El misterioso robo de dos presuntos ‘degas’ en el chalé en obras de un ciclista veterano
El propietario asegura que los cuadros desaparecieron de su casa de Nigrán durante un viaje a Rusia | Los supuestos ladrones también se llevaron los hipotéticos certificados de autenticidad
Ni una banda organizada, ni un caco de medio pelo, ni un exquisito ladrón de guante blanco con olfato infalible para las obras maestras imaginarían que en aquella casa sin rematar, con el cartel de obra todavía puesto con fecha de principios de siglo y bombillas desnudas, sin pantalla, alumbrando las habitaciones, podía haber en el dormitorio un par de cuadros auténticos de Edgar Degas. De tener que elegir un objetivo en este paraje idílico de urbanismo deslavazado que es Monteferro (Nigrán, sur de Vigo), cualquiera hubiera pensado que las piezas de arte más cotizadas adornarían alguno de esos exclusivos chalés con piscina, escalera de bajada a una cala secreta y pista de tenis en la que, si fallas el drive, la pelota se precipita al mar por el acantilado.
Pero la de Isaac G. L., el hombre que en febrero fue al cuartel de la Guardia Civil en Baiona y denunció el robo de dos supuestas obras millonarias del pintor impresionista, no es una de esas mansiones construidas hace tiempo sobre las rocas. Sino un chalé moderno, pero inacabado (y ya castigado por la intemperie), engarzado en una pequeña parcela sin ajardinar, en la parte alta del llamado SAU-1 (Suelo Apto para Urbanizar), una polémica actuación desarrollada en la primera década por el Ayuntamiento de Nigrán, donde varias de estas viviendas tuvieron que demoler altura y anchura después de pasarse de la raya. La casa de los (presuntos) degas se encuentra dentro de ese desangelado planeamiento municipal y muy cerca del monte de la asociación de comuneros: un paraje solitario de impresionantes puestas de sol sobre islas e islotes, surcado de pistas forestales que llevan hasta los cañones de una batería militar de los años treinta o al gran monumento levantado en tiempos de Miguel Primo de Rivera en homenaje a los náufragos del Atlántico.
Sin duda, aquel extremo apartado no es un buen lugar para custodiar objetos de valor. No solo por la cantidad de vías de escape, sino por la escasez de residentes fijos que ocupan los chalés en invierno. La sección de Patrimonio de la Unidad Orgánica de Policía Judicial en Pontevedra mantiene el hermetismo acerca de la investigación que asumió hace un par de semanas y sobre la que planean infinitas dudas. En el disparatado Monteferro, un paisaje de alto valor medioambiental que tuvieron que salir a defender ecologistas y vecinos de la amenaza especuladora, ha habido siempre buenas colecciones de arte gallego en manos de empresarios vigueses y hasta en las de un narco cuyo chalé fue decomisado, pero la ignorada pinacoteca internacional de la víctima de este robo descolocó a los agentes desde la primera inspección del domicilio. Los investigadores sospechan que, de haberse producido, el robo en esta vivienda en particular no fue aleatorio, sino que lo perpetró alguien que conocía bien lo que allí se guardaba.
Según publicó el periódico que pudo hablar con el propietario de estas joyas artísticas, La Voz de Galicia, el vecino de Monteferro cuenta que los degas eran sus dos obras favoritas y que recientemente se los mostró a algunas personas que no eran de su total confianza. Isaac G. L. asegura que, además, les enseñó los “certificados de autenticidad” que guardaba en unos maletines, y que cuando desaparecieron los cuadros también se esfumaron de su vivienda estos documentos (que dice que fueron expedidos por el museo Pompidou “en 1968″, aunque el famoso centro parisino se inauguró en 1977). Los ladrones habrían ido a tiro fijo. Porque aprovecharon que el dueño estaba “de viaje en Rusia”. Y porque no se llevaron ningún tesoro más de la casa de este hombre que asegura que es coleccionista desde los noventa (con firmas como Picasso, Dalí, Mariano Benlliure o Luca Giordano).
El interesado ha aportado a la investigación dos reproducciones de los pasteles que poseía y que atribuye al artista parisiense de las bailarinas y los jinetes. Isaac G. L. asegura que son “muy conocidos” en los foros especializados y los valora en cuatro millones. Apunta que los compró a “una familia” en 1991 y avisa de que están tan “catalogados” que quien encargó el robo no puede tener la intención de venderlos. Según su versión, los intrusos pudieron acceder a la casa desmontando las ventanas del garaje, porque la alarma (de una conocida empresa de seguridad) estaba momentáneamente desconectada por las obras de reforma. La Guardia Civil no ha encontrado señales de forzamiento en un inmueble en el que los mejores cuadros parecen, sin duda, las vistas panorámicas a ambos lados del istmo que forma Monteferro: al sur, playa América, y al norte, el arenal de Patos, donde cualquier día del año hay surfistas en neopreno braceando animosos sobre el oleaje.
EL PAÍS intentó conocer esta semana por boca del perjudicado el relato de los hechos. En el portalón de su chalé, una persona allegada (que explicó que le “lleva varias cosas”) aclaró que el titular estaba otra vez “de viaje” y recogió el recado. Pero en los siguientes días Isaac G. L. no se puso en contacto con la redacción.
“Aquí no nos podemos creer que hubiese tales obras de arte en Monteferro”, comenta un grupo de vecinos. “A él lo conocemos, claro. Es un hombre hablador, campechano, que cuenta que va mucho de viaje y que trae por aquí a gente de fuera, extranjera, bastante peculiar. Una vez nos presentó a una princesa árabe...”. A nombre del denunciante del que, si se confirmase, sería el robo del año en Galicia (una tierra en la que no había trascendido la existencia de ningún degas) aparece la constitución de una empresa dedicada a las inversiones inmobiliarias y su registro en 1994 como único cargo directivo. Mucha más información y fotos de la juventud de este ourensano brindan algunas páginas de ciclismo en Internet, ya que, como confirma el interlocutor que atiende en la acera, Isaac G. L. ganó algunas pruebas en los setenta. En los últimos años también participó en algún encuentro con otros veteranos del pedal en España. A partir de ahí, la historia de los supuestos degas de este coleccionista desconocido y su rocambolesco robo es todavía un misterio para la Guardia Civil.
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