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ELECCIONES 23J
Columna
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Un apunte de campaña

Si tuviéramos que elegir un asunto que ha capitalizado la campaña precipitada que se resolverá el próximo 23 de julio diríamos que ha sido el periodismo

Pedro Sanchez
Pedro Sánchez, durante su entrevista en Onda Cero, el 19 de junio.
David Trueba

Las campañas electorales tienen la asombrosa capacidad de resolverse por asuntos impostados. Los queridos niños son conducidos de la mano hacia una reducción de la realidad patio de juego. Una campaña electoral se parece mucho al Museo del Louvre. En él los turistas atraviesan las salas sin mirar ningún cuadro por estupendo que sea hasta llegar a la Mona Lisa que es la que les han dicho que merece el viaje. Si tuviéramos que elegir un asunto que ha capitalizado la campaña precipitada que se resolverá el próximo 23 de julio diríamos que ha sido el periodismo. Suena raro en un mundo que ha salido de una crisis sanitaria, que está sumido en un escenario medioambiental que causa constantes desastres naturales, que está inmerso en una guerra de conquista territorial que no respeta ni el más mínimo rincón de refugio de civiles, que ha padecido por ello una inflación y un delirante cambio de destino de los recursos económicos. Todo eso no deja de ser el bosque, pero hemos ido a parar al árbol en cuya corteza vamos a grabar a navaja quién nos quiere y quién no.

El periodismo como hito de campaña era inesperado. Pero se ha colocado en primera línea por la crisis que afecta al sector, un cambio de paradigma que vino precedido por una transición tecnológica brutal. Resulta incomprensible que el presidente de un gobierno haya eludido durante la legislatura los medios de comunicación que le eran hostiles. Si precisamente la hostilidad de los medios entre sí y contra las cabeceras políticas es la salsa de la democracia, pues ofrece a los ciudadanos una lupa constante para apreciar la realidad. Por supuesto que una lupa teledirigida por intereses particulares, pero si se preserva la multiplicidad de enfoques ganamos todos. Cuando algún político señala a un medio o un profesional como culpable de su descrédito está en realidad señalando una carencia propia, porque todo el mundo comprende que eres alguien expuesto a la crítica, incluso a la mentira y la malicia, pero con armas suficientes para combatirlas. Los medios hostiles son pues oportunidades de lucimiento de tu autenticidad y tus dotes en la esgrima.

De entre todos los señalamientos profesionales que hemos padecido en las últimas semanas hay uno que ha quedado sin defensa corporativa. Cuando el líder de la oposición ha renegado de la televisión pública, incluso negándole capacidad de organizar un debate de candidatos, nadie ha acudido en defensa de ese pilar de la libertad informativa. Porque sin medios públicos falta una pata imprescindible que dejaría íntegro al negocio lo que es un servicio básico. Cuando lo atacan no lo hacen porque pretendan reformarlo y liberarlo de ataduras políticas. Basta ver el ejemplo de Feijóo en la televisión gallega, por no remontarnos a la gestión en Telemadrid o Canal Nou que hizo ese partido cuando gozó de mayorías confortables y los condujo a la ruina y la demolición. Nadie ignora que incluso la mayoría de los periodistas más destacados de los medios privados salieron de emisoras públicas donde aprendieron el oficio y recibieron el regalo del carisma. Menospreciar su importancia es un insulto institucional tan grave como degradar a jueces o profesores. En los medios públicos hay profesionales no solo capaces, sino libres y hasta indómitos al sometimiento que les llega del poder de turno. Para valorar a los periodistas conviene tener presente aquella receta de Lichtenberg: “No hay que juzgar a las personas por sus opiniones, sino por aquello en que sus opiniones los convierten”.

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