¿Se han reducido las bajas laborales con el teletrabajo?
La mayor instauración de esta modalidad en el empleo a raíz de la pandemia ha provocado que casos leves de enfermedad se pasen sin pedir el día o se dejen de lado por miedo o ignorancia
“Me he ahorrado pedir el día con ciertas enfermedades que podía capear estando en casa. Pero, por lo general, lo he hecho como siempre”, comenta Carlos González, desarrollador web de 40 años, cuando se le pregunta por sus últimas bajas laborales teletrabajando. Este asalariado ya llevaba así desde antes de la pandemia de la covid: su empresa le había propuesto a la plantilla la posibilidad de teletrabajar en 2019, cuando aún no era un tema habitual de conversación. Venía, por tanto, algo más preparado. Y no le ha alterado su forma de actuar a cuando se desplazaba hasta la oficina. “Que sea en remoto o presencial da exactamente igual”, incide.
Otras personas sí que han notado el cambio. Desde que el coronavirus introdujera restricciones de movimientos o de reunión y ganara terreno el teletrabajo, miles de empleados han realizado sus tareas sin necesidad de acudir a un lugar concreto. Y quedarse en el propio hogar o en otro espacio sin más compañeros ha trastocado no solo el modo de comunicarse o de fichar, sino también la petición de bajas laborales. Quizás por “considerarlas más llevaderas” o por soportarlas gracias “a la seguridad” de estar en el hogar, como añade Carlos González, algunas dolencias se pasan sin ver un médico y sin solicitar esas horas para la recuperación. También pueden influir el temor, las dudas o las trabas burocráticas.
En cualquier caso, la pregunta que flota en el aire es si han descendido las bajas por culpa del teletrabajo. Si quienes mantienen esta modalidad han pedido menos días o han aguantado complicaciones de salud sin ausentarse de sus labores. En el Reino Unido, según publicó el periódico Financial Times, se redujo del 3,1% en 2015 al 1,8% en 2020 el tiempo de abstención laboral por una enfermedad. Y una encuesta de Estados Unidos ha revelado que dos tercios de su población se ahorrarían pedirlo si la enfermedad fuera leve. Muchos incluso aseguran haber desempeñado sus quehaceres sin sentirse del todo bien. Ahora, expresaban algunos de los 2.000 consultados, evitarían faltar a sus obligaciones por enfermedad leve. Un dolor de garganta, una fiebre ligera o un virus gastrointestinal eran hasta hace poco un motivo de baja, pero ahora se omiten por vergüenza o dificultad para justificarlos. Aunque suponga trabajar con el portátil desde la cama, estar tomando medicación con tal de aguantar o tener que ir al baño con asiduidad. Esto surgió con la crisis sanitaria y con unas normas fijadas: durante las diferentes olas de covid se establecieron diferentes protocolos de prevención (como no acudir a la oficina en un determinado número de días si había contacto con un positivo o esperar hasta ratificar o no el contagio).
Con la vacunación y la epidemia más controlada se han diluido estas normas, y las razones dependen más de las decisiones empresariales pero también personales. En estas últimas entran el miedo al despido o minimizar los síntomas. “Desde 2020 ha ido cambiando. El trabajo a distancia siempre ha sido tratado como trabajo a distancia, pero con la pandemia se modificó la ley. Aunque el método de pedir una baja sigue siendo el mismo. Opera igual que el presencial”, ataja Álvaro San Martín, abogado laboral del bufete Casadeley en Madrid. El letrado menciona el decreto de julio de 2021 en que se actualizaron las condiciones laborales de esta modalidad, los meses de vaivenes entre nuevas variantes, cuarentenas o aforos y, por fin, una normalización que aún conlleva dudas.
“La pandemia fue el empujón, pero el teletrabajo ya estaba abriéndose paso”, adelanta San Martín, que no se atreve a confirmar si hay o no más bajas laborales a raíz de este cambio de paradigma laboral. “Puede que haya menos solicitudes, aunque también hay algo novedoso: para las empresas es más difícil comprobar que sea verdad. Como es en el espacio doméstico, y viene protegido por la Constitución, existe la complicación de que no se puede pasar al lugar de trabajo por proteger el derecho a la intimidad”, apunta este experto.
Justificar que un accidente cardiovascular ocurre durante las horas de trabajo o como consecuencia de este, abandonar el puesto por un ataque de ansiedad o incluso estimar un accidente laboral una caída en casa, como acaba de dictaminar un juzgado en Cáceres, son coyunturas inesperadas para la empresa, pero también quebraderos de cabeza para autónomos o sindicatos. Celia Ferrero, vicepresidenta de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), reconoce que en el mundo de los empleados por cuenta propia apenas ha cambiado: “En este mundo, las bajas casi no existen porque un día sin trabajar es un día sin cobrar y porque la situación no es nueva. Muchos ya ejercían desde casa”, arguye.
Ferrero cree que el mayor impacto del teletrabajo a una escala más amplia es que muchos de estos empleados por cuenta propia se han interesado por sus derechos y que ahora la gente les entiende un poco más. “El 75% de los autónomos no tenía ni idea de sus coberturas y ahora son más conscientes”, expresa la vicepresidenta de ATA, que alega que el teletrabajo “desincentiva” la abstención por ciertas enfermedades consideradas menores: “Para algunos, es más costoso hacer los trámites que seguir en su puesto”.
“Realmente, no creo que haya un cambio significativo”, coincide Laura Gómez, psicóloga sanitaria de Enmente psicólogos. “Mi experiencia es que no hay una reducción, porque, en general, quien llega a cogerse una baja es porque ya lleva bastante con un sufrimiento emocional mantenido: ansiedad, problemas psicosomáticos, insomnio… Incluso normalmente hay muchas que no se cogen por malestar propio del trabajo, sino de índole personal (duelos, relaciones de pareja, baja autoestima…) que provocan una merma en su desempeño”, agrega la especialista.
El único caso en donde puede darse esta situación, cavila Gómez, es cuando el clima laboral o los conflictos con compañeros están “candentes” y “trabajar en casa hace un poco de freno”. Si la relación con el jefe o sus colegas es mala, puede que teletrabajando “se tolere mejor o se amortigüe”. “Pero quien está quemado, tendrá las mismas sensaciones en casa: creerse poco útiles, no valorado, mal pagado, explotado… pero las bajas por temas emocionales no han variado”, observa. “Al final, lo que te daña o te deprime es la relación con el trabajo, y eso te lo llevas a casa; aunque, por supuesto, no hay que dejar al margen que en un momento poscovid y de crisis hay miedo por lo que implica a nivel económico”.
Las bajas: menores en cantidad, mayores en duración
Un estudio del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) publicado en 2021 expone que las bajas desde el estallido del coronavirus hasta aproximadamente un año después fueron menores en cantidad, pero mayores en duración. “Durante el periodo del confinamiento y la desescalada, la duración de la incapacidad temporal se incrementó en un 84,48%”, advierten. En el informe subrayan algunos de los motivos de estas cifras, como las fórmulas aplicadas para mantener las coberturas salariales en forma de Expedientes Temporales de Regulación de Empleo (ERTE), la integración de medidas de protección o el colapso de la sanidad. “El número de procesos descendió entre marzo y junio de 2020 en un 31,47%, por una razón elemental”, aducen. En resumen, había menos casos para solicitarlo: “Durante este periodo la población trabajadora susceptible de precisar incapacidad temporal descendió, una parte de la población trabajadora teletrabajaba, hubo pase a desempleo, se sucedieron los ERTEs y una parte de la población trabajadora pudo estar en situación de permiso por conciliación o de una u otra forma durante un tiempo estaba sin necesidad de trabajar por cierre de la actividad presencial”.
De ese periodo a enero de 2022, sin embargo, la tendencia vuelve a ser la misma: se tramitan las mismas bajas que anteriormente, pero con una mayor duración. Influyen aún los datos del covid hasta aquel momento, que obligaba a guardar entre cinco o 10 días de reposo dependiendo del contacto con otro positivo, de la variante o del estado del paciente. En el Instituto de Salud Carlos III enumeran algunas cifras al respecto, basándose en el registro de la Seguridad Social: en 2020: 1.420.548 de trabajadores se acogieron a una incapacidad temporal, con una duración media de 50,88 días. Un 38,73% de ellas hasta finales de octubre se debía al coronavirus. Tal y como explican, los números son muy similares a 2019, con 1.432.548 personas de baja durante todo el año y una duración media de 24,57 días. En 2021 aumentó a 1.709.107, con una duración media de las bajas de 49 días. Y en enero de 2022 la media ya bajaba a la mitad: 28,80. “Al irse retornando al trabajo en la medida de lo posible, excepción hecha del aumento del paro y los trabajadores en ERTE, el número de bajas era un 1,9% menor que años anteriores”, concluyen en el documento.
Sara García, secretaria de acción sindical y empleo de USO (Unión Sindical Obrera), confirma esta inclinación y repite los factores: “Suele responder al pudor, a la vergüenza o al temor por las consecuencias. Y se nota en el descenso de bajas. Pero el problema no es que haya más o menos, sino que se está precarizando la salud de los trabajadores”, esgrime. Ya existía, sostiene, una “ocultación de accidentes” o una relegación de ciertos malestares a un segundo plano, cuando no debería ser así. Lo demuestra, anota, el aumento de problemas de salud mental. “Además de subestimar las enfermedades, se está jugando con el derecho a poder recuperarte”, zanja.
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