo de las energías renovables, la huelga de los funcionarios de prisiones tras el asesinato de una cocinera o el fiasco en la convocatoria de un proceso de oposiciones públicas son asuntos que han quemado en las manos del president.

Para corroborar su buena mano gastronómica, Aragonès usa sus redes sociales para colgar fotos y vídeos en los que aparece enfundado en un delantal. Empuña el cuchillo con la zurda y pica cebollas con maña. Quienes han puesto a prueba sus dotes de cocinillas explican que lo mismo se emplea en imitar los guisos de fideos y arroz que le enseñó su abuela que se lanza con las esferificaciones que popularizó el chef Ferran Adrià. Aragonès pudo comprobar este lunes que el plato de la retirada se sirve solo, sin acompañamiento. Nadie del partido estuvo a su lado cuando anunció su adiós.


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